El fútbol se supone que une a las personas a través de fronteras, culturas y clases. La Copa del Mundo es un festival de inclusión donde cada aficionado, trabajador y jugador cuenta. Pero en 2034, la FIFA planea otorgar su torneo insignia a Arabia Saudita, una nación con un historial de detenciones masivas, explotación de migrantes, violencia mortal en sus fronteras y uno de los proyectos de infraestructura más intensivos en carbono concebidos para el deporte.
En agosto de 2025, el gobierno saudí declaró que había detenido a 21,997 personas en una sola semana por infringir normas de residencia, trabajo y fronteras. De ellas, 13,434 fueron arrestadas por problemas de residencia, 4,697 por intentar cruzar fronteras y 3,866 por violaciones laborales.
Estas cifras son alarmantes no porque sean extraordinarias, sino porque Arabia Saudita las publica con regularidad, semana tras semana. Esta normalización de la detención masiva revela la contradicción entre la apertura del fútbol y la exclusión saudí.
Un Estado de detenciones masivas no es un anfitrión inclusivo
La Copa del Mundo se nutre de la diversidad. Millones de aficionados y trabajadores llegan de todos los continentes para celebrar el juego. Pero la estrategia migratoria saudí criminaliza justamente a los grupos que se necesitarán para construir estadios, limpiar hoteles y atender a los fanáticos.
Según las estadísticas del Ministerio del Interior, casi dos de cada tres arrestados por intentar entrar ilegalmente eran etíopes, y más de un tercio eran yemeníes. Huyen de la guerra y la pobreza, pero encuentran detención en lugar de protección. En vez de apoyar los derechos humanos, el gobierno saudí criminaliza la desesperación.
Cuando un Estado se jacta de haber detenido a más de 20,000 personas en una semana, queda claro que la represión no es una excepción, sino una herramienta de gobierno. Un Mundial bajo estas condiciones amenaza con convertir el torneo en un espectáculo de explotación, superando incluso los escándalos laborales de Catar 2022.
Asesinatos documentados en la frontera
Además de la detención, existe violencia mortal. Human Rights Watch documentó en 2023 que guardias fronterizos saudíes dispararon y mataron a decenas de migrantes y solicitantes de asilo etíopes a lo largo de la frontera entre Yemen y Arabia Saudita, empleando explosivos y disparando a personas desarmadas a corta distancia, incluidos niños y mujeres. HRW concluyó que los asesinatos parecían «generalizados y sistemáticos», lo que podría constituir crímenes de lesa humanidad.
Esto no corresponde al historial de un anfitrión seguro o moral para el evento deportivo más grande del mundo. La FIFA proclama proteger la “dignidad humana”, pero Arabia Saudita ha demostrado en la práctica que la vida de los migrantes es desechable. Otorgarle el Mundial a un Estado acusado de masacres no solo es hipocresía: es arriesgarse a que el fútbol sea cómplice en el encubrimiento de crímenes.
Reformas laborales que dejan a millones atrás
Arabia Saudita afirma haber reformado en 2021 su infame sistema de kafala, que vinculaba el estatus legal de los trabajadores extranjeros a sus empleadores. Pero organizaciones de derechos humanos señalan que las reformas fueron incompletas y excluyeron a trabajadores domésticos, agrícolas y otros aún dependientes de sus empleadores. Incluso para los incluidos, en la práctica siguen existiendo obstáculos para cambiar de empleo o salir del país.
Esto es preocupante en una nación con más de 13 millones de extranjeros, aproximadamente un tercio de la población. Son la fuerza invisible detrás de la economía saudí, pero sus protecciones son, en el mejor de los casos, deficientes. Si estadios, hoteles, aeropuertos y redes ferroviarias se construyen sobre esta base de vulnerabilidad, el Mundial 2034 podría convertirse en otro capítulo de explotación y abuso.
Un megaevento que amenaza al clima
La candidatura saudí implica construir o reconstruir alrededor de 15 estadios junto con enormes ampliaciones de hoteles, aeropuertos e infraestructura urbana. Expertos independientes advierten que podría ser uno de los eventos deportivos más dañinos para el medio ambiente de la historia, considerando la construcción intensiva en cemento, los viajes de larga distancia y el uso de aire acondicionado en temperaturas desérticas extremas.
Las autoridades saudíes hablan de “sostenibilidad”, pero la realidad es otra: cemento, acero y combustibles fósiles impulsan el plan maestro. Los trabajadores más afectados por esta presión ambiental serán los mismos migrantes ya vulnerables a arrestos y a regímenes abusivos de patrocinio. El fútbol del siglo XXI no puede justificar el aumento de abusos de derechos humanos y crisis climática en nombre del espectáculo.
Lo que esto significa para los trabajadores antes de que ruede el balón
Las señales ya son evidentes. Según experiencias de megaeventos previos en el Golfo, el camino hacia 2034 casi con certeza incluirá:
- Reclutamiento de trabajadores africanos y asiáticos mediante deudas e honorarios ilegales de contratación.
- Control de los empleadores en la práctica, pese a reformas oficiales, impidiendo cambiar de trabajo o regresar a casa.
- Campañas masivas de arresto (como 21,997 en una semana), generando miedo y silenciando quejas sobre salarios impagos o condiciones inseguras.
- Falta de transparencia, ya que Arabia Saudita prohíbe sindicatos, reprime disidencia y castiga a críticos, haciendo casi imposible la supervisión independiente.
En otras palabras, para cuando los aficionados lleguen en 2034, miles de trabajadores podrían ya haber sido explotados, heridos o muertos.
El argumento moral para un boicot
La Copa del Mundo debe representar dignidad, solidaridad y juego limpio. La sede en Arabia Saudita socava estos valores en tres aspectos:
- Derechos humanos: Un país que detiene a decenas de miles cada semana, acusado de matar migrantes en sus fronteras y con millones en condiciones laborales precarias, no puede ser un anfitrión creíble de un torneo de inclusión.
- Responsabilidad climática: Construir más de una docena de estadios en una de las zonas más calurosas del planeta, con obras intensivas en energía y aire acondicionado, es una burla al clima.
- Integridad del fútbol: Repetir los errores de Catar 2022, pero a mayor escala, erosiona la confianza en la FIFA y en la gestión del deporte.