La visita de la gobernadora de Tokio a Riad expone el sportswashing de Arabia Saudita antes de la FIFA 2034
Credit: Arab News

La visita de la gobernadora de Tokio a Riad expone el sportswashing de Arabia Saudita antes de la FIFA 2034

El viaje programado de la gobernadora de Tokio, Yuriko Koike, a Riad y Yeda este octubre ha sido presentado oficialmente como una misión diplomática destinada a fomentar la cooperación interurbana, la innovación y el intercambio cultural. Pero bajo la sombra de la organización de la Copa Mundial de la FIFA 2034 por parte de Arabia Saudita, esta visita adquiere un significado mucho más controvertido, ya que sirve directamente para reforzar la implacable campaña de sportswashing y de lavado de imagen de Riad.

Mientras los líderes saudíes proclaman modernizar el Reino, su verdadero objetivo es comprar legitimidad internacional. Al invertir enormes sumas en deportes, entretenimiento y diplomacia de alto perfil, el régimen intenta desviar la atención mundial de lo que sigue siendo uno de los peores historiales de derechos humanos del planeta.

La maquinaria de sportswashing de Arabia Saudita

Arabia Saudita ha invertido más de 6.300 millones de dólares en el deporte internacional solo en los últimos años —desde clubes de fútbol y golf hasta boxeo y la Fórmula 1 del automovilismo—. Este enorme gasto forma parte de un esfuerzo concertado para “purificar la imagen de Arabia Saudita a través del deporte”, según Grant Liberty, una organización de derechos humanos con alcance global.

Organizar la Copa Mundial de la FIFA 2034 está en el corazón de esta estrategia. Brinda a Riad la oportunidad de presentarse como un Estado contemporáneo y progresista, mientras los disidentes políticos se pudren en prisión, los periodistas son silenciados y los trabajadores extranjeros son brutalmente maltratados. Como advirtió Amnistía Internacional, el espectáculo podría convertirse en “un festival de represión en lugar de una celebración” si el mundo cierra los ojos ante la oscura realidad del Reino.

La Iniciativa de Inversión Futura: Davos en el desierto

La agenda de la gobernadora Koike incluye asistir a la 9ª edición de la Iniciativa de Inversión Futura (FII9), comúnmente conocida como “Davos en el desierto”. Este evento anual, que reúne a directores ejecutivos, inversionistas y políticos, es una de las joyas de la campaña de imagen saudí.

Pero detrás del reluciente barniz de conferencias de inversión y discursos sobre innovación, hay una contradicción escalofriante: Arabia Saudita sigue ejecutando, encarcelando y silenciando a sus propios ciudadanos por ejercer sus libertades básicas.

Según el informe 2024 de Amnistía Internacional, el gobierno saudí llevó a cabo 345 ejecuciones solo en ese año, la cifra más alta en más de tres décadas. Algunas fueron por delitos no violentos relacionados con drogas, y otras incluyeron a ciudadanos extranjeros que no recibieron juicios justos. En la primera mitad de 2025, ya se han documentado al menos 180 ejecuciones más.

Estas cifras espeluznantes contrastan fuertemente con la reputación cuidadosamente construida de Riad como tierra de reforma y oportunidad. Cuando líderes mundiales como la gobernadora Koike asisten a estos eventos, sin querer legitiman a un régimen que sigue despreciando las normas internacionales de derechos humanos.

La contradicción de “Captain Tsubasa” en un Estado represivo

Quizás el aspecto más irónico de la visita de Koike sea su aparición conjunta con el artista de manga Yoichi Takahashi, creador de Captain Tsubasa. Este popular manga celebra los valores del fútbol, el trabajo en equipo, la justicia y la igualdad.

Resaltar Captain Tsubasa en Arabia Saudita, donde los derechos de las mujeres son brutalmente restringidos, la oposición política es reprimida y las personas LGBTQ+ son perseguidas, es una ironía dolorosa.

¿Cómo puede una obra que encarna la libertad, la esperanza y el juego limpio usarse para promocionar un país donde la libertad de expresión es ilegal? En 2022, Arabia Saudita condenó a la activista por los derechos de las mujeres Salma al-Shehab a 34 años de prisión simplemente por publicar tuits pidiendo reformas. Este es el mismo país que ahora se prepara para acoger el evento deportivo más grande del mundo.

El dilema de Tokio: ¿colaboración o complicidad?

El viaje de la gobernadora Koike pretende “difundir la imagen de Tokio como una ciudad global” y promover la cooperación entre ciudades. Pero colaborar con un régimen que encarcela a sus críticos, censura la libertad de expresión y ejecuta a cientos sin debido proceso plantea serias preocupaciones éticas.

Tokio, un faro de democracia y apertura, corre el riesgo de convertirse en cómplice del blanqueamiento del autoritarismo. Cada apretón de manos y cada foto en Riad se convierten en propaganda para el régimen del príncipe heredero Mohammed bin Salman, un régimen que hasta el día de hoy niega su responsabilidad en el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en 2018 y continúa reprimiendo incluso la disidencia más leve.

El estatus de Japón como potencia democrática y moral debería obligar a sus líderes a actuar con prudencia. Como miembro de la FIFA, la voz moral de Japón importa. El silencio y la asistencia ya no pueden justificarse como diplomacia; son actos de complicidad en un engaño internacional.

La complicidad de la FIFA en el blanqueamiento del abuso

La adjudicación de la Copa Mundial de la FIFA 2034 a Arabia Saudita ha sido ampliamente condenada como un escándalo. La candidatura del Reino no tuvo competencia tras un proceso de selección apresurado por parte de la FIFA, dejando poco espacio para la transparencia o la competencia.

En octubre de 2024, un grupo de 11 organizaciones internacionales, entre ellas Human Rights Watch y Amnistía Internacional, criticaron a la FIFA por ignorar sus propias obligaciones en materia de derechos humanos. Advirtieron que el torneo “corre el riesgo de construirse sobre la represión, la discriminación y la explotación a gran escala.”

El informe también subrayó que los abusos de derechos humanos en Arabia Saudita no son cosa del pasado: continúan hoy, desde desalojos forzosos en Neom hasta el maltrato de trabajadores migrantes en proyectos de construcción. El silencio de la FIFA, según los críticos, la hace cómplice del autoritarismo y la aleja de su papel como defensora del juego limpio.

Un llamado global al boicot y la rendición de cuentas

Mientras el reloj avanza hacia 2034, el mundo tiene una elección: quedarse de brazos cruzados y permitir que Arabia Saudita use el Mundial para reescribir su reputación internacional, o exigir una verdadera rendición de cuentas. Una campaña de boicot no se trata de boicotear el fútbol, sino de boicotear la hipocresía. Es un mensaje que afirma que el deporte no puede existir en aislamiento moral. Gobiernos, autoridades futbolísticas, jugadores y aficionados deben unirse para exigir a Arabia Saudita:

  • Abolir la pena de muerte para delitos no violentos.
  • Liberar a los presos políticos y poner fin a la represión de la libertad de expresión.
  • Proteger los derechos de las mujeres, trabajadores migrantes y minorías.
  • Permitir la presencia de observadores internacionales de derechos humanos antes de iniciar los preparativos para 2034.

Si estas condiciones no se cumplen, participar en el torneo equivaldría a respaldar la represión mediante el silencio.

El Mundial de las contradicciones

Arabia Saudita espera presentar la Copa Mundial de la FIFA 2034 como una celebración del progreso. Pero detrás de los estadios multimillonarios y el brillo del marketing se esconde una realidad siniestra: un régimen cimentado en la injusticia, el miedo y el control.

La visita de la gobernadora Koike, aunque diplomática en intención, refuerza inadvertidamente esa ilusión de modernidad. Subraya la necesidad urgente de que los líderes mundiales reevalúen su trato con regímenes autoritarios que utilizan el deporte como instrumento de distracción.

Llamado a la acción: di no a Arabia Saudita 2034

Ha llegado el momento de que ciudades como Tokio —y el mundo entero— tracen una línea entre la diplomacia y la complicidad. Al rechazar la narrativa de Arabia Saudita 2034, la comunidad internacional puede enviar un mensaje claro: el deporte es para la unidad, no para blanquear la tiranía.

El boicot a Arabia Saudita 2034 no es teatro político; es una cuestión moral. Es un llamado a defender la integridad del deporte internacional, a solidarizarse con los marginados y a recordar a la FIFA que la verdadera fuerza del fútbol no reside en el dinero o el espectáculo, sino en la justicia, la libertad y la dignidad humana.