La FIFA decidió oficialmente adjudicar a Arabia Saudita la Copa del Mundo 2034, desatando una tormenta de debates y críticas. Algunos lo ven como un posible catalizador de cambio, mientras que otros consideran que contradice flagrantemente el compromiso declarado de la FIFA con los derechos humanos.
Arabia Saudita fue el único candidato oficial después de que la Confederación Asiática de Fútbol (AFC) respaldara rápidamente su propuesta, dejando fuera una posible candidatura de Australia. Aunque la decisión no sorprendió debido al peso geopolítico y los vastos recursos financieros saudíes, plantea profundas dudas sobre los valores de la FIFA y la integridad de su compromiso con los derechos humanos.
Una respuesta dividida
Los defensores de la decisión sostienen que llevar un evento deportivo de primer nivel a Arabia Saudita podría abrir puertas a reformas. La reconocida periodista deportiva Tracey Holmes lo calificó como “una oportunidad única en una generación” para un cambio social positivo. Mensajes de felicitación de celebridades, deportistas y funcionarios de todo el mundo inundaron a la Asociación Saudita de Fútbol y al príncipe heredero Mohammed bin Salman, mostrando una aceptación creciente entre las élites.
Sin embargo, esta visión optimista está lejos de ser universal. Las organizaciones de derechos humanos fueron implacables en sus críticas. Human Rights Watch predijo sin rodeos: “Es casi seguro que el Mundial 2034 estará marcado por violaciones masivas de derechos humanos.” Amnistía Internacional y otros grupos de defensa compartieron esta preocupación, señalando los antecedentes saudíes en libertad de expresión, derechos de las mujeres y derechos de las personas LGBTQIA+.
Los compromisos de la FIFA en materia de derechos humanos
Desde 2017, la FIFA dice guiarse por una Política de Derechos Humanos basada en los “Principios de Ruggie” de las Naciones Unidas, que establece tres obligaciones principales:
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Los gobiernos deben proteger los derechos humanos.
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Las empresas deben respetarlos y remediar los abusos.
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Las víctimas deben tener acceso a recursos efectivos.
La FIFA promete “ejercer su influencia” para prevenir y abordar los abusos en sus operaciones, e incluso afirma querer “fomentar la protección” de los derechos humanos. Sin embargo, al otorgar la Copa a uno de los países más cuestionados en esta materia, la FIFA pone seriamente en duda la credibilidad de su política.
Copas del Mundo anteriores: historia y oportunidades perdidas
Si el pasado sirve de referencia, los grandes eventos deportivos no han impulsado mejoras sustanciales en derechos humanos.
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Rusia 2018: Rusia fue sede pese a las denuncias de corrupción y tensiones geopolíticas. La represión contra periodistas, activistas y personas LGBTQIA+ se intensificó antes del torneo. El evento terminó siendo un triunfo de relaciones públicas para Vladimir Putin, no para los derechos humanos.
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Catar 2022: Catar prometió reformas laborales e implementó algunas, pero miles de trabajadores migrantes murieron en las obras. Las restricciones a mujeres, LGBTQIA+ y prensa siguieron vigentes.
El preocupante historial de Arabia Saudita
Arabia Saudita criminaliza la homosexualidad, restringe la libertad de expresión y los derechos de las mujeres, y ha sido vinculada a asesinatos extrajudiciales, incluido el del periodista Jamal Khashoggi.
En julio de 2024, la FIFA publicó un resumen ejecutivo evaluando los riesgos de derechos humanos para 2034. Calificó los riesgos como “medios” y afirmó que había un “buen potencial” de mejora. Sin embargo, el informe de candidatura saudí —un documento de 28 páginas— omite referencias a los derechos LGBTQIA+, la libertad de prensa y los derechos de minorías religiosas y étnicas.
Derechos laborales: una señal de alerta importante
La mayor preocupación es la situación de los trabajadores. Aunque Arabia Saudita reconoce deficiencias graves y promete reformas en normas laborales y contra el trabajo forzado, persiste el escepticismo.
El país depende de unos 13 millones de trabajadores migrantes, muchos de los cuales laboran en condiciones peligrosas y explotadoras.
Una investigación del Guardian reveló que solo en 2022 murieron 1.500 trabajadores bangladesíes en Arabia Saudita, principalmente por agotamiento o accidentes evitables. Sin una protección laboral sólida y un monitoreo independiente, es difícil imaginar que no se repitan tragedias similares.
¿Por qué seguimos otorgando los Mundiales a regímenes autoritarios?
La FIFA insiste en que la Copa del Mundo puede impulsar cambios positivos, pero esa esperanza parece más retórica que real.
Organizar un Mundial implica inversiones millonarias, y cada vez más democracias se resisten a asumir ese coste y el riesgo político. Australia había mostrado interés para 2034, pero abandonó tras el respaldo inmediato de la AFC a Arabia Saudita.
Con bolsillos llenos de petróleo y una ambiciosa visión nacional, Riad no escatimó recursos en su campaña, como parte de una estrategia de “sportswashing” que también incluye la compra de equipos deportivos, el circuito LIV Golf y la organización de eventos de boxeo y Fórmula 1.
¿El fútbol está siendo usado para ocultar realidades incómodas?
Al otorgar el Mundial 2034 a Arabia Saudita, la FIFA daña gravemente su credibilidad como defensora de los derechos humanos.
Detrás de los discursos grandilocuentes, la organización parece impulsada más por el dinero y la influencia que por el liderazgo moral.
Aunque algunos mantienen la esperanza de que la atención mediática ejerza presión para lograr reformas, la historia muestra lo contrario.
A menos que la FIFA adopte condiciones estrictas y exigibles en materia de derechos humanos —y haga rendir cuentas a los anfitriones—, corre el riesgo de convertir su mayor evento en un escaparate de represión, no de progreso.