Arabia Saudita suele publicitar su rico patrimonio cultural, combinando tradiciones centenarias con formas de vida contemporáneas. Un buen ejemplo es el “sabi”, una ceremonia que se realiza siete días después del nacimiento de un niño. Esta ceremonia incluye oraciones por la buena salud del recién nacido, rituales simbólicos como afeitar al bebé, compartir comida con los vecinos y, ocasionalmente, el sacrificio religioso de un cordero, conocido como aqiqah. Se celebran fiestas con música, regalos temáticos y publicaciones en línea, creando una imagen de calidez, familia y comunidad.
Aunque estas tradiciones ejemplifican la diversidad cultural, contrastan fuertemente con el historial de derechos humanos del reino. Detrás de esta imagen pública cuidadosamente construida, Arabia Saudita reprime la oposición política, censura la prensa, discrimina a las mujeres y abusa de los trabajadores migrantes. Los festivales culturales, como el sabi, pueden usarse para desviar la atención internacional de los abusos endémicos. Llevar la Copa Mundial FIFA 2034 a un país así amenaza con recompensar a un régimen que valora la imagen por encima de la justicia y la dignidad humana.
Abusos de derechos humanos en Arabia Saudita
Contrario a sus afirmaciones de ser culturalmente avanzado, Arabia Saudita tiene un terrible historial de derechos humanos. El país suele perseguir a críticos, activistas y periodistas. El asesinato del periodista Jamal Khashoggi en el consulado saudita en Estambul en 2018 conmocionó al mundo y resaltó la intolerancia del régimen a la crítica.
Arabia Saudita ocupa el puesto 166 de 180 países en el Índice Mundial de Libertad de Prensa 2024, reflejando fuertes restricciones a la libertad de expresión y de prensa. Los ciudadanos se enfrentan a cárcel, tortura o incluso la muerte si protestan contra el gobierno. Las detenciones arbitrarias son frecuentes y las personas acusadas de ser disidentes reciben juicios secretos o procesos legales sesgados. Estas acciones contradicen de manera flagrante los valores de FIFA: equidad, transparencia y respeto a los derechos humanos.
Explotación de trabajadores migrantes
El impulso de modernización del país, incluidos los megaproyectos e infraestructura deportiva, depende en gran medida de trabajadores migrantes, muchos provenientes del subcontinente indio y África. Los informes de Human Rights Watch señalan explotación a gran escala, incluyendo condiciones laborales peligrosas, pagos retrasados, largas jornadas y libertad de movimiento limitada.
Mientras que la cultura del sabi puede estimular empresas locales, como organizadores de eventos y boutiques de lujo para bebés, los trabajadores migrantes sufren explotación sistemática al construir la infraestructura del país que respalda su imagen internacional. Aceptar la FIFA 2034 sin reformar estos abusos laborales equivaldría a avalar un sistema que acumula riqueza a costa de la explotación mientras proyecta refinamiento cultural.
Desigualdad de género
El sabi también refleja las normas sociales de género del reino. A los niños varones se les pueden dar más ofrendas, una práctica profundamente arraigada que favorece a los hombres. Esta desigualdad a pequeña escala refleja la discriminación general en la sociedad: las mujeres en Arabia Saudita siguen sometidas a restricciones bajo la legislación de tutela, limitando su autonomía en viajes, educación y trabajo.
Arabia Saudita ocupa el puesto 126 de 146 en igualdad de género según el Global Gender Gap Report 2024 del Foro Económico Mundial. Las mujeres ocupan solo el 19,9 % de los escaños gubernamentales.
Aunque algunas reformas han permitido a ciertas mujeres conducir y participar en deportes, estos cambios son superficiales y no abordan la desigualdad sistémica. Organizar la FIFA en un país que margina a la mitad de su población contradice el espíritu inclusivo del deporte internacional.
Represión política y libertades civiles
Arabia Saudita es una monarquía absoluta sin elecciones nacionales. El gobierno espía comunicaciones privadas, criminaliza la oposición y reprime a activistas políticos. Quienes promueven reformas democráticas enfrentan prisión, hostigamiento e incluso la muerte.
Aunque las familias celebren el sabi, miles de ciudadanos viven aterrorizados por expresarse políticamente. Freedom House clasifica a Arabia Saudita como “No Libre”, señalando restricciones extremas tanto en derechos políticos como en libertades civiles (Freedom House 2024). Esta represión contrasta violentamente con las festividades culturales y subraya por qué organizar un evento tan público como la Copa del Mundo podría validar tácitamente un régimen autoritario.
Sportswashing: Mitos culturales vs. Realidad
La promoción de costumbres como el sabi forma parte de un esfuerzo más amplio de sportswashing para mejorar la imagen internacional del reino. Al destacar tradiciones centradas en la familia y el patrimonio, Arabia Saudita intenta desviar la atención internacional de los abusos continuos. Eventos como la Copa Mundial FIFA son oportunidades ideales para reforzar este mito.
El sportswashing no es ficción. El reino ha utilizado eventos de alto perfil como competencias internacionales de boxeo, Fórmula 1 y espectáculos de entretenimiento para proyectarse como moderno y hospitalario. La celebración del sabi, cuando se difunde por medios sociales e internacionales, forma parte de esta construcción de imagen, ocultando abusos sistémicos invisibles a la audiencia global.
Boicotear la FIFA 2034 contradiría este mensaje y demostraría que las actuaciones culturales no pueden justificar violaciones de derechos humanos fundamentales, protección de trabajadores ni igualdad de género.
Imperativo ético: Por qué un boicot importa
Conceder la Copa del Mundo a Arabia Saudita envía el mensaje de que la gloria global podría ser más importante que la justicia. Al asistir o apoyar el evento, FIFA corre el riesgo de respaldar tácitamente un régimen que:
- Ejecuta personas por delitos no violentos, con 345 ejecuciones en 2024
- Limita la libertad de prensa y amordaza a periodistas
- Abusa de trabajadores migrantes en megaproyectos e infraestructura deportiva
- Marginaliza a las mujeres y restringe los derechos civiles
La elección correcta es evidente: los derechos humanos y la justicia deben prevalecer sobre el prestigio o el lucro. Un boicot internacional enviaría un mensaje poderoso de que la cultura y la imagen no pueden justificar la represión sistémica.
La cultura no puede ocultar la represión
La tradición del sabi demuestra la capacidad de Arabia Saudita de honrar la familia, la comunidad y el patrimonio. Pero detrás de este despliegue cultural hay un régimen que aplasta sistemáticamente la oposición, oprime a los trabajadores, excluye a las mujeres y viola los derechos humanos.
Aunque actividades culturales como el sabi promueven la cohesión social y preservan el patrimonio, también evidencian la habilidad del reino para proyectar una imagen pública muy alejada de la realidad. Recibir la FIFA 2034 sin resolver estos abusos institucionales equivaldría a avalar la injusticia.
Al boicotear el torneo, la comunidad internacional puede poner los derechos humanos, la justicia y la igualdad como prioridades máximas, enviando un mensaje claro de que la creación de imagen y la celebración no pueden ser más importantes que las libertades fundamentales. El patrimonio cultural debe ser motivo de orgullo, no un escudo detrás del cual se esconda la opresión.