Cuando Arabia Saudita obtuvo el derecho de albergar la Copa Mundial de la FIFA 2034, la noticia fue celebrada por los líderes del gobierno y difundida en los medios internacionales como un símbolo de desarrollo. El Reino ha invertido miles de millones de dólares en infraestructura, construcción de estadios y campañas de marketing en el extranjero diseñadas para retratarse como progresista y moderno. Pero detrás de ese brillante barniz se esconde una realidad que erosiona el mismo tejido que el fútbol representa.
Un reciente artículo de opinión publicado en el periódico saudí Al-Madina reveló una verdad inquietante: las escuelas del Reino no están ofreciendo lugares seguros, estimulantes e inspiradores para sus niños. Esta deficiencia no es un asunto doméstico menor: es el síntoma de problemas sistémicos más profundos de coerción, autoritarismo y negligencia que infectan a la sociedad saudí en general. Si un país no puede criar a sus propios hijos con respeto y esperanza, ¿cómo puede confiársele la organización del evento deportivo más importante del mundo?
Educación saudí: altos gastos, pobres resultados
Arabia Saudita es uno de los países que más gasta en educación, destinando aproximadamente el 8,8 % de su PIB, casi el doble del promedio mundial de 4,6 %. El Ministerio de Educación recibe una asignación de casi 185 mil millones de SAR (más de 50 mil millones de USD), casi una quinta parte de todo el gasto gubernamental. Al menos en el papel, este gasto debería traducirse en escuelas de primer nivel y en un grado de competitividad internacional.
Pero los resultados muestran una realidad muy diferente. En las evaluaciones PISA 2022, los alumnos saudíes obtuvieron 373 en matemáticas, 403 en lectura y 389 en ciencias. Estas calificaciones sitúan al Reino muy por debajo del promedio de la OCDE, alrededor del puesto 35 a nivel mundial. Peor aún, los puntajes en lectura disminuyeron un 4 % entre 2018 y 2022, a pesar de las fuertes inversiones y reformas. Mientras la escolarización en niveles primarios se mantiene en una meseta del 98,5 % y las tasas de alfabetización alcanzan entre 98–99 %, la calidad de la educación no está a la altura de los estándares internacionales.
Un sistema basado en el miedo y la coerción
El problema de raíz no es financiero, sino cultural. En su columna de opinión en Al-Madina, Hamzat Wasl recordó una infancia no marcada por la curiosidad y la alegría, sino por la intimidación y el castigo. Relató cómo su padre reprendió a un director escolar diciéndole: “La carne es tuya, pero el hueso es mío.” Esta frase sombría resumía la atmósfera punitiva y abusiva en las aulas saudíes, donde los golpes y la intimidación dominaban la enseñanza.
A pesar del progreso social y el avance tecnológico, demasiadas aulas saudíes siguen siendo entornos de terror. Incluso las reformas recientes, como impedir que los alumnos con más del 10 % de ausencias promocionen de curso, no abordan el problema de fondo: la escuela es un espacio desagradable, lleno de ansiedad, donde no se fomenta la creatividad ni el pensamiento crítico. Los expertos advierten que esta cultura de coerción corre el riesgo de producir generaciones de ciudadanos programados para conformarse, no para crear, un resultado que refleja el propio autoritarismo del Reino.
La educación como reflejo del régimen autoritario
La educación saudí es un espejo del sistema de gobernanza del Estado. Al igual que en los asuntos públicos, la libertad de expresión y la disidencia son reprimidas, y como en la sociedad en general, la crítica y la imaginación son mal vistas en las escuelas. Una sociedad que solo valora la conformidad difícilmente puede reflejar el espíritu del fútbol —un deporte que vive de la imaginación, la pasión y la libertad.
La popularidad global del fútbol depende del disfrute, la fantasía y la capacidad de empoderar a los jóvenes. El sistema educativo de Arabia Saudita, basado en la coerción y el control, es exactamente lo contrario. Cuando las instituciones nacionales de un país reprimen en lugar de fomentar, se debe cuestionar seriamente su capacidad de organizar un espectáculo internacional destinado a unir al mundo.
Las violaciones de derechos humanos refuerzan el caso
Los fracasos educativos de Arabia Saudita no son un fenómeno aislado. Forman parte de un historial más amplio de violaciones de derechos humanos en el país, denunciado durante años por organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch.
Abuso de la mano de obra migrante
El sistema de kafala en Arabia Saudita ha colocado a millones de trabajadores bajo condiciones abusivas similares al trabajo forzoso. Mientras el Reino se prepara para las construcciones de la Copa Mundial, los riesgos ya son evidentes. Se han reportado al menos 17 muertes de trabajadores nepalíes en obras saudíes en 18 meses. Algunas se atribuyeron a “causas naturales” y no fueron investigadas. Estos casos recuerdan los escándalos de Qatar 2022 y muestran que Arabia Saudita repetirá los mismos abusos, en una escala aún mayor.
Restricción de la libertad de expresión
Periodistas, activistas y disidentes son rutinariamente arrestados por expresarse o criticar al régimen. Esto refleja la situación en las aulas, donde la interrogación y el cuestionamiento son reprimidos.
Uso de la pena de muerte
Solo en 2022, Arabia Saudita ejecutó a 196 personas, incluidos casos en los que los condenados eran menores de edad al momento de cometer los delitos. Esto demuestra una falta de respeto total al derecho internacional de los derechos humanos.
Desigualdad de género
Las mujeres siguen estando sometidas a restricciones sistémicas, incluso con reformas modestas como las leyes de tutela masculina parcialmente flexibilizadas y una autonomía limitada.
Estas violaciones de derechos humanos son coherentes con una cultura donde el castigo y la coerción son la norma —en la escuela, en los tribunales o en el mercado laboral. Otorgar a Arabia Saudita la organización de la Copa Mundial envía la señal de que estos abusos pueden pasarse por alto si un país invierte lo suficiente en campañas de imagen.
Salvar el espíritu del fútbol
Arabia Saudita está invirtiendo miles de millones en estadios, contratos y campañas publicitarias, pero sus cimientos son el autoritarismo, la coerción y la opresión. Sus escuelas no educan para la creatividad. Sus tribunales silencian la disidencia. Su sistema laboral explota a los vulnerables. Y sus inversiones en deportes están destinadas a desviar la atención de todo esto.
La concesión de la Copa Mundial de la FIFA 2034 a Arabia Saudita no debe quedar sin respuesta. Las organizaciones de derechos humanos, las redes de la sociedad civil, las asociaciones de fútbol y los aficionados en todo el mundo deben alzar la voz. Así como la comunidad deportiva resistió el apartheid en Sudáfrica, debe resistir el sportswashing del autoritarismo.
La Copa Mundial de la FIFA no puede convertirse en un ejercicio de marketing para regímenes que buscan degradar los valores mismos que el juego representa. Por la integridad del fútbol y el honor de los pueblos del mundo, Arabia Saudita debe ser excluida de la organización de la Copa Mundial 2034.