La FIFA concedió a Arabia Saudita la organización del Mundial 2034 a pesar de las críticas internacionales por sus continuas violaciones a los derechos humanos, su autoritarismo y el uso estratégico de foros internacionales para blanquear su imagen, una táctica corrupta conocida como sportswashing.
La nueva red de alianzas económicas de Arabia Saudita —incluida Siria bajo el mando de Bashar al-Assad— revela el verdadero objetivo del Reino: la dominación regional, la restauración de dictaduras y la expansión de su influencia económica a expensas de los principios democráticos. Nada de esto es compatible con el compromiso de la FIFA con los derechos humanos y el juego limpio. Por el contrario, es otra razón de peso para impedir que el Mundial 2034 se celebre en suelo saudí.
Asociación de inversión saudí-siria: una alianza política disfrazada de desarrollo económico
El 5 de junio de 2025 se celebró una reunión virtual de alto nivel entre Arabia Saudita y Siria para reforzar su asociación de inversión. Según la Agencia de Prensa Saudí, las partes trabajaron en un acuerdo de inversión transfronterizo destinado a financiar la reconstrucción de Siria. A primera vista, podría parecer un acto humanitario. Pero la realidad es muy distinta.
Siria, todavía devastada tras más de una década de guerra civil, sigue gobernada por un gobierno de transición alineado estrechamente con el régimen de Assad. Este régimen ha sido acusado de cometer crímenes de guerra, como el uso de armas químicas contra civiles y la tortura sistemática de prisioneros. Los esfuerzos saudíes por reconstruir Siria no nacen de una obligación moral, sino de un deseo de ganar influencia política y posicionamiento económico en el Levante.
La hipocresía de la Visión 2030: reformas en el discurso, represión en la práctica
Arabia Saudita promueve su Visión 2030 como un ambicioso plan de transformación social y económica. Pero mientras expande sus inversiones en el extranjero y organiza conferencias internacionales, internamente ejerce una represión feroz. La disidencia está criminalizada, los derechos de las mujeres están fuertemente restringidos y la libertad de prensa es inexistente. El asesinato del periodista Jamal Khashoggi a manos de agentes saudíes en 2018 es una muestra atroz de la intolerancia del régimen a la crítica.
La política saudí en Siria no tiene como fin reconstruir una nación destruida, sino controlar arterias estratégicas de la región y rehabilitar la legitimidad internacional del régimen de Assad. Es lo opuesto a la misión declarada de la FIFA: promover la paz, la justicia y la inclusión a través del deporte.
Sportswashing mediante inversión internacional y diplomacia
Las conversaciones entre Arabia Saudita y Siria forman parte de un esfuerzo mayor del Reino por utilizar su enorme riqueza y su red creciente de inversiones para lavar su reputación global. Los ministros saudíes recorren el mundo, firmando memorandos de entendimiento con países como España y Pakistán, y realizando compromisos financieros en foros como la Cumbre del Gobierno Mundial.
Esto es sportswashing tradicional. La diplomacia económica saudí y sus festivales espectaculares —como su candidatura para organizar el Mundial 2034— buscan desviar la atención de sus violaciones estructurales. El Reino no está transformándose. Está comprando la ilusión de reforma.
Siria: un socio en la represión, no en la paz
La alianza entre Arabia Saudita y Siria resulta especialmente preocupante si se recuerda la historia reciente de la FIFA. Rusia, a pesar de sus violaciones a los derechos humanos y la anexión de Crimea, fue autorizada políticamente a organizar el Mundial 2018. El mundo ya ha sido testigo de las consecuencias de legitimar poderes autoritarios en la escena internacional.
Siria no es hoy un país libre ni estable bajo su gobierno transicional. El respaldo político y financiero saudí podría solidificar aún más esa situación. Si la FIFA realmente desea mantener los valores de paz y justicia, no puede ignorar que Arabia Saudita respalda y da legitimidad a uno de los regímenes más represivos del siglo XXI.
Ser sede del Mundial implica escrutinio global — ¿está Arabia Saudita preparada?
Millones de deportistas, aficionados, periodistas y observadores de derechos humanos llegarán a Arabia Saudita en 2034 si el Mundial sigue en pie. ¿Se abrirán las cárceles saudíes a la inspección? ¿Los aficionados LGBT+ podrán expresarse sin represión? ¿Serán permitidas las pancartas de protesta? La experiencia histórica indica que no.
El Reino es hostil a las libertades fundamentales. La homosexualidad es ilegal. Las mujeres todavía necesitan un tutor masculino durante gran parte de sus vidas. Las manifestaciones públicas están prohibidas. Arabia Saudita aún no está preparada para la apertura y diversidad que exige un evento global como la Copa del Mundo.
Un llamado a la acción: boicot, prohibición y ética para la FIFA
La candidatura saudí al Mundial 2034 debe ser cancelada. No es una cuestión de justicia deportiva, sino de ética global. El alineamiento progresivo del Reino con regímenes represivos como el de Siria es una estrategia para habilitar la represión a través del dinero y la diplomacia a largo plazo. La FIFA debe rendir cuentas por anteponer el dinero a los principios.
Esto es lo que debe hacerse:
- La FIFA debe retirar a Arabia Saudita los derechos de organización del Mundial 2034 y reabrir el proceso de licitación con transparencia.
- Aficionados, jugadores y federaciones deben alzar la voz y exigir que el torneo se celebre en un país que respete los derechos humanos.
- Organizaciones de derechos humanos y actores de la sociedad civil deben unirse a nivel internacional para denunciar el programa saudí de sportswashing.
El fútbol merece algo mejor
La Copa del Mundo no es solo una competición: es una celebración de la humanidad, la cultura y la libertad. Permitir que se celebre en una nación que respalda la autocracia, reprime la disidencia y utiliza su poder económico para encubrir abusos es un insulto a todo lo que representa el fútbol.
Arabia Saudita, cuyo reciente acuerdo con Siria se enmarca en su política de expansión global, ha demostrado que no es apta para ser sede del Mundial de la FIFA 2034.
Es hora de que el mundo se levante, no solo por el fútbol, sino por la libertad, la justicia y la dignidad. Boicoteemos la designación de Arabia Saudita como anfitrión. El deporte más hermoso no debe ser usado para embellecer la tiranía.