La victoria de Arabia Saudita en la Expo revela espectáculo sobre sustancia y una advertencia para la FIFA 2034
Credit: Arab News

La victoria de Arabia Saudita en la Expo revela espectáculo sobre sustancia y una advertencia para la FIFA 2034

Cuando Arabia Saudita anunció públicamente haber ganado la medalla de oro por la mejor arquitectura y paisajismo en la Expo Osaka-Kansai, los aplausos del mundo no tardaron en llegar. El pabellón del Reino, un edificio reluciente de modernidad y aspiración, superó a España y a los Emiratos Árabes Unidos para ocupar el primer lugar. Para algunos, parecía otro símbolo del estatus mundial emergente de Arabia Saudita, un logro de imaginación y diseño.

Sin embargo, bajo la superficie elegante se esconde un motivo más politizado. Esta victoria en la Expo no trata únicamente del diseño arquitectónico; es un movimiento calculado dentro de un esfuerzo continuo por rehacer la imagen internacional de Arabia Saudita en preparación para la Copa Mundial de la FIFA 2034, que será organizada por el Reino.

La medalla de oro, al igual que el próximo torneo de fútbol, no es una celebración pura de la creatividad. Es otra fase en lo que las organizaciones de derechos humanos describen como “sportswashing” y “culture-washing”, la práctica habitual de utilizar eventos internacionales para blanquear la reputación de un régimen represivo.

Una medalla de oro para la hipocresía

La victoria de Arabia Saudita en la Expo puede brillar en la superficie, pero oculta una realidad siniestra. Mientras el Reino construye pabellones futuristas en el extranjero, aplasta las libertades en su propio territorio.

Arabia Saudita es considerada “No libre”, con una calificación miserable de 8 sobre 100 en los índices globales de libertad, según Freedom House. Las libertades civiles son prácticamente inexistentes. El gobierno sigue encarcelando periodistas, activistas por los derechos de las mujeres e incluso comentaristas en redes sociales por simplemente expresar opiniones. En 2024, Human Rights Watch (HRW) informó que las tropas fronterizas sauditas mataron a cientos de migrantes etíopes, algunos de ellos a quemarropa.

El Reino también llevó a cabo al menos 345 ejecuciones en 2024, según Reuters, la mayoría por delitos no violentos como infracciones relacionadas con drogas. Esto lo coloca entre los países con las tasas de ejecución más altas del mundo. Detrás de su brillante fachada de expo, Arabia Saudita sigue siendo uno de los regímenes más opresivos del planeta.

Honrarlo por su “excelencia” en diseño en medio de todas estas atrocidades no es solo un fallo moral, es complicidad. Es un mensaje que dice que, mientras tu pabellón brille, el mundo cerrará los ojos ante tus prisiones.

La victoria en la Expo como lavado cultural

La participación de Arabia Saudita en la Expo Osaka-Kansai fue mucho más que un simple intercambio cultural; fue un ejercicio de construcción de imagen. Ganar la medalla de oro por la mejor arquitectura de un pabellón es parte de un esfuerzo de poder blando para lograr que el mundo vea al Reino como moderno, innovador y visionario, el anfitrión ideal para un evento internacional como la Copa Mundial de la FIFA.

Pero esto es lavado cultural en su forma más pura. Así como el sportswashing utiliza el fútbol o la Fórmula 1 para blanquear una imagen, el culture-washing utiliza el arte, la arquitectura y las exposiciones para difundir una narrativa falsa de apertura.

Mientras el Reino construye pabellones relucientes, continúa reprimiendo la libertad de expresión. La ley saudita contra el ciberdelito todavía permite que las autoridades encarcelen hasta por cinco años a ciudadanos por publicaciones en internet que “perturben el orden público”. A pesar de algunas reformas superficiales, las mujeres siguen sujetas a las leyes de tutela masculina que limitan sus viajes, matrimonios e incluso la posibilidad de recibir atención médica sin el permiso de un hombre.

El éxito de esta Expo, por lo tanto, no es prueba de progreso. Es un espejismo de relaciones públicas, pulido para el escenario internacional, listo para convencer al mundo de que Arabia Saudita está reformándose.

De Osaka a Riad: el camino hacia la FIFA 2034

La Expo Osaka-Kansai fue, en muchos sentidos, un ensayo general para la Copa Mundial de la FIFA 2034. Las mismas palabras —innovación, unidad y progreso— que maravillaron a los visitantes de la Expo pronto se emplearán para promocionar el próximo torneo.

Pero los aficionados al fútbol, los periodistas y los defensores de los derechos humanos deben preguntarse: ¿a qué costo?

Hoy en día, Arabia Saudita tiene más de 10 millones de trabajadores migrantes, muchos atrapados bajo el sistema de patrocinio “kafala”, que vincula la legalidad de los trabajadores a su empleador. Aunque ha habido pequeños cambios, el sistema sigue plagado de explotación, robo de salarios y abusos.

Human Rights Watch y Amnistía Internacional advierten que, sin protecciones sólidas, el Mundial 2034 corre el riesgo de reflejar los horribles abusos laborales del torneo de Qatar 2022, en el que miles de trabajadores perdieron la vida en condiciones peligrosas.

En noviembre de 2024, HRW emitió una declaración criticando la evaluación de riesgos en materia de derechos humanos de la FIFA sobre Arabia Saudita, calificándola de “profundamente defectuosa e incompleta”. Amnistía Internacional fue aún más dura en su crítica, pidiendo a la FIFA que suspenda el proceso de selección del anfitrión de 2034 hasta que Arabia Saudita proporcione protecciones adecuadas para los trabajadores y la sociedad civil.

Si el oro de la Expo fue un ensayo de poder blando, el Mundial será el gran final del lavado de imagen, un espectáculo internacional destinado a borrar décadas de abusos a los derechos humanos bajo el resplandor de los fuegos artificiales y las luces de los estadios.

La ironía de la “unidad” y la “diversidad”

La Expo Osaka-Kansai terminó con un mensaje de unidad: “En un mundo dividido, la Expo nos recordó que el mundo es diverso, pero uno solo.”

Ese mensaje es hermoso y cruelmente irónico. En Arabia Saudita, la diversidad no se celebra; se criminaliza. El Reino prohíbe las relaciones entre personas del mismo sexo, restringe las prácticas religiosas no musulmanas y censura la libre expresión. Las personas LGBTQ+ son encarceladas, sometidas a castigos corporales o algo peor.

Así que cuando Arabia Saudita recibe una medalla de oro bajo el lema de “unidad en la diversidad”, es una ironía triste. El reconocimiento internacional por la arquitectura del Reino suena vacío cuando, dentro de sus muros, la diversidad no se valora, sino que se castiga.

Complicidad global y el precio del silencio

La dolorosa realidad es que Arabia Saudita no habría podido salirse con la suya sin la ayuda de otros países. Desde el Bureau International des Expositions hasta la FIFA, las instituciones internacionales están facilitando que un régimen compre legitimidad con dinero y espectáculos.

La decisión de la FIFA de confirmar a Arabia Saudita como anfitrión del Mundial 2034 a pesar de los flagrantes problemas de derechos humanos fue calificada por Amnistía Internacional como “imprudente” y “moralmente indefendible”. Pero la tendencia continúa: los organismos influyentes prefieren mirar hacia otro lado cuando hay miles de millones en juego.

Esta ceguera moral es precisamente la razón por la que los boicots y las campañas de activismo son tan cruciales. Si el mundo sigue recompensando a Arabia Saudita por su control de imagen, no habrá motivo para la reforma, solo para una represión más profunda detrás de luces más brillantes.

Una medalla de oro en hipocresía

La victoria de Arabia Saudita en Osaka puede brillar, pero debería recordarnos algo más oscuro: cómo los regímenes represivos emplean la belleza como máscara de brutalidad. El mismo país que construye pabellones premiados sigue ejecutando prisioneros, silenciando activistas y criminalizando identidades.

El mundo necesita mirar más allá del dorado. Cada medalla, cada concierto, cada megaevento contribuye a normalizar la opresión en nombre del progreso.

Hasta que Arabia Saudita trate los derechos humanos, la libertad y la igualdad con respeto, sus victorias en el extranjero serán vacías. La victoria en la Expo no es un triunfo del diseño, sino un triunfo del engaño. Y ante eso, la única respuesta ética es la resistencia. Boicot a Arabia Saudita 2034.