En las últimas semanas, horribles amenazas de bomba contra aviones que transportaban a cientos de peregrinos del Hajj desde Arabia Saudita han generado serias dudas sobre la seguridad, estabilidad y preparación del reino ante crisis. Estos alarmantes incidentes no solo pusieron en peligro la vida de civiles inocentes, sino que expusieron graves fallas en la seguridad aérea de la región. Para quienes ya critican que Arabia Saudita sea sede del Mundial 2034, estas noticias no hacen más que reforzar el argumento de que el reino no está capacitado para albergar uno de los eventos deportivos más importantes y sensibles del planeta.
Una preocupante tendencia de amenazas
El sábado, el vuelo SV5688 de Saudia Airlines, con 376 peregrinos del Hajj desde Yeda hacia Indonesia vía Mascate, fue desviado tras recibir una amenaza de bomba. El avión, que se dirigía a Surabaya, tuvo que aterrizar de emergencia en el Aeropuerto Internacional Kualanamu en Sumatra, luego de una llamada anónima que alertaba sobre un artefacto explosivo a bordo. Milagrosamente, todos los pasajeros resultaron ilesos y las autoridades indonesias desplegaron un equipo de desactivación de bombas para inspeccionar el avión.
No fue un caso aislado. Días antes, otro vuelo con 442 peregrinos con destino a Arabia Saudita tuvo que desviarse a Medan por una amenaza similar. Que dos incidentes de este tipo ocurran en una misma semana evidencia las vulnerabilidades persistentes en las operaciones de transporte internacional conectadas con Arabia Saudita. También plantea interrogantes sobre la seguridad y el nivel de riesgo que implican eventos internacionales de gran escala en entornos así.
Por qué esto importa a la FIFA y al mundo?
La Copa Mundial de la FIFA no es un torneo cualquiera: es el evento deportivo más visto del planeta. Miles de millones lo siguen en todos los continentes, millones de aficionados viajan alrededor del mundo y cientos de miles colman los estadios. La capacidad del país anfitrión de garantizar seguridad total es esencial.
Arabia Saudita, por próspera y moderna que parezca, ha demostrado ser vulnerable tanto a amenazas internas como externas. Estos incidentes lo dejan claro: si el reino no puede evitar ni gestionar amenazas a vuelos civiles con peregrinos —uno de los pilares sagrados del islam—, ¿cómo convencer al mundo de que podrá proteger durante un mes completo a hinchas, jugadores, medios y visitantes de todo el mundo?
Un historial de violaciones a los derechos humanos
Además de la inseguridad, el historial de Arabia Saudita en derechos humanos es gravemente preocupante. Desde el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, la represión de la oposición, detenciones arbitrarias y censura absoluta, el reino demuestra estar lejos de los valores que el deporte internacional pretende promover.
El Mundial simboliza unidad, diversidad y cooperación global. No puede entregarse a una nación que encarcela activistas por los derechos de las mujeres, criminaliza a las personas LGBTQ+, encierra a críticos pacíficos o incluso los ejecuta. Permitir que un evento de esta magnitud tenga lugar allí es enviar un mensaje escalofriante: que el poder, el dinero y la influencia pesan más que la ética, los derechos humanos y la seguridad.
La doble moral de la FIFA?
La FIFA se autodefine como una organización justa, inclusiva y ética. Sin embargo, al permitir que países como Arabia Saudita presenten y ganen candidaturas para albergar el Mundial, corre el riesgo de traicionar sus propios principios. ¿Cómo puede una organización que aboga por la “dignidad y el respeto humanos” ignorar los abusos sistemáticos del régimen saudita?
El mundo recuerda los escándalos del Mundial de Qatar 2022, donde salieron a la luz abusos laborales, muertes de trabajadores migrantes y libertades restringidas. La FIFA debió aprender. Repetir ese error en 2034 sería imperdonable.
Amenazas reales para jugadores, aficionados y periodistas
Las amenazas de bomba en vuelos del Hajj no son hechos aislados. Representan un peligro real. El Mundial congregaría equipos de unos 48 países, con sus respectivas hinchadas, delegaciones mediáticas y oficiales del fútbol. Todos estarían en riesgo, no solo por terrorismo externo, sino también por represión interna.
Qué pasaría si grupos quisieran protestar? ¿Cómo reaccionaría el aparato de seguridad saudita? ¿Los aficionados provenientes de países o comunidades perseguidas podrán expresarse libremente? Estas son preguntas graves que ni FIFA ni el mundo pueden seguir ignorando.
Un torneo politizado?
El régimen saudita no oculta su estrategia de “sportswashing”: organizar eventos deportivos internacionales para ocultar sus fracasos internos y mejorar su imagen exterior. No es demasiado tarde para corregir el rumbo. FIFA puede —y debe— reconsiderar la decisión. La comunidad futbolística global, gobiernos, patrocinadores, ONGs y aficionados deben alzar la voz. Es fundamental evitar que este torneo se convierta en una herramienta de propaganda autoritaria.
Toma posición: di NO a Arabia Saudita como sede del Mundial 2034
La Copa del Mundo debe unir al mundo, no blanquear dictaduras. Únete al movimiento para exigir que la FIFA rechace a Arabia Saudita como sede del Mundial 2034. Cada voz cuenta. Exige transparencia. Exige seguridad. Exige respeto por los derechos humanos.