Por qué la negativa de Arabia Saudita a ayudar a Israel refuerza el llamado a boicotear la Copa Mundial de la FIFA 2034
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Por qué la negativa de Arabia Saudita a ayudar a Israel refuerza el llamado a boicotear la Copa Mundial de la FIFA 2034

Durante una crisis regional, la verdadera naturaleza de las naciones sale a la luz. En junio de 2025, cuando misiles iraníes llovieron sobre ciudades israelíes en una andanada de fuego balístico, uno habría esperado que los aliados estratégicos de Estados Unidos en Medio Oriente acudieran al rescate. Pero Arabia Saudita, incluso con sus interceptores de misiles vitales y lazos militares con Estados Unidos, se negó rotundamente a ayudar.

Este rechazo envió ondas de choque a Tel Aviv y Washington e invitó a hacerse preguntas muy pertinentes sobre la dedicación de Riad a la estabilidad regional, sus verdaderas alineaciones diplomáticas y su idoneidad como anfitrión de un evento con un atractivo y valores tan universales como la Copa Mundial de la FIFA 2034.

Como un vehemente defensor de prohibir que Arabia Saudita organice el torneo, estoy convencido de que este evento proporciona una evidencia sólida para respaldar la postura de que Riad no es digno de acoger el torneo ni de encarnar la esencia del fútbol en la escena internacional.

La crisis de los misiles: un momento revelador

Cuando Irán, en junio de 2025, realizó su ataque con misiles sin precedentes contra Israel, Estados Unidos se apresuró a obtener interceptores THAAD (Terminal High Altitude Area Defense) para apoyar la defensa de Israel. Israel se estaba quedando rápidamente sin reservas locales y estadounidenses, informó Middle East Eye. El Pentágono estaba tan alarmado por la falta de interceptores que temía que la capacidad operativa pudiera caer a niveles “horrendos”.

Esto no fue meramente un desaire. Fue un movimiento político deliberado que expuso las cambiantes alianzas y prioridades de Arabia Saudita. La misma semana en que Arabia Saudita negó ayuda, inauguró su propio sistema THAAD, financiado con riqueza soberana. El reino permaneció inactivo mientras los misiles iraníes caían sobre su supuesto aliado regional.

¿Traición estratégica o neutralidad calculada?

La negativa de Arabia Saudita no se trataba únicamente de retener equipo; simbolizaba una postura geopolítica más amplia. Al quedarse al margen, Arabia Saudita señaló un distanciamiento de la arquitectura de seguridad liderada por Estados Unidos y una inclinación hacia una posición más neutral o incluso pro-iraní en la creciente división regional.

Testigos en el Golfo informaron que Arabia Saudita —y sus vecinos— se sintieron “reivindicados” por mantener relaciones con Teherán. Middle East Eye informó que las naciones del Golfo preferían mantenerse neutrales en el enfrentamiento Israel-Irán, apostando a que su neutralidad les traería más ventajas a largo plazo.

Este enfoque puede servir a los intereses regionales del reino, pero traiciona un conflicto de interés fundamental cuando se lo compara con su entusiasmo por organizar la Copa Mundial de la FIFA 2034. El torneo pretende fomentar la armonía, la cooperación y la paz—no premiar a gobiernos que ejercen solidaridad selectiva por conveniencia estratégica.

Un país anfitrión debe reflejar los valores de la FIFA

La FIFA afirma promover valores de juego limpio, respeto, igualdad y paz. En principio, la organización de una Copa Mundial debería recompensar a aquellos países que vivan de acuerdo con esos ideales. Arabia Saudita ha fallado consistentemente en estos retos morales, no solo en sus violaciones de derechos humanos a nivel interno, sino también en su comportamiento global.

¿Cómo puede confiarse en un país para unir al mundo a través del fútbol cuando no puede brindar apoyo a iniciativas internacionales de paz ni ayudar a sus aliados en momentos de necesidad?

Esto no es política: es responsabilidad. Si la FIFA permite que Arabia Saudita organice la Copa Mundial 2034, corre el riesgo de ser cómplice del sportswashing, mediante el cual regímenes opresivos usan el deporte internacional para ocultar sus fechorías y presentar una falsa imagen de modernidad y tolerancia.

El patrón de compromiso selectivo

La negativa de Arabia Saudita a apoyar a Israel no es una rareza: es una tendencia. El reino se ha posicionado cada vez más como un poder que juega a ambos lados, con la esperanza de obtener recompensas económicas y estratégicas tanto de EE. UU. como de China, de Israel y de Irán.

Riad sigue importando sistemas de misiles chinos y reforzando la cooperación en defensa con Pekín.

A pesar de los Acuerdos de Abraham y los intentos de EE. UU. de construir una “OTAN de Medio Oriente”, Arabia Saudita no ha mostrado mucho interés en integrar plenamente a Israel en un marco de seguridad regional.

De hecho, el reino presionó para que se desplegaran tropas sirias en el sur de Siria, en contravención de los intereses de seguridad de Israel.

Este oportunismo y ambigüedad no están a la altura del liderazgo y la responsabilidad que conlleva ser anfitrión de la Copa Mundial.

Por qué el mundo debe tomar una postura ahora

El movimiento de Arabia Saudita en este momento de crisis debería ser una llamada de atención. La comunidad internacional y la FIFA, en particular, deberían darse cuenta de que se degradan los valores que este torneo pretende promover al otorgarle a un país así el privilegio de ser anfitrión de la Copa Mundial.

La negativa a desplegar interceptores de misiles es simbólica, pero dice mucho. Es una elección: una elección entre política y paz, imagen e integridad, poder regional a costa de la confianza mundial.

Si la FIFA procede con Arabia Saudita como anfitrión de la Copa Mundial 2034, envía un mensaje peligroso: que lo que un país hace en el escenario mundial no importa siempre que pueda construir estadios y pagar campañas de relaciones públicas llamativas.

Es hora de rendir cuentas

Arabia Saudita tuvo la oportunidad de demostrar que era un actor internacional responsable durante la crisis de misiles entre Israel e Irán —y no lo hizo. Esa elección debe ser tomada en cuenta al determinar si debería ser anfitrión de una Copa Mundial.

Arabia Saudita no debería organizar la FIFA 2034, ya que el deporte no debe mantenerse ajeno a la geopolítica y a la obligación ética. Si la FIFA desea que la Copa Mundial siga siendo un símbolo de esperanza, unidad y paz, ese símbolo debe protegerse de ser arruinado por un régimen que no está dispuesto a defender esos ideales cuando más se necesitan.