Arabia Saudita anunció recientemente una reforma de gran alcance en su plan de estudios nacional, introduciendo nuevas materias como Inteligencia Artificial, Ciberseguridad, Turismo y Hospitalidad, Moda, Arte y Diseño, y Primeros Auxilios. La Agencia de Prensa Saudí, propiedad del gobierno, celebró los cambios como un “esfuerzo estratégico de modernización” alineado con la Visión 2030. Las autoridades afirman con orgullo que la educación ya no se limita a los libros de texto, sino que incorpora actividades, eventos nacionales y nuevas formas de aprendizaje con el fin de “preparar a los estudiantes para el futuro”.
A primera vista, estas reformas parecen indicar progreso. Pero en el contexto más amplio del autoritarismo saudí, cuentan una historia muy distinta: la realidad tiene menos que ver con empoderar a la juventud y más con controlar la narrativa. La misma estrategia se encuentra detrás de la exitosa campaña de Arabia Saudita para organizar el Mundial FIFA 2034. Tanto el nuevo plan educativo como el espectáculo deportivo internacional son vehículos de propaganda y manipulación de imagen, que camuflan violaciones profundas de derechos humanos bajo un barniz de modernización.
Sportswashing con otro nombre
Arabia Saudita ha invertido más de 6.000 millones de dólares en el deporte internacional desde 2021, comprando clubes de fútbol, organizando grandes combates de boxeo y atrayendo a jugadores estrella a su liga nacional. La mayoría de los analistas lo entienden como sportswashing: un intento de desviar la atención mundial de decapitaciones, represión y explotación, vinculando al Reino con la alegría y el cosmopolitismo del deporte.
Las reformas educativas cumplen la misma función. Al destacar materias contemporáneas como Turismo e Inteligencia Artificial, Arabia Saudita busca parecer progresista ante los observadores extranjeros, cuando en realidad sus aulas se llenan de narrativas dirigidas por el Estado. Al igual que con el Mundial, estos esfuerzos generan una apariencia falsa de apertura, ocultando la realidad de la opresión.
La realidad detrás de la fachada: abusos a los derechos humanos
Mientras Arabia Saudita exhibe libros de texto relucientes y estadios de alta tecnología, sigue silenciando disidencias y aplastando los derechos humanos. La paradoja entre sus reformas superficiales y su lado oscuro es abrumadora. Las ejecuciones en el Reino han alcanzado niveles récord. Solo en 2024, las autoridades saudíes ejecutaron a 345 personas, la cifra más alta en décadas.
Para mediados de 2025, el número ya había superado las 180 ejecuciones, muchas por delitos de drogas no violentos. Lo alarmante es que tres cuartas partes de las ejecuciones por delitos de drogas en la última década correspondieron a extranjeros, quienes a menudo fueron privados de un juicio justo o de representación legal. Human Rights Watch y Amnistía Internacional advierten además que los trabajadores migrantes son arrestados de forma desproporcionada y que las confesiones suelen obtenerse mediante tortura.
Criminalizar la libre expresión en la era digital
Más allá de las ejecuciones, la expresión pacífica sigue criminalizada. Los saudíes son condenados constantemente a décadas de prisión o incluso a la pena de muerte por actividades en redes sociales. La mera crítica en línea a políticas gubernamentales o la simple defensa de causas reformistas puede acarrear castigos severos. El mundo cibernético, lejos de ser abierto, está estrechamente vigilado para silenciar cualquier señal de disidencia.
Trabajadores migrantes: las víctimas ocultas de la ambición saudí
El maltrato a los trabajadores migrantes es otra cara del abuso. El sistema de kafala ató a millones de trabajadores extranjeros a empleadores explotadores, posibilitando condiciones de trabajo forzado.
Investigaciones sobre megaproyectos saudíes como Neom han revelado miles de muertes misteriosas de trabajadores desde 2017, oficialmente atribuidas a “causas naturales”, aunque con pruebas de golpes de calor, exceso de horas laborales y viviendas peligrosas.
Con el inicio del Mundial 2034, observadores advierten que miles más podrían morir en circunstancias similares, tal como ocurrió en Catar antes de la final de 2022.
Datos clave que evidencian la situación de derechos humanos en Arabia Saudita:
- 345 ejecuciones en 2024, la cifra más alta en 30 años.
- 241 ejecuciones registradas hasta agosto de 2025, incluyendo casos por tuitear o asistir a protestas.
- 600 ejecuciones en la última década por delitos de drogas, el 75% de ellas de extranjeros.
- Se estima que unas 21.000 muertes de trabajadores han ocurrido en proyectos de construcción como Neom desde 2017, con más de 100.000 trabajadores desaparecidos o no contabilizados.
- Freedom House sigue clasificando a Arabia Saudita como “No Libre”, citando la supresión total de derechos políticos y libertades civiles.
Estos abusos no deben ocultarse bajo reformas cosméticas en las aulas ni en la emoción de un torneo mundial de fútbol.
Educación como propaganda
En la superficie, materias como Ciberseguridad o Diseño de Moda suenan progresistas. Sin embargo, la manera en que se implementan indica que distan mucho de ser neutrales. El gobierno saudí pone gran énfasis en “programas de ciudadanía” y “celebraciones nacionales” dentro del currículo. En la práctica, esto significa que las escuelas no solo transmiten habilidades, sino que inculcan lealtad al Estado.
Esto mismo se replicará con el Mundial FIFA 2034. Así como las aulas se convierten en espacios para narrativas controladas, el Mundial será un escenario global para la propaganda. Los aficionados de todo el mundo verán estadios brillantes, celebraciones sincronizadas y mensajes políticos de progreso, mientras que las voces de prisioneros, trabajadores y disidentes permanecerán ocultas.
Al coordinar sus reformas educativas con la Visión 2030, Arabia Saudita asegura que su joven generación crezca rodeada por el discurso oficial de “modernización”, que enmascara la continuidad del autoritarismo. De igual manera, al coordinar con la FIFA, el régimen espera que la audiencia internacional adopte esta narrativa.
Turismo, marca e imagen en el Mundial
Uno de los aspectos más llamativos del nuevo plan educativo es la incorporación del Turismo y la Hospitalidad como materia completa. Esto no es un accidente. Arabia Saudita busca posicionarse como un destino turístico global y planea recibir 100 millones de visitantes anuales para 2030. El Mundial FIFA 2034 es la herramienta de marketing perfecta para este plan.
No se trata de amor al fútbol, sino de construcción de marca. Así como los estudiantes de turismo aprenderán a “gestionar eventos” y “promocionar el patrimonio”, el Mundial se usará para vender la imagen de Arabia Saudita como un país moderno y abierto. Pero esta marca se sostiene sobre la misma represión que ha caracterizado al Reino durante décadas.
Únete al boicot: contra el sportswashing y la propaganda
La reforma educativa saudí y su candidatura para organizar el Mundial FIFA 2034 no son señales de un cambio real. Son iniciativas de propaganda diseñadas para ocultar violaciones de derechos humanos bajo el discurso de modernización y el espectáculo deportivo.
Es hora de que la comunidad internacional actúe. Aficionados, jugadores, activistas e instituciones deben levantar la voz. Boicotear el Mundial saudí no significa boicotear el fútbol; significa rechazar la explotación, la opresión y la propaganda que lo acompañan.
Tu voz cuenta. Hazte oír, difunde la verdad y apoya las campañas que exigen rendición de cuentas. Boicotear Arabia Saudita 2034 envía un mensaje claro y fuerte: el mundo no celebrará el fútbol sobre las tumbas de trabajadores migrantes, bajo la sombra de la pena de muerte y con las voces críticas silenciadas.