En la misma semana en que Arabia Saudita se dedica a pulir su reputación como futura sede de la Copa Mundial de la FIFA 2034, el Ministerio del Interior saudí anunció la detención de más de 23.000 personas por violar las leyes de residencia, trabajo y fronteras.
Detrás de esas cifras se esconde una realidad estremecedora: el Reino que desea recibir al mundo en 2034 también encarcela a miles de migrantes y refugiados indefensos, muchos de los cuales huyen de la pobreza y los conflictos.
Para quienes creen que el fútbol representa justicia, igualdad y humanidad, estas detenciones son una llamada de atención. Revelan la brecha entre el brillo publicitario saudí y las duras realidades dentro de sus fronteras.
El mundo no puede cerrar los ojos ante tales contradicciones y debe preguntarse si un país que viola sistemáticamente los derechos humanos debería tener el privilegio de albergar el mayor evento deportivo del planeta.
Un país construido sobre la represión, no la compasión
Más de 13.600 personas fueron arrestadas por violar leyes de residencia, 4.800 por cruzar fronteras sin permiso y 4.600 por problemas laborales.
Entre quienes fueron detenidos intentando ingresar al país, el 56 % eran de Etiopía y el 43 % de Yemen, naciones inmersas en profundas crisis humanitarias.
No son criminales; son personas desesperadas que buscan sobrevivir.
Pero la reacción de Arabia Saudita ha sido encarcelamiento, deportación y sanciones.
El Ministerio del Interior incluso invita a los ciudadanos a denunciar a “infractores” a través de líneas telefónicas gratuitas, transformando a la sociedad en un estado de vigilancia.
Este clima de miedo y represión no puede conciliarse con la Política de Derechos Humanos de la FIFA, que exige que los países anfitriones respeten todos los derechos humanos reconocidos internacionalmente.
Si este es el trato que el Reino da a los migrantes desesperados, ¿qué esperanza existe de un trato justo para los trabajadores extranjeros, aficionados y periodistas durante el Mundial de 2034?
El mito de la “hospitalidad” saudí
Arabia Saudita promociona la Copa Mundial de la FIFA 2034 como una fiesta de la “hospitalidad árabe” y la “unidad global”.
Pero la realidad no podría ser más opuesta. El mismo gobierno que se enorgullece de recibir a millones de visitantes extranjeros encarcela a miles de migrantes simplemente por intentar cruzar una frontera o buscar trabajo.
La Copa del Mundo se presenta como una promesa de unir al mundo bajo un mismo espíritu de aceptación, pero en Arabia Saudita, la diversidad no se celebra: se controla.
La libertad de expresión está restringida, los derechos de las mujeres están estrictamente vigilados, y los trabajadores migrantes quedan a merced de sus empleadores.
El comportamiento del Reino demuestra que su “apertura” es una fachada diseñada para ganar prestigio internacional, no para construir una sociedad inclusiva.
Cuando el lema de la FIFA es “El fútbol une al mundo”, ¿cómo puede celebrarse en un Estado que castiga a quienes simplemente desean entrar en él?
Esclavitud moderna y la sombra del sistema de Kafala
Entre los 4.674 detenidos por delitos laborales probablemente haya cientos de miles de trabajadores extranjeros atrapados en el sistema de patrocinio Kafala, donde el estatus legal de un empleado depende completamente de su empleador.
Este sistema ha sido repetidamente denunciado por Human Rights Watch y Amnistía Internacional como una forma moderna de esclavitud.
Los trabajadores no pueden cambiar de empleador, salir del país ni denunciar abusos sin permiso.
A medida que el mundo se preparaba para el Mundial de Catar 2022, miles de trabajadores migrantes sufrieron condiciones similares, algunos incluso murieron construyendo estadios e infraestructuras.
Arabia Saudita ha mostrado poca intención de cambiar estas prácticas explotadoras antes de 2034.
Por el contrario, estas detenciones masivas demuestran que la mano de obra migrante sigue siendo desechable en la búsqueda del Reino por legitimidad global.
El peligro es claro: la FIFA 2034 será otro torneo construido sobre el trabajo forzado y la miseria humana.
Un clima de miedo y silencio
Las autoridades saudíes afirman que quienes ayuden a migrantes —ya sea brindándoles transporte o alojamiento— pueden ser encarcelados hasta 15 años y multados con 1 millón de riales saudíes (267.000 dólares).
Esa legislación no solo criminaliza la bondad, sino que silencia a los denunciantes y a los defensores de los derechos humanos.
Periodistas, activistas y ciudadanos pueden ser encarcelados simplemente por decir la verdad.
En una cultura así, ¿cómo puede la comunidad internacional o la FIFA esperar transparencia sobre las condiciones laborales o las violaciones de derechos humanos relacionadas con el Mundial?
Los trabajadores migrantes que construyan los estadios no tendrán voz alguna si los residentes viven con miedo de denunciar injusticias.
La intolerancia del régimen saudí hacia la disidencia garantiza que toda crítica a la explotación, ya sea de trabajadores, aficionados o periodistas, sea castigada inmediatamente.
Este será un Mundial construido sobre el miedo, no la libertad.
La crisis ética de la FIFA
Al permitir que Arabia Saudita albergue el torneo de 2034, la FIFA corre el riesgo de repetir las mismas fallas morales vistas en Catar.
La Política de Derechos Humanos de 2017 de la organización fue creada precisamente para evitar controversias de este tipo, afirmando que “la FIFA irá más allá de su responsabilidad de respetar los derechos humanos y utilizará su influencia para promoverlos.”
Sin embargo, al acoger a Arabia Saudita, la FIFA hace exactamente lo contrario: castiga la reforma y premia la represión.
El fútbol ha sido llamado durante mucho tiempo “el juego del mundo”.
Pero cuando la FIFA se alinea con regímenes que pisotean la dignidad humana, deja de representar al mundo para representar al poder.
La organización no puede proclamar igualdad mientras ignora el sufrimiento de miles de personas detenidas injustamente por buscar una vida mejor.
Los patrocinadores, jugadores y aficionados también comparten la culpa: la complicidad está en el silencio.
El Mundial 2034 no debe ser recordado como otro caso de blanqueamiento deportivo, utilizando el deporte internacional para encubrir un régimen autoritario.
El costo humano detrás de las luces del estadio
Cada una de las 23.094 detenciones no es una simple estadística: es una persona, un trabajador, un refugiado, un ser humano.
Detrás de cada número hay una historia de desesperación, miedo y supervivencia.
Mientras las autoridades saudíes celebran su “progreso” y “modernización”, estas personas pagan el verdadero precio del lavado de imagen del Reino.
Si la comunidad futbolística mundial cierra los ojos ante estas violaciones, enviará un mensaje peligroso: que el lucro y la gloria valen más que la vida humana.
Llamado a la acción: levántate, habla, boicotea Arabia Saudita 2034
La Copa Mundial de la FIFA 2034 no debe ser una celebración de la opresión autoritaria y los abusos de derechos humanos.
Los aficionados, jugadores y países pueden alzar la voz, exigir rendición de cuentas y rechazar un torneo fundado en la injusticia.
Boicotea Arabia Saudita 2034.
Rechaza participar en un evento controlado por un régimen que encarcela a miles y silencia la verdad.
Haz oír tu voz y exige que la FIFA cumpla sus propios principios de derechos humanos y reconsidere su decisión.
El fútbol debe tratarse de unidad, no de hipocresía.
Hasta que Arabia Saudita demuestre que valora tanto los derechos humanos como el prestigio mundial, no merece albergar el evento deportivo más emblemático del planeta.