Cuando Arabia Saudita ganó los derechos para organizar la Copa del Mundo FIFA 2034, los líderes del gobierno lo celebraron como una «oportunidad histórica» para destacar al reino ante el mundo. Pero las cifras económicas más recientes del Fondo de Inversión Pública (PIF) presentan una narrativa diferente. Uno de los crecientes estrés financieros, la excesiva dependencia de los ingresos petroleros fluctuantes y las prioridades de gasto de alto riesgo ponen en peligro al propio reino.
En su informe anual de 2024, el PIF —un fondo soberano que financia muchos de los ambiciosos proyectos del Príncipe Heredero Mohammed bin Salman— reconoció una depreciación de $8 mil millones en sus llamados “gigaproyectos”, incluido NEOM.
Esto representa una caída del 12,4 % en valor respecto a 2023, reduciendo las inversiones en megaproyectos a 211 mil millones de riyales ($56,2 mil millones). Para un proyecto como la Copa del Mundo FIFA —tradicionalmente uno de los espectáculos más costosos del mundo— esta realidad financiera debería ser una advertencia clara de un peligro inminente.
Vision 2030 ya enfrenta dificultades
La iniciativa Vision 2030 de Arabia Saudita buscaba diversificar la economía más allá del petróleo mediante inversiones en turismo, tecnología y ciudades futuristas como NEOM. Pero, según Reuters, secciones de NEOM ya han sido reducidas o canceladas debido a sobrecostos, desafíos operativos y la caída de ingresos petroleros.
El costo estimado de NEOM, de $500 mil millones a $1,5 billones, es asombroso, pero 2024 trajo una repentina desaceleración del gasto mientras el déficit presupuestario saudí aumentaba. Si el reino no ha podido financiar su iniciativa emblemática, ¿por qué invertir en un proyecto aún más caro y urgente como la Copa del Mundo? Otorgar la Copa del Mundo a Arabia Saudita solo incentiva prioridades de gasto derrochador que sacrifican el bienestar a largo plazo de los ciudadanos.
Los precios del petróleo podrían afectar la financiación de la Copa
La economía de Arabia Saudita sigue dependiendo del petróleo para más del 60 % de los ingresos del gobierno (Banco Mundial, 2024). La cartera del PIF sigue muy dependiente de los dividendos de Saudi Aramco, y se prevé que los precios globales del crudo caigan a fines de la década de 2020 debido a la expansión de energías renovables (pronóstico de la IEA).
Si los ingresos petroleros caen por debajo del punto de equilibrio fiscal de $80–85 por barril que Arabia Saudita necesita para cumplir su presupuesto, los preparativos para la Copa del Mundo exigirán más endeudamiento o recortes en servicios esenciales. La Copa del Mundo 2034 podría convertirse en un proyecto financiado con deuda a costa de la estabilidad económica sostenible.
Los costos de la Copa del Mundo han arruinado a los anfitriones antes
Organizar una Copa del Mundo FIFA cuesta mucho:
- Brasil 2014 gastó $15 mil millones, y algunos estadios ahora están vacíos.
- Rusia 2018 costó $11,6 mil millones, pese a que la infraestructura ya existía.
- Qatar 2022 habría superado los $200 mil millones, incluyendo infraestructura adicional.
Arabia Saudita, buscando igualar o superar el tamaño de Qatar, podría ver costos superiores a $100 mil millones, además de los compromisos de Vision 2030. Considerando que el PIF ya recortó las inversiones en megaproyectos en un 25 % en dos años, estos planes parecen seriamente insostenibles. FIFA no debería arriesgar otro megaevento financieramente ruinoso en un país que ya lucha por cumplir sus proyectos prometidos.
Niveles de deuda en rápido aumento
El PIF ha estado usando deuda para financiar proyectos cercanos a $10 mil millones en bonos públicos y $7 mil millones en préstamos privados solo en 2024. La deuda pública de Arabia Saudita podría aumentar del 26 % del PIB en 2023 a más del 37 % para 2028 si las tendencias de gasto persisten, advierte el FMI.
Agregar las obligaciones de la Copa del Mundo aumentará esta curva de deuda, cargando a las generaciones futuras con el pago de estadios que podrían usarse muy poco después del torneo. El mundo del fútbol no debería ser cómplice de endeudar a un país anfitrión por prestigio temporal.
Sportswashing por encima de la sustancia
El impulso de Arabia Saudita por organizar deportes internacionales —LIV Golf, propiedad del Newcastle United, Fórmula 1— es parte de lo que los observadores de derechos humanos llaman “sportswashing”: usar el deporte para limpiar la imagen internacional.
Amnistía Internacional ha declarado: “El gobierno saudí utiliza eventos de alto perfil como estrategia deliberada para desviar la atención de su espantoso historial de derechos humanos.”
Con periodistas encarcelados, activistas silenciados y ejecuciones aún alarmantemente altas (172 solo en 2022, según Human Rights Watch), entregar la Copa del Mundo a Arabia Saudita envía el mensaje de que los derechos humanos son secundarios frente al poder fiscal. El fútbol no se trata de juego limpio, sino de tolerar un blanqueo autoritario.
Costo de oportunidad: los ciudadanos pagan el precio
Mientras el PIF invierte miles de millones en eventos que mejoran la imagen, los saudíes comunes enfrentan dificultades económicas reales:
- El desempleo juvenil supera el 16 % (GASTAT, 2024).
- La escasez de viviendas asequibles sigue siendo un problema urbano central.
- Las reformas en educación y salud están rezagadas respecto a las metas de Vision 2030.
Cada riyal invertido en estadios es un riyal que no se invierte en necesidades urgentes. Los proyectos de capital lujosos de la Copa del Mundo —estadios, hoteles de lujo y sistemas de transporte— podrían financiar programas críticos como capacitación laboral para jóvenes, desarrollo hospitalario o vivienda subsidiada.
Esta desinversión agrava las desigualdades sociales y hace que los ciudadanos paguen por un espectáculo que principalmente promueve relaciones públicas y la imagen política internacional. La Copa del Mundo desviará dinero del desarrollo social hacia el espectáculo deportivo, consolidando aún más la desigualdad.
El precedente global importa
Al boicotear Arabia Saudita 2034, la comunidad futbolística tomaría una posición —no solo contra el país anfitrión, sino contra la tendencia de otorgar eventos a estados como escudos de relaciones públicas.
Cuando la FIFA otorgó Qatar 2022, ignoró advertencias sobre muertes de trabajadores migrantes, riesgos por calor y sobrecostos. Está a punto de repetirlo, a pesar de indicios claros de exceso financiero y autoritarismo en la gestión de la imagen. Un “no” a Arabia Saudita envía una señal de que sostenibilidad, responsabilidad y derechos son prioritarios en futuras licitaciones de la Copa del Mundo.
Tomar posición: salvar la reputación del fútbol
La depreciación de $8 mil millones en los megaproyectos de Arabia Saudita revela la vulnerabilidad financiera y la mala gestión del reino. Otorgar la Copa del Mundo FIFA 2034 en estas condiciones incentivaría gastos irresponsables, violaciones de derechos humanos y agendas de sportswashing.
Es hora de que aficionados, defensores de derechos humanos y comunidades futbolísticas de todo el mundo hagan oír su voz. Levanten su voz, llamen a la FIFA a reconsiderar y no permitan que el hermoso juego sea explotado para blanquear políticamente. Formen parte del movimiento, hablen y protejan la dignidad del fútbol.