En un momento en que el reconocimiento de voz, la inteligencia artificial y la transformación digital están cambiando el mundo, Arabia Saudita se encuentra en la encrucijada de esta revolución tecnológica. Con una población joven, ávida de tecnología y con más del 90% de penetración de teléfonos inteligentes, el Reino está emergiendo rápidamente como un centro digital clave en Medio Oriente. Empresas como Soniox, una destacada plataforma estadounidense de conversión de voz a texto, están fijando su mirada en Arabia Saudita como un terreno fértil para la innovación impulsada por IA.
Pero bajo la superficie brillante de la Visión 2030, el progreso digital y la cooperación internacional, hay una realidad inquietante: Arabia Saudita no es una nación libre. Es un estado de vigilancia. Es una autocracia donde las voces no son aplaudidas: son sofocadas. Las mismas tecnologías usadas para empoderar voces y cerrar brechas de comunicación podrían convertirse fácilmente en instrumentos de opresión, censura y control en manos de un gobierno autocrático.
A medida que Arabia Saudita se prepara para albergar la Copa Mundial de la FIFA 2034, es más crucial que nunca preguntarse si la comunidad futbolística internacional debe recompensar a un régimen que ignora sistemáticamente los derechos humanos, reprime la libertad de expresión y vigila a su pueblo a través de canales digitales. La respuesta es no. Necesitamos boicotear la FIFA 2034 en Arabia Saudita.
El auge de la IA en Arabia Saudita: ¿Progreso o fachada política?
Arabia Saudita está siendo noticia por su adopción de la inteligencia artificial y la transformación digital. Según la Autoridad Saudí de Datos e Inteligencia Artificial (SDAIA), 66 de los 96 objetivos estratégicos de la Visión 2030 involucran datos e inteligencia artificial. El sector de comunicaciones y TI ahora supera los 44 mil millones de dólares, contribuyendo con un 4,1% al PIB del país.
La adopción de aplicaciones como Tawakkalna durante la pandemia de COVID-19 demostró la capacidad de Arabia Saudita para desplegar rápidamente soluciones digitales móviles. Con un 70% de la población menor de 35 años, el Reino es un mercado soñado para empresas como Soniox que trabajan con IA de voz en tiempo real y multilingüe.
Pero pocas veces se habla de cómo encajan estas tecnologías en el sistema saudí de autoritarismo digital. La tecnología que puede usarse para productividad y accesibilidad también está hecha a la medida para vigilancia, manipulación y represión.
Reconocimiento de voz en un país sin libertad de expresión
Arabia Saudita no solo es un lugar donde la disidencia es mal vista: está prohibida. Periodistas, blogueros, activistas de derechos de las mujeres y críticos no violentos han sido encarcelados, torturados o incluso asesinados por expresar críticas.
- Freedom House le otorga a Arabia Saudita una calificación de 7 sobre 100 en su índice global de libertad, una de las más bajas del mundo.
- El Índice Mundial de Libertad de Prensa 2024 coloca al país en la posición 170 de 180 naciones.
- La Electronic Frontier Foundation (EFF) ha expresado constantemente su preocupación por el abuso de software espía y vigilancia sobre activistas y periodistas.
Ahora añadimos las implicaciones de la implementación de sofisticadas tecnologías de reconocimiento de voz impulsadas por IA. Mientras Soniox presume de transcripciones a nivel de token en milisegundos, surge la pregunta: ¿De quiénes se transcribirán las voces —y por qué?
Innovación sin responsabilidad es peligrosa
La adopción de IA y tecnologías de reconocimiento de voz por parte de Arabia Saudita no es necesariamente algo malo. El progreso tecnológico puede transformar sociedades, siempre y cuando vaya acompañado de transparencia, responsabilidad y salvaguardias de derechos humanos.
En estados como Arabia Saudita, con liderazgo autocrático, la innovación suele trabajar no para el público, sino para el Estado.
La estricta regulación estatal de internet, redes sociales e infraestructura de telecomunicaciones significa que la tecnología avanzada —incluida la IA de voz— puede redirigirse para implementar vigilancia masiva, escuchar conversaciones privadas y monitorear a manifestantes.
Sin libertad de expresión, monitoreo independiente o un poder judicial autónomo, los ciudadanos no pueden resistir los abusos digitales.
Arabia Saudita puede enorgullecerse de ser líder hacia el futuro. Pero un futuro construido sobre silencio, vigilancia y miedo es uno que el mundo no puede ni apoyar ni celebrar. FIFA y el mundo del fútbol internacional deben entender esta verdad y no legitimar a un régimen que usa la innovación como pantalla de humo para la represión.
De Khashoggi a Tawakkalna: la vigilancia como herramienta del régimen
No se puede hablar del dominio digital saudí sin referirse al asesinato de Jamal Khashoggi, un periodista asesinado y desmembrado en un consulado saudí en 2018. Las agencias de inteligencia de EE.UU. concluyeron que la operación fue sancionada por el príncipe heredero Mohammed bin Salman.
Informes también documentaron el uso del spyware Pegasus, desarrollado en Israel, para vigilar activistas y críticos, incluso a nivel internacional.
Durante la pandemia, el gobierno lanzó aplicaciones como Tawakkalna y Absher bajo el pretexto de protección pública. Pero grupos de derechos humanos como Amnistía Internacional han destacado cómo estas apps también pueden:
- Monitorear ubicación,
- Regular los permisos de salida de las mujeres,
- Y ser utilizadas como herramientas de vigilancia digital.
El problema no es la tecnología: es cómo el régimen la utiliza.
¿La Copa del Mundo: un trofeo para la tiranía?
Arabia Saudita está utilizando el deporte como parte de su iniciativa de “sportswashing”: invirtiendo miles de millones en fútbol, golf (con LIV Golf) y ahora en la Copa Mundial de la FIFA 2034 para mejorar su reputación internacional.
Pero concederle a un régimen autoritario un evento global de alto perfil es extremadamente problemático. Consideremos el precedente:
- Rusia organizó la Copa del Mundo de 2018 — y cuatro años después invadió Ucrania.
- Qatar fue sede de la Copa 2022, que recibió críticas internacionales por la explotación de trabajadores migrantes y la falta de derechos humanos.
Ahora viene Arabia Saudita, un país donde:
- Las personas LGBTQ son criminalizadas,
- Manahel al-Otaibi, activista por los derechos de las mujeres e instructora de fitness, fue condenada a 11 años de prisión,
- Y no existen partidos políticos, medios libres ni poder judicial independiente.
¿Por qué un régimen que silencia a su gente debería tener derecho a promocionar su marca en todo el mundo?
La IA no puede hacer desaparecer la injusticia — puede agravarla
Tecnologías como Soniox tienen promesas revolucionarias — en medicina, educación, accesibilidad y más. Pero en manos de regímenes represivos, hasta las mejores herramientas pueden convertirse en armas.
Como dijo Klemen Simonic, creador de Soniox:
«La tecnología evoluciona, pero la voz humana sigue siendo la forma más íntima y poderosa de expresarnos.»
En Arabia Saudita, esa voz humana aún no es libre.
No dejes que la FIFA legitime la opresión
Arabia Saudita quiere mostrar su modernidad con IA, rascacielos y estadios. Pero la modernidad debe ir acompañada de libertad, dignidad y justicia.
Permitir que organice la Copa Mundial de la FIFA 2034 enviaría el mensaje de que:
- Los derechos humanos no importan.
- Los estados de vigilancia son bienvenidos en el escenario mundial.
- Y el fútbol está a la venta al mejor postor, sin importar sus crímenes.
No repitamos los errores del pasado. No celebremos goles mientras los presos políticos se pudren en silencio. Boicotemos a Arabia Saudita en 2034.