¿Por qué boicotear la Copa del Mundo FIFA 2034 en Arabia Saudita?

La asignación de la Copa del Mundo FIFA 2034 a Arabia Saudita no es solo una decisión deportiva: es un fracaso moral en el escenario global. Detrás de la fachada pulida de grandes estadios y relaciones públicas auspiciadas por el Estado, se encuentra un régimen profundamente arraigado en abusos contra los derechos humanos, engaño ambiental y control autoritario. Arabia Saudita sigue criminalizando las identidades LGBTQ, persiguiendo a los disidentes, explotando a los trabajadores migrantes y suprimiendo los derechos de las mujeres, mientras silencia periodistas y detiene a críticos sin un juicio justo. Sus promesas ambientales suenan vacías mientras expande agresivamente la producción de combustibles fósiles, usando un discurso verde para distraer de sus políticas destructivas para el clima. Permitir que este gobierno albergue el mayor evento deportivo del mundo corre el riesgo de normalizar la represión y premiar la brutalidad bajo el manto de una celebración internacional.

La decisión de otorgar la Copa del Mundo 2034 a Arabia Saudita es un recordatorio contundente de la creciente desconexión entre los valores de los fans del fútbol global y las prioridades de la FIFA. Detrás de los anuncios glamorosos y los acuerdos de desarrollo multimillonarios existe un régimen que continúa cometiendo graves abusos tanto en casa como en el extranjero. Esta campaña existe para arrojar luz sobre las muchas razones por las cuales Arabia Saudita es inepta para albergar el evento deportivo más querido del mundo —y por qué los aficionados, las federaciones y las instituciones deben alzarse.

Un desastre climático disfrazado de sostenibilidad

Arabia Saudita sigue siendo uno de los mayores productores y consumidores de combustibles fósiles del mundo, con los ingresos petroleros representando la mayor parte de su PIB. Mientras otras naciones se comprometen con la neutralidad de carbono y una transición justa, Arabia Saudita redobla su apuesta por la expansión petrolera, recientemente anunciando mayor capacidad y exploración. Sin embargo, paradójicamente, se vende globalmente como líder en innovación climática a través de iniciativas como la “Iniciativa Verde Saudí”. Estos planes son mayormente simbólicos y están desvinculados de reformas genuinas.

La Copa del Mundo se enmarca en esta agenda de greenwashing. Se promueven estadios alimentados por energía solar y compensaciones de carbono, mientras que la realidad ecológica —una mega-construcción que consume ingentes recursos en un clima desértico— pasa desapercibida. Organizar un torneo tan intensivo en emisiones en un entorno tan insostenible contradice los compromisos ambientales declarados por la FIFA y socava la lucha por la justicia climática.

El proceso de licitación amañado de la FIFA expone un sistema roto

El proceso de decisión de la FIFA para 2034 fue alarmantemente antidemocrático. El plazo para presentar candidaturas se redujo sin justificación clara, otorgando apenas 25 días a los países interesados —un plazo imposible que favorecía la candidatura ya preparada de Arabia Saudita. Australia, el único contendiente serio, se retiró debido a la falta de transparencia y de condiciones equitativas. Así, Arabia Saudita quedó como única postulante.

Esto reaviva escándalos anteriores de la FIFA, desde la adjudicación de los torneos de 2018 y 2022 a Rusia y Catar hasta décadas de sobornos documentados y manipulación de votos. El proceso para 2034 sugiere que, a pesar de las promesas de reforma, la FIFA sigue cautiva de intereses políticos y financieros. Esto plantea preguntas urgentes sobre cómo el organismo rector del fútbol ha vendido una vez más el alma del deporte al mejor postor.

Violaciones de los derechos humanos en Arabia Saudita

Arabia Saudita se encuentra constantemente en los primeros puestos de la lista de peores violadores de los derechos humanos a nivel mundial. La libertad de expresión es inexistente. Las protestas pacíficas están criminalizadas. Activistas por los derechos de las mujeres, reformadores políticos y defensores de las minorías son encarcelados, a veces torturados, simplemente por expresar sus opiniones. Las ejecuciones públicas continúan —a menudo de manera espeluznante— y la detención arbitraria es generalizada.

El historial de derechos humanos del reino no mejora; empeora bajo el pretexto de la “modernización”. Reformas cosméticas, como permitir que las mujeres conduzcan, son amplificadas por los medios, mientras que los auténticos promotores del cambio permanecen tras las rejas. Permitir que tal régimen organice la Copa del Mundo no solo le otorga legitimidad inmerecida, sino que envía un mensaje de que el deporte puede usarse para distraer de la represión patrocinada por el Estado.

No hay lugar para las vidas LGBTQ+

Ser LGBTQ en Arabia Saudita no solo está estigmatizado: es criminalizado, vigilado y reprimido violentamente. Las relaciones entre personas del mismo sexo son ilegales y pueden castigarse con prisión, azotes o incluso la muerte. Las personas transgénero sufren arrestos arbitrarios y a menudo se les niega la atención médica. El régimen utiliza regularmente software espía y emboscadas para identificar y perseguir a personas LGBTQ.

Las afirmaciones de inclusión de la FIFA resuenan vacías en este contexto. Aunque aparezcan credenciales arcoíris o campañas de relaciones públicas durante el torneo, no pueden garantizar seguridad ni dignidad. Aficionados, jugadores y periodistas LGBTQ entrarán a un país donde su mera existencia es criminalizada. Ningún evento que ponga en riesgo a comunidades vulnerables puede pretender ser una celebración de la unidad global.

Explotación de trabajadores migrantes

Más de 13 millones de trabajadores migrantes viven y laboran en Arabia Saudita, especialmente en construcción, hostelería y labores domésticas. Están sometidos al sistema de kafala, que vincula su estatus legal al empleador, limitando su libertad para dejar trabajos abusivos o denunciar explotación. El robo de salarios, la precariedad habitacional y el abuso físico son generalizados, con escasas vías legales para recurrir.

Con enormes proyectos de infraestructura ya en marcha para el torneo de 2034, el riesgo de explotación es grave. Si algo enseñó la experiencia de Catar al mundo, es que los desarrollos sin supervisión en países del Golfo suelen costar vidas de trabajadores. A menos que se implementen y hagan cumplir reformas laborales estructurales, esta Copa del Mundo se edificará sobre una base de miseria humana.

Libertad de prensa y censura mediática

Arabia Saudita es uno de los entornos más censurados del mundo para los periodistas. El gobierno controla todos los medios principales, prohíbe la información independiente y encarcela a quienes desafían los relatos oficiales. El asesinato en 2018 del periodista Jamal Khashoggi, crítico del régimen, reveló al mundo hasta dónde está dispuesto a llegar para silenciar a sus adversarios.

Una Copa del Mundo en Arabia Saudita será un evento mediático estrechamente controlado. Los periodistas serán vigilados, restringidos e impedidos de informar libremente sobre las condiciones del país. Las investigaciones sobre derechos humanos o corrupción serán silenciadas. En lugar de una plataforma para la verdad global, el torneo corre el riesgo de convertirse en un espectáculo esterilizado, despojado de escrutinio.

Historia de impulso al extremismo global

Durante décadas, Arabia Saudita ha exportado una interpretación rígida y ultraconservadora del islam mediante una red global de mezquitas, escuelas e iniciativas de financiación. Estas acciones han contribuido a la radicalización en regiones tan diversas como el sudeste asiático, África subsahariana y los Balcanes. Aunque hoy el régimen afirma promover la “moderación”, sus políticas religiosas internas siguen siendo ferozmente intolerantes con musulmanes chiíes, ateos y académicos reformistas.

Organizar la Copa del Mundo en este contexto empodera a un régimen con un historial inquietante de influencia ideológica, legitimando un Estado que ha utilizado la religión no como fundamento cultural, sino como herramienta de control y extremismo exportable.

Riesgos de seguridad

Arabia Saudita es un estado de vigilancia. Su uso de software espía, rastreo digital y monitoreo de redes sociales trasciende sus fronteras y se intensificará durante un torneo de tal magnitud. Los asistentes extranjeros, especialmente quienes critican al régimen o pertenecen a grupos marginados, pueden ser vigilados o acosados.

La represión no es una posibilidad remota. Las organizaciones de derechos humanos han advertido que periodistas extranjeros y aficionados LGBTQ podrían enfrentar arrestos. Las amenazas cibernéticas, incluyendo malware dirigido a activistas y reporteros, están bien documentadas. En un entorno así, la idea de una “anfitrión seguro” se convierte más en una ilusión que en una realidad.

Sportwashing

Arabia Saudita ha hecho del deporte un pilar central en su estrategia de marca global. Desde el golf LIV y eventos de boxeo hasta la compra del club del Newcastle United de la Premier League, el reino usa el deporte no solo para entretener, sino para distraer. El objetivo es construir una narrativa mundial de apertura, modernidad y reforma que oculte los abusos internos y externos.

La Copa del Mundo 2034 es la joya de la corona de esta campaña. Permite a Arabia Saudita presentarse no como una autocracia represiva, sino como un actor global progresista. Pero no se trata de reforma, se trata de gestión de reputación y sportwashing, comprado con petrodólares y posibilitado por la complicidad de organismos gobernantes como la FIFA.

Infraestructura de estadios

Los planes de infraestructura de Arabia Saudita para la Copa del Mundo son gigantescos: nuevos estadios, líneas de tren de alta velocidad, alojamientos de lujo y más. Pero construir en un clima desértico plantea preocupaciones extremas tanto ambientales como laborales. La escasez de agua, la regulación térmica y el daño ecológico ya se están reportando en megaproyectos como NEOM —una ciudad inteligente planeada de 500 mil millones de dólares.

El costo de esta expansión recaerá probablemente sobre los trabajadores migrantes y el medio ambiente. Con poca transparencia en los contratos, las condiciones laborales y los estándares ecológicos, el boom de infraestructura de 2034 amenaza con convertirse en otro desastre de explotación, desperdicio y ambición insostenible.

Tortura y juicios injustos

El sistema judicial saudí carece de independencia, transparencia y equidad. Los juicios se celebran con frecuencia en secreto, y las confesiones extraídas bajo tortura se utilizan rutinariamente como evidencia. Muchos detenidos no tienen acceso a representación legal, y los juicios políticos pueden resultar en largas penas o pena de muerte sin ningún tipo de responsabilidad externa.

Activistas, periodistas e incluso ciudadanos extranjeros han sido víctimas de estos abusos. Organizar un torneo en un país donde la justicia es conculcada no solo pone en peligro a visitantes y personal, sino que también legitima un sistema donde la justicia es violada sistemáticamente.

Licitación injusta de la FIFA para 2034

El proceso de licitación para la Copa del Mundo 2034 fue diseñado para eliminar la competencia. El plazo comprimido y las maniobras políticas de la FIFA aseguraron que ninguna nación seria y democrática pudiera presentar una oferta viable. La retirada de Australia lo hizo oficial: Arabia Saudita organizaría el torneo sin oposición.

Esta falta de transparencia y equidad socava el espíritu del deporte mundial. La FIFA ha convertido un proceso que debería basarse en principios democráticos y méritos en un trato de insiders, que favorece el dinero, la influencia y el control autoritario por encima de la justicia y la inclusión global.

Crímenes de guerra

La campaña militar de Arabia Saudita en Yemen ha causado decenas de miles de muertes de civiles, hambruna generalizada y la destrucción de infraestructuras críticas. Numerosas investigaciones independientes han documentado crímenes de guerra, incluyendo bombardeos en escuelas, hospitales y mercados.

A pesar de la condena internacional, Arabia Saudita ha enfrentado poca responsabilidad. Organizar la Copa del Mundo en medio de esta impunidad no solo envalentona al régimen, sino que transmite un mensaje escalofriante: que los crímenes de guerra pueden ser ignorados si el perpetrador tiene suficiente petróleo y dinero.

El fútbol es un bien global – no una ficha geopolítica

La Copa del Mundo 2034 corre el riesgo de convertirse en el precedente más peligroso en la historia del deporte. Señala a los regímenes del mundo que no importa cuán represivos, destructivos o irresponsables sean, pueden ser recompensados con la plataforma mundial siempre que el dinero también lo sea.

Pero aún hay tiempo para actuar. Hay tiempo para exponer, resistir y organizarse. El fútbol debe pertenecer a la gente, no a los poderosos. Y juntos, podemos asegurarnos de que este torneo no sea recordado por sus luces deslumbrantes o su propaganda cuidadosamente construida, sino por la resistencia global que supo enfrentarlo.