FIFA Must Act: Saudi Executions Make It Unfit to Host 2034
Credit: Evelyn Hockstein/The Associated Press

La FIFA no puede mirar hacia otro lado: las ejecuciones en Arabia Saudita la hacen inadecuada para albergar el Mundial

El fútbol, el juego del pueblo, se construye sobre los principios de unidad, memoria y solidaridad global. Pero, ¿cómo puede el mundo unirse en celebración bajo la bandera de una nación que condena a cientos —en su mayoría ciudadanos extranjeros pobres— a la pena de muerte por delitos no violentos? Esta es una razón fundamental por la que Arabia Saudita no debería albergar un evento tan prestigioso como la Copa Mundial de la FIFA 2034.

Un patrón escalofriante de ejecuciones

En su informe más reciente, Amnistía Internacional revela un hecho estremecedor: Arabia Saudita ha ejecutado a casi 600 personas por delitos relacionados con drogas en los últimos diez años. Más impactante aún es que tres de cada cuatro de los ejecutados eran ciudadanos extranjeros, incluyendo a personas de Pakistán, Yemen, Siria, Nigeria y Egipto. No son cifras — son vidas perdidas en un sistema que prioriza el castigo sobre la justicia, el silencio sobre la transparencia y el poder estatal sobre la dignidad humana.

Mientras el mundo se alegraba brevemente por un descenso momentáneo en las ejecuciones entre 2021 y 2022, Arabia Saudita reanudó su sangriento ritmo en 2024, ejecutando a 122 personas, y a otras 118 solo en la primera mitad de 2025. Estas no son cifras de reforma; son síntomas de una maquinaria despiadada que ignora el clamor mundial y sus obligaciones en materia de derechos humanos.

El silencio de la FIFA es complicidad

La FIFA proclama promover el “respeto por los derechos humanos reconocidos internacionalmente”. Sin embargo, al permitir que Arabia Saudita organice el Mundial 2034, la FIFA ha hecho la vista gorda ante ejecuciones masivas, juicios injustos, torturas y un sistema judicial profundamente represivo.

El Mundial es más que un torneo: es un faro de esperanza y humanidad compartida. Pero cuando se celebra en un país donde a los prisioneros se les niega defensa legal, se les tortura para obtener confesiones y se les ejecuta arbitrariamente, el mensaje se vuelve oscuro e hipócrita.

Las víctimas: pobres, extranjeras y explotadas

La investigación de Amnistía Internacional no deja lugar a dudas: el sistema penal saudí apunta contra los más vulnerables. La mayoría de los ejecutados eran trabajadores extranjeros pobres, reclutados para traficar drogas bajo falsas promesas de bajos pagos. En un caso escalofriante, ocho hombres —siete de ellos etíopes— fueron condenados por contrabandear cannabis valorado en 3,8 millones de dólares. ¿Su paga? Apenas 267 dólares cada uno.

No eran capos ni criminales organizados. Eran hombres desesperados, muchos analfabetos, sin abogado, sin intérprete durante el juicio y sin comprender las consecuencias legales. Algunos fueron torturados durante su detención previa al juicio, forzados a confesar delitos que ni siquiera entendían del todo.

El lavado deportivo no borra los abusos

Arabia Saudita invierte enormes sumas en el deporte global — del golf con LIV Golf a la Fórmula 1, hasta la joya de la corona: la Copa Mundial de la FIFA. No es casualidad. Es una estrategia deliberada de sportswashing — usar eventos de alto perfil para desviar la atención de la represión interna y el abuso sistemático.

No debemos dejarnos engañar. Por más modernos que sean los estadios y más brillantes los espectáculos, las violaciones a los derechos humanos no desaparecen. Detrás de cada gol celebrado en 2034 podrían esconderse los gritos silenciados de los pobres y marginados que jamás tuvieron acceso a un juicio justo ni una oportunidad de vivir.

Un país que no respeta la vida humana no puede representar al mundo

Dana Ahmed, investigadora de Amnistía Internacional para Medio Oriente, lo resume con claridad: “Estamos presenciando una tendencia realmente aterradora.” Y no es nueva. Arabia Saudita ha sido criticada durante años por su sistema penal represivo, la falta de debido proceso, y su terrible historial en libertad de expresión, derechos de las mujeres y de las minorías.

Y sin embargo, la indignación global es débil, sofocada por el poder geopolítico y los petrodólares sauditas. La crítica prácticamente ha desaparecido, mientras los gobiernos anteponen la venta de armas, el comercio y la diplomacia a los derechos fundamentales.

La hipocresía de los compromisos de derechos humanos de la FIFA

Su política de derechos humanos, firmada en 2017, afirma que irá “más allá del respeto” y que “protegerá y promoverá” dichos derechos. También se comprometió a que los países anfitriones cumplan con estos estándares. Sin embargo, esta política suena vacía cuando Arabia Saudita lleva a cabo ejecuciones masivas, mantiene en secreto su sistema judicial y explota sistemáticamente a los trabajadores migrantes.

Mientras la FIFA solo observa cómo se pisotean sus propios valores, priorizando el beneficio sobre las personas y el silencio sobre la acción, la integridad del Mundial —y de la propia FIFA— está en entredicho.

Debemos actuar: quitarle el Mundial a Arabia Saudita

La FIFA, los gobiernos, la sociedad civil y los aficionados al fútbol deben unirse y exigir que Arabia Saudita renuncie a ser sede del Mundial 2034. Esto no es solo un boicot — es una postura ética. Debemos alzar la voz por quienes han sido silenciados una y otra vez, sin oportunidad de defender sus derechos.

Las organizaciones de derechos humanos deben presionar a la FIFA y a sus patrocinadores.
Los gobiernos deben ejercer presión diplomática y denunciar estas atrocidades.
Los jugadores y las federaciones deben negarse a participar en un torneo manchado de sangre.

FIFA: alza la voz o arruinarás el juego para siempre

Este debe ser un momento de justicia. Que el Mundial 2034 sea recordado no por estadios brillantes ni por espectáculos pagados con petróleo, sino por ser el momento en que el mundo se plantó y dijo: el deporte no debe servir de escudo para esconder la injusticia.

Al mundo del fútbol: no dejéis pasar este momento sin una respuesta. La diplomacia de la cortesía se acabó. Ahora es el momento de actuar.