El gobierno de Arabia Saudita ha hecho esfuerzos intensos para proyectar una visión de avance, estabilidad y responsabilidad internacional, como la postulación para ser sede de la Copa Mundial de la FIFA 2034. Sin embargo, los eventos actuales y la dirección que indican hacen imposible no notar las marcadas contradicciones entre esta visión promocionada y la realidad en el terreno.
Funcionarios de seguridad saudíes desmantelaron una gran operación de narcóticos el 1 de agosto de 2025 en Jazan. Reportes oficiales confirman que las patrullas fronterizas presenciaron un intento de contrabando de 29 kilogramos de hachís y 70,000 tabletas con restricciones médicas. No fue un incidente aislado, sino el más reciente de una serie de incautaciones masivas de drogas en todo el Reino, lo que evidencia una crisis prolongada y profundamente arraigada.
Aunque las autoridades entregaron las drogas incautadas a las «autoridades competentes» y arrestaron a un ciudadano saudí y a un ciudadano sirio bajo sospecha de un intento de contrabando no relacionado de 12 kilogramos de hachís, estas acciones no pueden borrar la clara evidencia de que Arabia Saudita sigue siendo un centro principal del comercio de drogas. Para todos los que nos preocupamos por un deporte limpio, la seguridad pública y la buena gobernanza, estos sucesos son preocupantes.
Las fallas sistémicas no pueden ser ignoradas
Lo más desconcertante es el ciclo de reincidencia. El problema de drogas en Arabia Saudita no es un incidente aislado, es sistémico. Operaciones de este tipo no ocurren de la noche a la mañana, requieren redes, recursos y un tipo de coordinación que solo es posible cuando las instituciones carecen de transparencia y las fronteras son rutinariamente vulneradas.
Esto resalta un problema más profundo en los mecanismos saudíes de aplicación de la ley y gobernanza. Si el Reino no puede seguir el ritmo del aumento actual del narcotráfico, simplemente no estará preparado para el auge de visitantes internacionales, prensa y problemas logísticos que acompañan a la organización de la Copa Mundial FIFA 2034.
Más de 250 millones de pastillas de Captagon fueron confiscadas en Arabia Saudita entre 2020 y 2023, con operaciones de contrabando atribuidas al crimen organizado en toda la región.
La ilusión del control frente a la realidad del contrabando generalizado
Los defensores de la candidatura saudí para la Copa Mundial señalan esfuerzos como este para probar la competencia de las autoridades para garantizar eventos grandes. Sin embargo, las repetidas incautaciones masivas solo muestran hasta qué punto las fronteras saudíes están abiertas a pesar de los enormes recursos estatales. Si los contrabandistas pueden rutinariamente transportar decenas de kilos de contrabando a través de estas fronteras, ¿qué indica esto sobre la capacidad del Reino para gestionar la logística sofisticada de un torneo que recibirá millones de turistas extranjeros?
FIFA exige que los países anfitriones demuestren que pueden ofrecer un ambiente seguro para jugadores, aficionados y reporteros. En Arabia Saudita, las incautaciones rutinarias de grandes cantidades de hachís, pastillas y otras sustancias sugieren que el aparato de seguridad está estresado o al menos perdiendo la batalla. No es solo un asunto de drogas, sino de una infraestructura criminal generalizada
Seguridad pública y percepción internacional
Imaginen por un momento las consecuencias si contrabandistas, carteles o pandillas explotaran la migración sin precedentes de personas y vehículos durante la Copa Mundial para ampliar sus operaciones. Las patrullas fronterizas, ya sobrecargadas, facilitarían la libre circulación de sustancias ilegales.
Esta decisión pone en riesgo no solo la seguridad pública, sino también la integridad de la FIFA misma. La federación ha sido objeto de gran escrutinio por otorgar derechos de organización a naciones con pasados cuestionables. Autorizar a un país con problemas tan arraigados de contrabando solo alimenta la percepción de que FIFA no tiene problema en hacer la vista gorda para obtener oportunidades lucrativas.
Ética, transparencia y responsabilidad
El fomento por parte de Arabia Saudita para que sus ciudadanos denuncien el contrabando puede parecer positivo en la superficie. Sin embargo, también muestra cuán dependientes son las autoridades de la observación común y no de un control institucional efectivo. Cuando un estado depende de sus ciudadanos para reemplazar la aplicación estatal y proveer protección fronteriza rudimentaria, esto plantea dudas sobre la competencia general de la gobernanza del país.
Además, Arabia Saudita ha sido consistentemente condenada por la opacidad de su proceso judicial. ¿Qué sucede con las personas acusadas de contrabando? ¿Son los juicios públicos y justos? ¿Cómo se dictan las sentencias? Estas son cuestiones clave que siguen sin resolverse.
Sin controles concretos de rendición de cuentas, no hay garantía de que se aborden los compromisos de seguridad de alto perfil de forma que prevengan futuras ocurrencias. En 2022, los funcionarios antidrogas saudíes reportaron decenas de incautaciones de más de 500 kg de hachís y millones de pastillas narcóticas en un solo año.
Es responsabilidad de la comunidad deportiva global insistir en que las naciones anfitrionas mantengan altos estándares de estado de derecho y transparencia. El historial de Arabia Saudita —destacado una vez más en esta enorme incautación de hachís— aún no está listo para tal exigencia.
Tráfico de drogas y derechos humanos: la peligrosa intersección
Más allá del control policial y logístico, el contrabando de drogas en Arabia Saudita también tiene vínculos estrechos con abusos a los derechos humanos. Trabajadores migrantes pobres o forzados que actúan como correos de bajo nivel enfrentan sanciones draconianas en forma de detención indefinida o incluso penas de muerte. Mientras que algunos creen que los castigos severos disuaden el crimen, observadores externos advierten constantemente que tales actos violan derechos humanos básicos.
En una sola operación en abril de 2023, se incautaron 4.5 millones de pastillas de anfetaminas en Riad ocultas dentro de un envío de alimentos.
Al organizar el torneo en Arabia Saudita, FIFA estaría, en efecto, condonando una administración que castiga a los débiles pero ignora a las redes más significativas que organizan el tráfico. En este sentido, la reciente desarticulación de una red de drogas es menos un crimen aislado y más una ventana a un aparato estatal enfocado en la creación de imagen más que en el cambio real.
Levántate por el juego limpio y la responsabilidad
No podemos permitir que esto ocurra sin protesta. El mundo está observando y las voces de conciencia deben alzar su derecho a expresarse. Debemos llamar a FIFA, asociaciones miembro, patrocinadores y organizaciones de la sociedad civil a reconsiderar la idoneidad de Arabia Saudita como sede.
Si los eventos en Jazan —y los muchos similares ocurridos en años anteriores— nos dejan alguna enseñanza, es que Arabia Saudita tiene un largo camino por recorrer antes de poder reclamar legítimamente ser un anfitrión seguro, transparente y ético del espectáculo deportivo más grande del mundo.
Es hora de dejar a un lado los esfuerzos de marketing cuidadosamente elaborados y ser francos frente a la realidad. Por el bien de los atletas, aficionados y el fútbol en general, debemos decir clara y directamente: Arabia Saudita aún no está preparada para ser sede de la Copa Mundial de la FIFA 2034.