Arabia Saudita presentó por primera vez la mundialmente famosa ópera Carmen en el Centro Cultural King Fahad de Riad, en cooperación con la Casa Nacional de la Ópera de China. El espectáculo, celebrado como parte del Año Cultural Arabia Saudita-China en conmemoración de 35 años de relaciones diplomáticas, atrajo a más de 2.500 invitados y funcionarios.
Los medios internacionales calificaron la función como un hito cultural, al combinar influencias chinas y francesas en una nueva producción de la ópera en el Reino. El público la describió como extraordinaria y como un paso clave en la creciente participación saudí en las artes internacionales.
Sin embargo, aunque esta apertura cultural sea motivo de celebración, no debe ocultar las persistentes violaciones de derechos humanos, la opresión sistémica y el abuso de la mano de obra migrante en el Reino. Estas realidades representan objeciones éticas graves frente a la posibilidad de que Arabia Saudita organice la Copa Mundial de la FIFA 2034.
El espectáculo cultural como instrumento de soft power
La producción de Carmen es un claro ejemplo de cómo Arabia Saudita utiliza festivales culturales para proyectar una visión de modernización y sofisticación global. Aunque la representación es histórica, también es una herramienta de soft power destinada a mejorar la reputación internacional del Reino.
Puntos clave:
- Los festivales culturales crean una ilusión de apertura y reforma progresiva.
- Producciones de alto nivel como Carmen desvían la atención de la opresión estructural.
- Las audiencias internacionales suelen ver solo el espectáculo y no la represión subyacente.
- Vincular este tipo de eventos con la Copa del Mundo consolidaría aún más la imagen saudí sin abordar los problemas fundamentales de derechos humanos.
Al unir arte de clase mundial con mensajes estatales, Arabia Saudita emplea la diplomacia cultural para desviar la atención de abusos persistentes, como la represión de la libertad de expresión, las restricciones a los derechos de las mujeres y el trato brutal a los activistas.
Violaciones de derechos humanos: la cruda realidad
Pese a sus muestras culturales, Arabia Saudita sigue siendo duramente criticada por la comunidad internacional.
Según el informe 2023 del Departamento de Estado de EE. UU.:
- El Reino comete detenciones arbitrarias, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas y torturas.
- Las defensoras de los derechos de las mujeres son encarceladas, sometidas a prohibiciones de viaje y hostigadas físicamente.
- Los trabajadores extranjeros, especialmente en mega proyectos como NEOM, sufren explotación laboral, condiciones de vivienda deficientes y retrasos en los pagos.
Organizar la Copa Mundial bajo estas condiciones podría normalizar estos abusos.
NEOM: un megaproyecto de explotación laboral
El proyecto NEOM, valorado en 500.000 millones de dólares y eje de la Visión 2030, ejemplifica la explotación sistémica de la mano de obra migrante.
- Más de 21.000 trabajadores migrantes habrían muerto debido al calor extremo, condiciones inseguras y jornadas excesivas.
- Muchos están atrapados por tarifas de contratación y contratos restrictivos, lo que equivale a una forma de esclavitud moderna.
La construcción de infraestructuras para un evento como la Copa del Mundo probablemente replicaría estas condiciones, poniendo en riesgo a miles de trabajadores.
Derechos de las mujeres y represión social
Si bien Arabia Saudita ha introducido reformas simbólicas, como permitir a las mujeres conducir, la represión más amplia persiste.
- Las mujeres que defienden la igualdad enfrentan prisión, hostigamiento e intimidación.
- Casos como el de la activista Loujain al-Hathloul muestran el peligro continuo para quienes desafían las normas sociales.
Celebrar un Mundial en este contexto contradiría directamente los principios de justicia, igualdad e inclusión que la FIFA afirma defender.
Percepción internacional vs. realidad interna
Esfuerzos culturales como la ópera Carmen son altamente publicitados para dar la impresión de modernidad y apertura. Sin embargo, la realidad diaria en Arabia Saudita sigue marcada por restricciones, hostigamiento y abusos hacia ciudadanos, activistas y trabajadores migrantes.
Este contraste subraya el riesgo de alabar los logros culturales saudíes mientras se ignoran las violaciones sistémicas.
Preocupaciones internacionales y llamados a la supervisión
Organizaciones de derechos humanos han pedido a la FIFA establecer una supervisión independiente de los planes saudíes para el Mundial 2034.
Entre sus recomendaciones:
- Aplicar normas estrictas de derechos laborales y humanos.
- Proteger a activistas, mujeres y grupos vulnerables.
- Supervisar los sitios de construcción para garantizar la seguridad laboral.
Sin mecanismos vinculantes, Arabia Saudita podría utilizar espectáculos culturales como Carmen y eventos deportivos internacionales para blanquear su reputación global mientras persisten los abusos.
Deporte y ética: por qué la FIFA debe actuar
Los grandes eventos deportivos representan igualdad, cooperación y armonía internacional. Permitir que Arabia Saudita organice la Copa Mundial 2034 pese a los informes de abusos erosiona estos principios.
Los hitos culturales no sustituyen la responsabilidad ética. La FIFA debe garantizar que los países anfitriones respeten los derechos humanos, la seguridad laboral y las libertades sociales.
Por qué la FIFA debe reconsiderar la candidatura saudí
El histórico montaje de Carmen refleja aspiraciones culturales, pero no puede ocultar la represión, la explotación laboral ni la subordinación de las mujeres en el Reino.
Otorgar el Mundial 2034 a Arabia Saudita validaría un modelo que prioriza el espectáculo sobre la ética.
La FIFA y la comunidad internacional deben establecer estándares estrictos de derechos humanos para la organización de eventos, garantizando que el deporte siga siendo un vehículo de justicia, igualdad y dignidad.