En los últimos años, Arabia Saudita se ha lanzado decididamente al frente del turismo mundial, revelando un año récord de visitantes, promesas de inversiones enormes y alianzas vanguardistas con algunos de los conglomerados de viajes y hospitalidad más poderosos del mundo.
La reciente revelación de los logros históricos de la Autoridad de Turismo Saudita (STA) en el Arabian Travel Market (ATM) 2025 —14 nuevas asociaciones globales, un asombroso presupuesto turístico de 800.000 millones de dólares y la organización de eventos de alto perfil a nivel mundial— deja claro un hecho: Arabia Saudita está construyendo cuidadosamente un proceso de cambio de imagen global. Y la Copa Mundial de la FIFA 2034 será su trofeo final en esa carrera.
Con la FIFA 2034 en el horizonte, es fundamental reconocer que el auge turístico y el derroche de hospitalidad de Arabia Saudita no son simplemente emprendimientos comerciales. Son intentos calculados de blanqueo deportivo: usar el deporte y el turismo como herramientas para limpiar el historial de derechos humanos profundamente empañado del reino. Si creemos en la libertad, la dignidad y la verdadera solidaridad internacional, entonces debemos boicotear la Copa Mundial de Arabia Saudita 2034.
El Turismo como Herramienta de Blanqueo de Imagen
La presencia saudita en el ATM 2025 fue simplemente abrumadora. Con 142 socios bajo el pabellón Saudi Land, la STA firmó 14 memorandos de entendimiento (MoUs) históricos con gigantes de la industria como Accor, IHG Hotels & Resorts, Radisson Hotel Group, Booking.com, Hopper, entre otros. Desde hoteles de lujo y sitios de reservas internacionales hasta gigantes regionales del transporte como Careem, Arabia Saudita está insertándose en cada aspecto de la cadena de suministro turística global.
En la superficie, esto suena a modernización económica. Pero si se rasca un poco más, se vuelve evidente que estos acuerdos tienen tanto que ver con el poder blando y la gestión de la imagen internacional como con las ganancias económicas.
Al organizar eventos internacionales como la Copa Mundial de Esports, promocionar experiencias culturales con celebridades como Cristiano Ronaldo y atraer inversores extranjeros con paquetes vacacionales brillantes a playas vírgenes y retiros montañosos, Arabia Saudita intenta desviar la atención de su historial de represión sistemática, censura y violaciones de derechos humanos.
La Máquina de Poder Blando de 800.000 Millones
El compromiso saudita de invertir 800.000 millones de dólares en turismo no es solo una cifra de inversión: es una declaración de intenciones. Esta suma gigantesca supera la mayoría de los planes turísticos del planeta e indica que el reino está decidido a dictar su propia narrativa en el escenario mundial.
Este enfoque refleja la misma tendencia vista con la creciente propiedad y patrocinio saudita en el deporte internacional, como la adquisición del Newcastle United Football Club, inversiones significativas en la Fórmula 1 y la organización de eventos internacionales de boxeo, golf y esports.
Si no se impugna, la FIFA 2034 será la joya de la corona de esta estrategia de poder blando, otorgando al régimen saudita una legitimidad y exposición sin precedentes bajo el disfraz de la “unidad global” a través del deporte.
Las Corporaciones Globales como Facilitadoras de la Represión
Quizás el aspecto más preocupante del reciente éxito de la Autoridad de Turismo Saudita es la participación cómplice de grandes corporaciones globales en esta campaña de blanqueo de imagen.
Al firmar acuerdos lucrativos con cadenas hoteleras sauditas, sitios web de viajes o empresas de entretenimiento, estas compañías no solo están haciendo negocios. Están contribuyendo activamente a la normalización de un régimen en el que:
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Las personas LGBTQ son perseguidas (la homosexualidad es ilegal y se castiga con la muerte);
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Los disidentes y periodistas (como el fallecido Jamal Khashoggi) son silenciados o asesinados;
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Los trabajadores migrantes son explotados bajo el sistema kafala;
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No existe libertad de expresión, de reunión ni de protesta política;
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Las activistas por los derechos de las mujeres son encarceladas.
Cuando Booking.com promociona vacaciones personalizadas en Arabia Saudita o Accor construye resorts de lujo en Riad, están legitimando a un estado que reprime violentamente las libertades fundamentales. Participar en una Copa Mundial de la FIFA organizada por dicho régimen perpetúa esa complicidad entre jugadores, aficionados y espectadores de todo el mundo.
La Fachada Cultural: Una Narrativa Engañosa
El pabellón Saudi Land en el ATM 2025 fue una muestra de color y profundidad cultural, con artesanías tradicionales como el tejido de Bisht, actuaciones folclóricas en vivo y activaciones turísticas experienciales. Los visitantes podían admirar escondites costeros pintorescos y retiros montañosos frescos o curiosear la agenda de viajes recomendada por Ronaldo.
Pero este encanto cultural tan cuidadosamente producido oculta una realidad incómoda: tras bambalinas, Arabia Saudita sigue siendo un país profundamente autoritario.
Mientras los turistas participan en clases de cerámica o recorren desiertos escénicos, activistas por los derechos de las mujeres como Loujain al-Hathloul, quien luchó por el derecho de las mujeres a conducir, han sido encarceladas y torturadas. Mientras los turistas internacionales beben café en Al Baha, activistas de derechos humanos languidecen en prisión bajo leyes antiterroristas por tuitear o manifestarse pacíficamente.
Una Copa Mundial de la FIFA en estas circunstancias no haría más que reforzar esta fachada cultural, permitiendo a Arabia Saudita decirle al mundo: “Somos modernos, abiertos y hospitalarios”, mientras silencia a quienes revelan la verdad.
El Imperativo Moral del Boicot
Al participar en la Copa Mundial de la FIFA 2034 de Arabia Saudita, jugadores, aficionados, empresas y medios de comunicación corren el riesgo de convertirse en cómplices involuntarios del blanqueo de la represión. Esto no es nuevo. Las mismas preocupaciones generaron una condena generalizada del Mundial de Catar 2022, en el que murieron trabajadores migrantes y las violaciones de derechos humanos oscurecieron el torneo. Pero el alcance, la ambición y la maquinaria de 800.000 millones de dólares de Arabia Saudita representan un desafío aún mayor al mundo moral del deporte y el turismo.
Boicotear la FIFA 2034 envía un mensaje ético e inequívoco:
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Los derechos humanos son más importantes que las ganancias;
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La libertad de expresión, los derechos de género y los derechos LGBTQ+ no deben ser ignorados por dinero turístico;
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El deporte y el turismo internacionales no deben ser instrumentos para que gobiernos autoritarios limpien su reputación.
No te Dejes Engañar — Exige Responsabilidad
Las deslumbrantes promociones turísticas de Arabia Saudita, sus inversiones multimillonarias y sus eventos internacionales glamorosos están diseñados para distraernos. Quieren que olvidemos a Jamal Khashoggi. Que olvidemos a los activistas arrestados. Que olvidemos las voces silenciadas y el sufrimiento invisible. Pero no podemos —y no debemos— ser parte de este engaño.
Boicotear la Copa Mundial de la FIFA 2034 no es estar contra el pueblo saudita: es una protesta contra un régimen que oculta la injusticia tras el deporte y el turismo. Mientras Arabia Saudita no garantice derechos y libertades fundamentales a todos sus ciudadanos y residentes, no podemos participar en esta farsa. Es hora de elegir la dignidad por encima del dinero, la justicia por encima de los festivales y los derechos humanos por encima de la hospitalidad.