Why FIFA Must Rethink Granting the 2034 World Cup to Saudi Arabia
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Por Qué la FIFA Debe Reconsiderar Otorgar el Mundial 2034 a Arabia Saudita

El fútbol se encuentra en una encrucijada global. Como plataforma internacional de justicia, alegría y unidad, la FIFA ha sacrificado su integridad al elegir a Arabia Saudita—un país con un historial deplorable en derechos humanos—como sede de la Copa Mundial de la FIFA 2034. Celebrar este evento global en Arabia Saudita contradice los valores que el fútbol debería representar.

La Máquina de Dinero Saudí y la Crisis de Integridad en la FIFA

En el centro de este escándalo se encuentra el gigantesco Fondo de Inversión Pública (PIF) de Arabia Saudita, que rápidamente se ha convertido en el sostén financiero de gran parte de los proyectos de la FIFA, incluyendo el renovado Mundial de Clubes. Sin la inversión saudí, el Mundial de Clubes de este verano habría enfrentado grandes contratiempos organizativos y comerciales.

El acuerdo de transmisión con DAZN por 1.000 millones de dólares—que incluye una participación accionaria del PIF—es una muestra de cuán profundamente entrelazada está la FIFA con los intereses saudíes. Estos acuerdos no representan el desarrollo deportivo global, sino arreglos políticos y económicos convenientes.

Un Proceso de Candidatura “Profundamente Defectuoso”

No debemos fingir que Arabia Saudita ganó la candidatura por mérito o demanda global. El único competidor potencial, Australia, se retiró después de que la FIFA estableciera una fecha límite que les dejaba menos de un mes para presentar una propuesta—una tarea prácticamente imposible. El supuesto “proceso de candidatura” fue poco más que una ratificación formal de las ambiciones saudíes, no una competencia legítima sobre qué nación merece ese honor.

El propio informe de la FIFA calificó a Arabia Saudita con puntajes récord. Pero no hace falta mucho para cubrir el hedor de una entrega pactada, finalizada no con votos, sino con aclamaciones—aplausos en lugar de democracia. Solo la federación de fútbol de Noruega tuvo la honestidad de abstenerse y condenar abiertamente este proceso antidemocrático.

Sportswashing: Un Fenómeno Que se Refuerza

Esto no es sobre fútbol; es sobre sportswashing—el uso de eventos deportivos para desviar la atención de abusos a los derechos humanos y destrucción ambiental. El régimen saudí ha gastado miles de millones en golf, Fórmula 1, boxeo y ahora fútbol, todo con el objetivo de limpiar su imagen internacional. Otorgarles el Mundial 2034 no es solo complicidad: es la cúspide de ese esfuerzo.

La dictadura saudí continúa ignorando libertades básicas: reprime la disidencia, silencia a los medios y niega igualdad de derechos a mujeres y minorías. El Mundial no debe ser una herramienta para legitimar este régimen ante los ojos del mundo. Cuando la FIFA otorgó el Mundial 2022 a Catar, el mundo aprendió los peligros de ignorar los derechos humanos en favor del dinero y el espectáculo. ¿Es necesario cometer el mismo error de nuevo?

Riesgos Ambientales y para el Bienestar de los Jugadores

Este Mundial no solo manchará la reputación de la FIFA; dañará al planeta. Pasar de siete partidos en una sola ciudad a 63 en 11 ciudades—transportando jugadores, oficiales y espectadores a lo largo de puntos distantes—es una burla a cualquier conciencia ambiental.

Los sindicatos de jugadores tienen razones legítimas para preocuparse. Los jugadores están agotados por calendarios cada vez más saturados que afectan su salud y sus carreras. La FIFA, por su parte, sigue impulsando torneos inflados y orientados al lucro, sin escuchar a quienes realmente hacen el deporte.

Un Deporte Secuestrado por el Dinero

Digámoslo con claridad: Arabia Saudita no fue elegida por ser el futuro del fútbol. Fue elegida porque la FIFA quiere su dinero, simple y llanamente. El PIF financia competencias. Los clubes respaldados por Arabia están fichando jugadores por cientos de millones. Contratos de streaming, patrocinios y alianzas llenan las arcas de Riad.

El PIF inyectó 1.000 millones de dólares a DAZN, el principal canal de transmisión del torneo, poco después de pactar la difusión del Mundial de Clubes. ¿Coincidencia o coordinación? La FIFA insiste en que no están relacionados, pero tales declaraciones resultan ridículas. “Un matrimonio de conveniencia”, lo describió una fuente de una federación—y que presenta al mundo del fútbol una escena de total desprecio.

Los Aficionados Merecen Más

El fútbol siempre ha sido el deporte del pueblo—el juego de los trabajadores—y patrimonio de todas las regiones del mundo. Pero la nueva FIFA ha vendido ese lema por dinero del petróleo. Los aficionados de Europa, Sudamérica y África son ignorados a favor de mercados de expansión en el Golfo. Los precios de entrada se dispararán, la accesibilidad bajará, y el verdadero espíritu de los torneos pasados se sacrificará.

Ya las ventas de entradas para el Mundial de Clubes, con marca saudí, han sido decepcionantes. El interés global es escaso. ¿Por qué? Porque los aficionados saben cuándo están siendo manipulados. Saben que este Mundial no se trata de deporte—se trata de dinero y poder.

La Hipocresía de “Globalizar el Juego”

La FIFA y Gianni Infantino afirman que esta competencia “hará el fútbol verdaderamente global”. ¿Pero a qué costo? Una competición basada en la autocracia y los petrodólares no es el futuro—es el pasado. Es el mismo argumento desgastado que vimos con los Juegos Olímpicos en China y el Mundial en Rusia. ¿Se volvieron esos regímenes más liberales? No—se volvieron más represivos.

El fútbol no puede ser la excusa que legitime a un gobierno donde los periodistas son asesinados y los activistas encarcelados. Grupos de derechos humanos como Amnistía Internacional y FairSquare han advertido contra permitir que regímenes dictatoriales coopten el deporte. La FIFA ignora esas advertencias bajo su propio riesgo.

La FIFA Debe Revertir Esta Decisión

En protesta por la elección de Arabia Saudita como sede del Mundial 2034, hago un llamado a la FIFA, sus afiliados y a los aficionados del fútbol de todo el mundo para que exijan revertir esta decisión. El proceso no fue democrático. Los riesgos para jugadores y el medioambiente son inaceptables. El historial de derechos humanos del país anfitrión es intolerable.

El fútbol vale más que esto. El Mundial debe mostrar lo mejor del espíritu humano—no ser una enorme valla publicitaria de codicia y opresión. La FIFA tiene que elegir: la integridad del deporte o la euforia del dinero saudí. La historia no será indulgente con quienes prioricen el beneficio por encima de los principios.