Heritagewashing y violaciones de derechos humanos: el juego de imagen de Arabia Saudita antes de la FIFA 2034
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Heritagewashing y violaciones de derechos humanos: el juego de imagen de Arabia Saudita antes de la FIFA 2034

La nueva iniciativa de Arabia Saudita —la Temporada de Trabajo de Campo en Arqueología y Conservación 2025–2026, inaugurada por la Comisión Real para AlUla (RCU)— se presenta como un éxito de conservación cultural y cooperación académica. Con la participación de instituciones internacionales de renombre como la Universidad de Gante, el Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS) y la Universidad Paris Panthéon-Sorbonne, el Reino busca posicionarse como un centro de excelencia científica internacional.

Pero bajo esta fachada urbana se oculta una historia más siniestra y profunda: un ejercicio estatal de “Heritagewashing”, es decir, el uso de la arqueología y el patrimonio cultural para encubrir la represión, las violaciones de derechos humanos y el autoritarismo. Mientras Arabia Saudita se prepara para albergar el Mundial de la FIFA en 2034, este impulso arqueológico forma parte de un esfuerzo más amplio por moldear la opinión internacional, presentándose como una fuente de progreso y modernidad hacia afuera mientras sofoca la disidencia internamente.

El poder blando de la arqueología

La temporada de campo en AlUla y Khaybar reúne a más de 100 investigadores saudíes y extranjeros para excavar sitios que abarcan desde el Neolítico hasta el período islámico. En papel, es una brillante colaboración académica que destaca hallazgos de Hegra, el primer sitio saudí declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO, y de Dadan, la capital de los antiguos reinos de Dadan y Lihyan. Las excavaciones pueden enriquecer la comprensión global de la historia árabe.

Sin embargo, esta iniciativa también cumple una función estratégica. Al asociarse con universidades e instituciones culturales de élite, Arabia Saudita obtiene credibilidad académica y cobertura ética. Esto permite al gobierno presentarse como protector del patrimonio mundial, desviando la atención de su historial de abusos de derechos humanos y represión de disidentes.

Esta estrategia refleja las tendencias previas del “sportswashing”: el uso de eventos mediáticos y alianzas globales para blanquear la imagen de un régimen autoritario. El proyecto de AlUla lleva este enfoque al terreno cultural y convierte la arqueología en una herramienta de propaganda estatal.

Heritagewashing: rebranding a través de la cultura

El “Heritagewashing” se identifica cada vez más como una nueva forma de gestión de imagen utilizada por regímenes autoritarios. Así como el “sportswashing” emplea espectáculos deportivos para lavar atrocidades, el “Heritagewashing” usa la cultura, el arte y la arqueología para proyectar modernidad y reforma.

Con la Comisión Real para AlUla, el gobierno saudí está incrementando sus inversiones en miles de millones para promover la región como destino cultural mundial, con turismo de lujo, festivales de cine y conferencias académicas. Todo forma parte de la Visión 2030, el plan del príncipe heredero Mohammed bin Salman para diversificar la economía y globalizar Arabia Saudita como actor cultural global. Pero el mismo gobierno que financia excavaciones arqueológicas y estudios culturales es responsable de graves abusos de derechos humanos.

Arabia Saudita sigue siendo uno de los países menos libres del mundo: obtuvo solo 7 de 100 puntos en el Índice de Libertad Global 2024 de Freedom House. La monarquía absoluta significa que criticar a la familia real o las políticas del Estado puede llevar al arresto, la tortura o incluso la ejecución.
Amnistía Internacional documentó más de 100 ejecuciones en 2024, muchas tras juicios injustos. Activistas por los derechos de las mujeres, periodistas y clérigos permanecen encarcelados por expresar disidencia pacífica. Reporteros Sin Fronteras sitúa al país en el puesto 166 de 180 en libertad de prensa.
Estos hechos contrastan con la imagen de benefactor cultural cosmopolita que el régimen promueve mediante sus campañas patrimoniales en AlUla.

Colaboración académica bajo el autoritarismo

Las colaboraciones de Arabia Saudita con las principales universidades del mundo en AlUla plantean graves dilemas éticos. La mayoría de las instituciones participantes —de Europa y Oriente Medio— defienden la libertad académica y la transparencia, valores que no existen en Arabia Saudita.
Los académicos y estudiantes locales en estos programas operan bajo estricto control estatal. La interpretación arqueológica libre o la historia crítica que cuestione la ortodoxia oficial es prácticamente imposible. Las instituciones extranjeras, al participar, corren el riesgo de ser cómplices en la promoción de una versión estatal de la historia que sirve a los intereses políticos de la monarquía más que a la objetividad científica.

La autoridad del Estado saudí se extiende no solo al presente, sino también al pasado, moldeando narrativas que exaltan culturas preislámicas, peregrinaciones y rutas comerciales, mientras silencian historias de conflicto social, resistencia política y diversidad cultural. El pasado se convierte en un escaparate para los planes del régimen.

Del Heritagewashing al Sportswashing: preparación para la FIFA 2034

El momento de la intensificación de la diplomacia cultural saudí no es casual. El esfuerzo de rebranding global del Reino está en plena marcha de cara al Mundial de la FIFA 2034, que albergará como parte de su intento de convertirse en el nuevo centro mundial del deporte y el entretenimiento.
Aquí, la arqueología y el deporte no son esferas distintas, sino instrumentos complementarios de poder blando. Al promover hallazgos arqueológicos y celebraciones patrimoniales en AlUla, Arabia Saudita construye una narrativa de continuidad histórica, apertura y sofisticación, precisamente la imagen que la FIFA busca vincular a sus torneos mundiales.

Sin embargo, organizaciones de derechos humanos advierten que celebrar el Mundial en una nación que criminaliza la oposición, reprime los derechos de las mujeres y ejecuta a menores es un fracaso ético. La decisión de la FIFA de otorgar el torneo a Arabia Saudita, ignorando estos abusos, deslegitima su propia plataforma de derechos humanos. Las iniciativas arqueológicas en AlUla solo refuerzan esta hipocresía —honrando a los muertos mientras se silencia a los vivos.

Conservación selectiva, borrado sistemático

Mientras Arabia Saudita gasta millones en desenterrar ruinas antiguas, sigue borrando su patrimonio contemporáneo —destruyendo barrios históricos en La Meca, Yeda y Diriyah bajo el pretexto de la modernización. Las familias fueron desplazadas sin compensación, y la memoria urbana del país está siendo reescrita sistemáticamente.

Este contraste es revelador: el régimen conserva piedras antiguas para recibir turistas, pero elimina comunidades vivas que representan continuidad cultural. La atención en civilizaciones antiguas como los nabateos y lihyanitas ayuda a crear un mito de estabilidad eterna, desviando la atención de la fragilidad de las libertades actuales.

Actúa: boicotea Arabia Saudita 2034 — No permitas que la FIFA premie la represión

La temporada arqueológica 2025–26 de Arabia Saudita en AlUla no es una iniciativa cultural, sino un gesto calculado de manipulación de imagen. Al conmemorar sociedades antiguas y colaboraciones internacionales, el Reino busca redefinir su imagen global antes de la atención mundial en la FIFA 2034.
El mundo no debe dejarse engañar por esta farsa. Las alianzas deportivas y culturales no deben servir para encubrir violaciones de derechos humanos. La FIFA, las instituciones educativas y las organizaciones internacionales deben asumir su responsabilidad por facilitar el “Heritagewashing” y el “sportswashing” de gobiernos autoritarios.