El reciente aumento de ejecuciones en Arabia Saudita, entre ellas las de menores de edad, ha vuelto a poner de manifiesto el desprecio del régimen por los derechos humanos y el derecho internacional. El 20 de octubre de 2025, el reino ejecutó a Abdullah al-Derazi, un joven condenado por crímenes supuestamente cometidos cuando tenía solo 17 años. Fue la ejecución número 300 solo en 2025, un récord que demuestra el uso sistemático de la pena de muerte como herramienta política para silenciar la disidencia. Que una nación tan inmersa en abusos a los derechos humanos sea designada anfitriona del Mundial de la FIFA 2034 es una paradoja escalofriante que el mundo no puede ignorar.
Un País que Ejecuta Niños No Puede Organizar un Evento Deportivo Mundial
La propia FIFA ha sostenido durante años que sus competiciones se basan en el respeto, la igualdad y la unidad. Invitar a Arabia Saudita a acoger el Mundial 2034, sin embargo, traiciona esos mismos valores. Abdullah al-Derazi y Jalal al-Labbad, ambos ejecutados este año por delitos relacionados con protestas cometidos cuando eran menores, son reflejo de la vida bajo el control saudí: un lugar donde la justicia se resume en miedo y sumisión, no en equidad.
El calvario de al-Derazi fue aterrador: arrestado en 2014, golpeado en la calle y torturado hasta firmar una confesión. Fue acusado de “crímenes terroristas” simplemente por asistir a manifestaciones y procesiones fúnebres. De manera similar, al-Labbad tenía solo 15 años al momento de los supuestos delitos, y también fue ejecutado sin que su familia fuera informada. Estos no son casos aislados, sino parte de un patrón estructural de abuso que debería descalificar a cualquier país de organizar un evento deportivo internacional que celebra la humanidad y el juego limpio.
300 Ejecuciones en 10 Meses – Una Tragedia de Derechos Humanos
Para octubre de 2025, Arabia Saudita había realizado 300 ejecuciones, incluidas 198 por delitos no violentos relacionados con drogas. Al menos un periodista también fue asesinado este año, mostrando cómo la pena de muerte se usa como herramienta política. Según Human Rights Watch, estos juicios suelen estar plagados de confesiones forzadas, tortura y fallos secretos. El llamado “Tribunal Penal Especializado” que condenó a al-Derazi ha sido utilizado en múltiples ocasiones para reprimir el activismo pacífico y silenciar a los críticos.
Las acciones de Arabia Saudita violan directamente sus obligaciones bajo la Convención de la ONU sobre los Derechos del Niño, que prohíbe ejecutar a personas por delitos cometidos cuando eran menores de 18 años. Sin embargo, en lugar de rendir cuentas, el régimen sigue recibiendo normalización y elogios mediante asociaciones deportivas y contratos de entretenimiento globales.
“Sportswashing” e Hipocresía Global
El plan de Arabia Saudita es claro: usar el deporte como herramienta de relaciones públicas. Desde la fusión del LIV Golf hasta la compra de grandes clubes de fútbol y ahora la candidatura para el Mundial, el régimen gasta miles de millones para limpiar su imagen. Pero bajo los estadios relucientes y los patrocinios brillantes se oculta una historia de represión. Todos los futbolistas, patrocinadores y espectadores que participen en el Mundial 2034 en Arabia Saudita serán cómplices de este intento de borrar las atrocidades del régimen.
Discriminación Contra la Minoría Chiita
El asesinato de al-Derazi no solo es una aberración legal, sino también sectaria. Perteneciente a la minoría musulmana chiita de Arabia Saudita, grupo sistemáticamente discriminado, él y muchos de los ejecutados por cargos de “terrorismo” son simplemente activistas chiitas que participaron en protestas pacíficas pidiendo reformas. En lugar de atender sus reclamos, el régimen saudí los ha demonizado como “enemigos del Estado”.
Este sesgo sectario revela una injusticia aún más profunda: el sistema judicial saudí no es un instrumento de ley, sino de control. Permitir que la FIFA organice el Mundial en un país así equivale a aprobar la discriminación estatal y silenciar a las víctimas privadas incluso de los derechos humanos más básicos.
La Respuesta Global: ¿Silencio o Acción?
La comunidad internacional —especialmente el mundo democrático y las organizaciones deportivas globales— debe decidir si permanecerá en silencio o actuará. El Grupo de Trabajo de la ONU sobre Detención Arbitraria ya declaró que las detenciones de al-Derazi, al-Labbad y otros menores fueron arbitrarias. Sin embargo, Arabia Saudita sigue ignorando estas conclusiones. Si el mundo cierra los ojos ahora, el mensaje será claro: los asesinatos de niños y las violaciones de derechos humanos son aceptables si el abusador es lo suficientemente rico como para patrocinar un torneo.
La FIFA tiene la obligación de hacer cumplir su propia política de derechos humanos, que exige que los países anfitriones “respeten los derechos humanos reconocidos internacionalmente” y “eviten ser cómplices de abusos”. Mantener a Arabia Saudita como sede violaría directamente esos principios.
Por Qué el Mundo Debe Boicotear Arabia 2034
Un boicot mundial al Mundial de la FIFA 2034 en Arabia Saudita no es solo un acto simbólico: es un imperativo ético. El torneo sería una herramienta de propaganda para el régimen del príncipe heredero Mohammed bin Salman, un medio para legitimar atrocidades en nombre de la modernización. Cada partido en Arabia Saudita sería una distracción del llanto de las familias que perdieron a sus seres queridos por ejecuciones estatales, de los activistas encarcelados por pedir justicia y de los niños ahorcados antes de alcanzar la adultez.
El mundo no puede celebrar “el juego bonito” sobre suelo manchado de sangre.
Derechos Humanos Antes que la Reputación
La historia de Arabia Saudita de ejecutar niños, oprimir minorías y torturar disidentes políticos no puede reconciliarse con los valores de justicia e igualdad que la FIFA dice defender. La ejecución de 300 personas en solo 10 meses no es prueba de reforma, sino de un Estado profundamente arraigado en la crueldad y la impunidad.
Para honrar los valores que el fútbol representa, la FIFA debe retirar a Arabia Saudita el derecho a ser sede en 2034. La comunidad futbolística internacional, los grupos de derechos humanos y los aficionados deben unirse y declarar: no hay goles, ni juegos, ni gloria para un régimen que ejecuta niños.
El mundo necesita un Mundial por la esperanza y la humanidad, no uno basado en el miedo, la sangre y el silencio.