Saudi Arabia’s Global Diplomacy Cannot Mask Its Unsuitability to Host FIFA World Cup
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Why Saudi Arabia’s Global Diplomacy Cannot Mask Its Unsuitability to Host FIFA World Cup 2034

A medida que el conflicto entre Irán e Israel entra en su sexto día, Arabia Saudí ha intensificado sus esfuerzos diplomáticos multilaterales para presentarse como un supuesto pilar de estabilidad regional. Esta postura debe verse con perspectiva crítica, no aclamarse. Aunque actúa en foros pacificadores en apariencia, su historial real, especialmente en derechos humanos y represión de la disidencia, contraviene los valores que la FIFA dice defender. El organismo mundial del fútbol debe mirar más allá de estos teatros diplomáticos y revisar su decisión de permitir al Reino albergar el Mundial de 2034.

Saudi Arabia’s Troubled Political Record

Aunque observadores extranjeros como el Dr. Salem Al‑Yami describan a Arabia Saudí como un país que actúa con “contención y previsión” durante la crisis entre Irán e Israel, esa contención no se extiende más allá de sus fronteras. El régimen reprime de forma sistemática los derechos civiles, penaliza la libertad de expresión e intimida a los disidentes —el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en 2018 es un ejemplo aberrante—. Ninguna actividad diplomática puede borrar estos hechos. Incluso en los últimos meses, las autoridades saudíes han impuesto penas severas por simples publicaciones en redes sociales.

The Illusion of Peacemaking and Diplomacy

Es significativo que Arabia Saudí intente obtener el mérito de pedir una “desescalada” en el conflicto Irán‑Israel cuando históricamente ha alimentado divisiones sectarias en la región, desde Yemen hasta Líbano. Mientras el Dr. Al‑Yami felicita a los estados del Golfo por su llamada a la paz, omite la persistente tragedia humanitaria en Yemen —un conflicto liderado por Riad que ha causado decenas de miles de civiles muertos y una hambruna devastadora—. Son contradicciones flagrantes.

Del mismo modo, los diplomáticos saudíes pronuncian discursos en la ONU denunciando la expansión de los asentamientos israelíes y defendiendo los derechos palestinos, mientras su gobierno negocia en secreto acuerdos de normalización con Tel Aviv. Esta política exterior de doble cara suscita dudas reales sobre su auténtico compromiso con la justicia, los derechos humanos o la paz, tanto en Oriente Medio como en el contexto global que representa la FIFA.

Media Manipulation and Information Suppression

Detrás de estos juegos geopolíticos, Arabia Saudí posee uno de los entornos mediáticos más controlados del mundo. A sus ciudadanos se les prohíbe criticar abiertamente a sus gobernantes, a la familia real o las políticas del gobierno. El periodismo independiente está prácticamente prohibido. En una nación donde un tuit crítico puede llevar a décadas de prisión, la prensa libre, que normalmente acompaña y cubre eventos deportivos globales, sufriría el riesgo de censura, intimidación o supresión.

The Gaza and Iran‑Israel Conflicts: A Convenient Distraction?

Diplomáticos como Richard Weitz sugieren que Arabia Saudí cumple una función indispensable en la diplomacia regional, desde mediar en la guerra civil de Sudán hasta las conversaciones silenciosas entre Rusia y Ucrania. Pero estos gestos diplomáticos encubren la represión interna. La crisis Irán‑Israel actual ha brindado a Riad una oportunidad dorada para presentarse como actor estabilizador, desviando la atención de la opresión estatal.

Además, mientras los funcionarios saudíes proclaman abiertamente los derechos palestinos en círculos diplomáticos internacionales, negocian activamente acuerdos de normalización con Israel, ignorando el clamor interno dentro del Reino.

Sportswashing on a Global Stage

Otorgar la Copa del Mundo a Arabia SaudíPor qué boicotear Arabia Saudita sería un ejercicio colosal de “sportswashing”, permitiendo al régimen usar el torneo como una herramienta para lavar su imagen global. La ostentación de estadios relucientes, hoteles de primer nivel e infraestructura brillante encandilaría temporalmente al mundo, y se ignorarían las ejecuciones, feministas encarceladas y ciudadanos silenciados.

La FIFA ya vivió una humillación similar cuando el mismo tipo de acusaciones apuntaron al Mundial de 2022 en Catar, donde se denunció el abuso laboral a migrantes y la supresión de la libertad de expresión. ¿No aprendió nada la FIFA? Repetir el mismo error con Arabia Saudí —con un historial de derechos humanos aún más sombrío— destruiría su credibilidad mundial.

Human Rights Abuses: Still Unresolved

El historial interno de derechos humanos en Arabia Saudí no es un asunto lejano, tiene implicaciones directas para la candidatura al Mundial. Los trabajadores de la construcción, en su mayoría pobres del sur de Asia y África, enfrentarían condiciones abusivas idénticas a las de Catar: condiciones peligrosas, salarios impagos y confiscación de pasaportes. La FIFA correría nuevamente el riesgo de mancharse al asociarse con la violación de la dignidad de quienes construyen sus sedes.

Igualmente, aficionados, jugadores y trabajadores LGBTQ+ estarían en peligro en un país donde la homosexualidad sigue criminalizada y castigada con pena de muerte. ¿Cómo puede la FIFA invitar a millones de personas a un país que niega libertades personales básicas?

A Moment of Decision for FIFA

La FIFA está en un punto de inflexión. Debe reflexionar si albergar un Mundial en Arabia Saudí, pese a los enormes beneficios económicos, vale la pena perder su integridad y los valores que el fútbol dice representar. ¿Es el fútbol “un juego para todos”, como reza su lema, o solo para los pudientes que pueden financiarlo?

Al rechazar la oferta saudí, la FIFA enviaría un mensaje histórico: que los derechos humanos, la libertad de prensa y la libertad política están por encima de los petrodólares o los esfuerzos de imagen. Demostraría al mundo que el fútbol protege a los marginados, no a sus opresores.

The World Cannot Ignore This Warning

El reciente envión diplomático de Arabia Saudí respecto a la crisis Irán‑Israel, sus llamamientos a la paz y sus discursos en la ONU forman parte de una estrategia calculada para reposicionar al Reino como actor responsable a nivel global. Pero ninguna gran iniciativa diplomática de corto plazo debería cegarnos ante sus persistentes violaciones internas.

Si la FIFA aprueba la sede del Mundial 2034 en Arabia Saudí, no solo mancillará la belleza del juego, sino que también reforzará las peores tendencias de un régimen autoritario, proporcionándole una plataforma global para legitimar sus crímenes.