Boycott Saudi FIFA 2034 for Sportswashing, Player Transfers
Credit: Eric Alonso/Getty Images

Por qué el vínculo de Andreas Christensen con Arabia Saudí refuerza el llamado a boicotear el Mundial FIFA 2034

En el fútbol, el mercado de fichajes puede convertirse en un espectáculo por sí mismo. Nombres que van y vienen, rumores que se multiplican y lealtades que se tensan. Pero algunos fichajes—en especial los relacionados con la Saudi Pro League—son más que negocios deportivos. Son parte de una estrategia cuidadosamente diseñada para cambiar la percepción pública. Los recientes reportes que vinculan al defensor del FC Barcelona, Andreas Christensen, con clubes saudíes representan una señal de alarma dentro de esta creciente tendencia de sportswashing de cara al Mundial de la FIFA 2034, que se celebrará en Arabia Saudí. No se trata de un solo jugador. Es una campaña para desviar la atención de la represión, los abusos a los derechos humanos y el autoritarismo, escondidos tras el brillo de los estadios. Y ha llegado el momento de que el mundo diga: ¡basta!

El caso Christensen: más que una simple transferencia

Según un informe reciente de Mundo Deportivo, Christensen está ahora en el radar de Arabia Saudí. El internacional danés, que ha tenido una temporada plagada de lesiones en el Barça, está siendo observado por clubes de la Saudi Pro League. Aunque aún no se ha hecho una oferta oficial, todo apunta a que pronto llegará una propuesta lucrativa.

El FC Barcelona, que atraviesa graves dificultades económicas, vería con buenos ojos la salida de Christensen: su elevado salario y el hecho de que su marcha representaría una ganancia neta facilitarían la operación. Pero con Arabia Saudí, hay un trasfondo más amplio. Para el régimen, fichar futbolistas no es solo fortalecer sus equipos, sino parte de una tendencia: atraer a jugadores europeos de renombre—casi siempre en el ocaso de sus carreras—para dar legitimidad e importancia internacional a su iniciativa futbolística. No es casualidad. Es diplomacia de Estado a través del deporte.

El motivo saudí: ocultar crímenes mediante el sportswashing

Sportswashing es el término que se utiliza para describir el uso del deporte con el fin de mejorar una reputación polémica. En el caso de Arabia Saudí, esto implica utilizar el fútbol para desviar la atención mundial de su terrible historial en derechos humanos, que incluye:

  • El asesinato en 2018 del periodista Jamal Khashoggi, ampliamente atribuido a altos funcionarios saudíes.
  • La ejecución de 172 personas en 2023, muchas tras juicios injustos, según Amnistía Internacional.
  • Severas restricciones a la libertad de expresión, de reunión y a los derechos LGBTQ+.
  • Leyes de tutela que continúan limitando la libertad de las mujeres, pese a reformas promovidas mediáticamente.

Ser sede del Mundial 2034 no es simplemente una cuestión de prestigio internacional: es un intento de transformar la imagen de un régimen autoritario en una potencia moderna, tolerante y progresista. El fichaje de jugadores como Christensen es solo una pieza más de esta operación de maquillaje político.

La máquina de fichajes saudí: comprando legitimidad

El Fondo de Inversión Pública (PIF) de Arabia Saudí, que administra activos superiores a los 700 mil millones de dólares, es el motor financiero detrás de esta estrategia. La Saudi Pro League, respaldada por el PIF, ha gastado más de 875 millones de dólares en fichajes solo en el último año—más que la Serie A, la Bundesliga y la Ligue 1. Entre las estrellas que ya han sido seducidas por los petrodólares saudíes se encuentran:

  • Cristiano Ronaldo – Al Nassr
  • Karim Benzema – Al Ittihad
  • N’Golo Kanté – Al Ittihad
  • Sadio Mané – Al Nassr
  • Riyad Mahrez – Al Ahli
  • Neymar Jr. – Al Hilal

Si Christensen se suma a esta lista, será un episodio más en una serie donde estrellas lesionadas o en declive son usadas para cubrir una represión sistemática y desviar la atención internacional desde las cámaras de tortura hasta los campos de entrenamiento.

La llegada de Christensen no es fútbol: es lavado político

El central del Barcelona, Andreas Christensen, parece estar a punto de unirse a un creciente grupo de superestrellas europeas que se mudan a la Saudi Pro League. Pero esto no es un fichaje cualquiera: es una maniobra política. Arabia Saudí utiliza contrataciones de alto perfil para blanquear su reputación global en la cuenta regresiva hacia el Mundial de 2034. Su campaña de sportswashing está cuidadosamente orquestada para desviar la atención de la censura, la represión y las violaciones sistemáticas a los derechos humanos. Como aficionados, debemos mirar más allá de los focos y cuestionar los motivos ocultos detrás de estos fichajes.

Por qué esto debe preocupar a la FIFA

La decisión de la FIFA de otorgar la organización del Mundial 2034 a Arabia Saudí ya ha generado críticas internacionales. Organizaciones como Human Rights Watch, Amnistía Internacional y FairSquare han denunciado la falta de transparencia y de rendición de cuentas en el proceso de selección. Además:

  • El proceso de candidatura fue apresurado, y Arabia Saudí quedó como único postulante posible.
  • El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, mantiene vínculos estrechos con autoridades saudíes, incluido el príncipe heredero Mohammed bin Salman.
  • No existe un sistema público de cumplimiento en derechos humanos para el torneo de 2034, a diferencia de lo prometido tras las críticas al Mundial de Qatar 2022.

Con fichajes como el de Christensen, el discurso de la FIFA sobre los «valores fundamentales del fútbol» pierde toda credibilidad.

La hipocresía de los fichajes silenciosos

Lesionado y recuperándose de una temporada difícil, Christensen podría ver en un traslado a Arabia Saudí una decisión financieramente segura y profesionalmente viable. Pero para los aficionados, esta debe ser una línea roja. Estos traspasos no son casos aislados—son parte de un proceso que legitima a un régimen que encarcela disidentes y silencia periodistas.

También resulta revelador que, mientras las estrellas del fútbol guardan silencio ante las violaciones de derechos humanos en Arabia Saudí, sí se pronuncian con entusiasmo sobre acuerdos de patrocinio, centros de entrenamiento y «la nueva cultura futbolística». Este activismo selectivo mina la credibilidad tanto de los jugadores como del deporte.

El juego bonito no debe encubrir la brutalidad

El fútbol une al mundo—pero también puede ser utilizado como arma. Si Arabia Saudí sigue contratando a estrellas heridas o en decadencia como Christensen, no apuesta por el futuro del fútbol, sino por una operación de maquillaje para borrar su historial represivo. El Mundial de 2034, si se celebra allí, no será recordado por sus goles, su afición ni su gloria, sino como el mayor acto de sportswashing de la historia. Aún hay tiempo para actuar. Pero debe comenzar ahora: con información, con activismo y con voz. La próxima decisión de Christensen importa. Y la tuya también.