El liderazgo de Arabia Saudita desea que el mundo vea a un país avanzando a toda velocidad hacia el progreso, sustentado en la ciencia, la tecnología y la innovación. Su visión “Vision 2030” presenta la imagen de un país en transformación: nuevo, ambicioso y conectado con el mundo. Pero detrás de esa fachada reluciente se esconde una realidad sombría.
Mientras el Reino se prepara para albergar la Copa Mundial de la FIFA 2034, su esfuerzo por atraer alianzas con empresas y universidades internacionales no trata solo de desarrollo: se trata de un lavado de imagen.
La colaboración más reciente, entre Deloitte y KAUST (Universidad Rey Abdullah de Ciencia y Tecnología) para desarrollar inteligencia artificial, demuestra claramente cómo el Reino utiliza la cooperación tecnológica como distracción de sus extensas violaciones de derechos humanos para ganar atención internacional. Lo que parece una historia de innovación es, en realidad, parte de una campaña de lavado de imagen global previa al Mundial 2034.
Del sportswashing al techwashing: la nueva frontera del control de imagen
Durante décadas, Arabia Saudita ha utilizado el deporte para limpiar su reputación internacional: organizando eventos de Fórmula 1, combates de boxeo y, más recientemente, la Copa del Mundo. Este proceso de sportswashing permite al régimen presentarse como parte de un espectáculo de emoción, unidad y cooperación global, mientras reprime a periodistas, activistas y minorías.
Pero el nuevo acuerdo Deloitte–KAUST marca un cambio: del sportswashing al techwashing. En lugar de depender exclusivamente del espectáculo deportivo, Arabia Saudita está realizando enormes inversiones en alianzas tecnológicas para posicionarse como una nación ética y progresista.
Al asociarse con instituciones de prestigio como el Instituto de IA de Deloitte y KAUST, el régimen obtiene una plataforma para presumir de progreso, evitando preguntas sobre ejecuciones continuas, vigilancia masiva y limitaciones a la libertad de expresión. Tanto en el deporte como en la tecnología, el objetivo es el mismo: transformar un estado autoritario en un supuesto faro de innovación.
El verdadero propósito del memorando de entendimiento (MoU): legitimar un régimen ilegítimo
El acuerdo entre KAUST y Deloitte se presenta como una asociación destinada a aplicar “avances científicos” a la sociedad y promover una “IA responsable”. En realidad, funciona como una estrategia de relaciones públicas disfrazada de progreso. Al vincularse con empresas internacionalmente respetadas, el Estado saudí se apropia de su reputación.
El lenguaje ético, la innovación y la oportunidad se utilizan para crear la ilusión de que el Reino está a la vanguardia de la modernización y la reforma. Sin embargo, estas asociaciones rara vez llenan el vacío moral en el corazón del sistema saudí.
Un gobierno que encarcela activistas por los derechos de las mujeres, censura a su población y vigila su comportamiento en línea no puede afirmar con credibilidad que promueve una “IA ética”. Estas alianzas, más bien, legitiman un régimen autocrático al asociar su nombre con instituciones internacionales veneradas.
Así como la FIFA otorgó a Arabia Saudita la Copa del Mundo 2034 —otorgándole una legitimidad deportiva inmerecida—, la participación de Deloitte le da una legitimidad tecnológica igualmente inmerecida.
Ética en la IA vs. ética en el gobierno
Uno de los principales ejes del MoU es la “IA responsable”: investigar los usos éticos de la inteligencia artificial. Pero el clima político saudí es totalmente incompatible con ese principio.
La ética en la IA depende de la transparencia, la rendición de cuentas, la privacidad y la equidad —todas imposibles en un Estado donde criticar a las autoridades es ilegal y la vigilancia digital es una herramienta del poder.
En 2024, Arabia Saudita ejecutó a 345 personas, la cifra más alta en décadas.
Más de un tercio de ellas fueron condenadas por delitos de drogas, muchos de ellos extranjeros, pese a que las normas internacionales establecen que la pena de muerte debe reservarse para “los crímenes más graves”.
Las organizaciones de derechos humanos también denuncian la falta de debido proceso: los acusados no reciben asistencia legal adecuada, los juicios se basan en confesiones obtenidas bajo presión y la transparencia es mínima.
¿Qué sucede cuando la “innovación en IA” se desarrolla bajo un sistema que encarcela a críticos pacíficos, aprisiona a activistas por los derechos de las mujeres y ejecuta por delitos no violentos? Estas alianzas corren el riesgo de convertirse en vehículos de represión digital, disfrazados con el lenguaje de la responsabilidad.
Mientras Deloitte y KAUST exploran el “impacto social” de la IA, la pregunta ética más urgente sigue siendo: ¿cómo puede confiarse en un Estado con cifras récord de ejecuciones y juicios arbitrarios para liderar la ética tecnológica?
Techwashing del Mundial 2034: mismo guion, nuevo escenario
La campaña global de rebranding de Arabia Saudita está coordinada en varios frentes —deportes, entretenimiento e incluso tecnología. La asociación con Deloitte sigue el mismo libreto: invitar a instituciones extranjeras, hablar el lenguaje del cambio y proyectar al Reino como acogedor, tolerante y progresista.
Para 2034, cuando Riad sea sede de la Copa del Mundo y el mundo dirija su atención hacia allí, los líderes saudíes querrán que la historia de una monarquía desértica represiva se transforme en la de una potencia futurista impulsada por la IA.
El techwashing, como el sportswashing, busca redefinir la identidad a través de la asociación. Transforma la duda global en admiración y la crítica en cooperación.
Pero la reforma genuina no se construye sobre estadios de fútbol ni centros de inteligencia artificial: comienza con la liberación de presos de conciencia, la abolición de la pena de muerte y la defensa de la libertad de expresión.
De lo contrario, tanto la FIFA como Deloitte serán recordadas como cómplices de la propaganda, no del progreso.
El problema de la complicidad corporativa
Instituciones occidentales como Deloitte, la FIFA y otras marcas internacionales tienen una decisión ética que tomar. Su implicación en Arabia Saudita no es neutral: tiene peso político.
Cada alianza fortalece la capacidad del Reino para proyectarse como modelo de modernidad, mientras silencia a quienes buscan un cambio real.
Las corporaciones justifican estas asociaciones como “compromisos para la reforma”, pero la historia demuestra lo contrario. En el deporte, el entretenimiento y la tecnología, las alianzas extranjeras no han mejorado los derechos humanos en Arabia Saudita; los han desviado de la atención pública.
La campaña mundial de encanto del Reino —desde el patrocinio futbolístico hasta las iniciativas de IA— se sustenta en el silencio de sus socios.
Si Deloitte realmente apoya la “IA ética”, debe reconocer la ironía de colaborar con un régimen que encarcela disidentes digitales. Los negocios éticos y la represión política no pueden coexistir.
Únete al boicot: no permitas que la innovación encubra la injusticia
El mundo debe ver el acuerdo Deloitte–KAUST por lo que es: una nueva pieza del esfuerzo continuo de Arabia Saudita por blanquear su imagen de cara al Mundial FIFA 2034.
Cada acuerdo tecnológico, cada conferencia sobre IA, cada colaboración público-privada contribuye a construir una ficción global de reforma. Pero el verdadero progreso no se funda en la censura y la intimidación.
Con la llegada de la FIFA 2034, es hora de desenmascarar el sportswashing y el techwashing como lo que realmente son: mecanismos para distraer de la opresión.
Activistas, espectadores y ciudadanos internacionales deben unirse para denunciar a las corporaciones e instituciones que apoyan al autoritarismo otorgándole legitimidad.
Boicotear el Mundial de Arabia Saudita 2034 no es solo un rechazo a un torneo: es una negativa a normalizar la tiranía disfrazada del lenguaje de la innovación.