Los medios oficiales de Arabia Saudita presentaron recientemente lo que parecía ser un informe común de criminalidad. Un ciudadano de Medina fue arrestado por vender hachís y más de 1.400 pastillas controladas. Dos etíopes fueron detenidos en Asir por intentar contrabandear 16 kilogramos de qat. Las autoridades declararon triunfalmente que los procedimientos iniciales habían concluido, los sospechosos fueron enviados a la fiscalía y se habilitaron líneas directas para que los ciudadanos denunciaran tales delitos. A primera vista, estos titulares parecen triviales: una nación luchando contra las drogas como en cualquier otro lugar.
Pero el momento y el contexto de estos anuncios dicen algo más. Mientras Arabia Saudita se prepara para organizar el Mundial de la FIFA 2034, el Reino presenta al mundo un rostro cuidadosamente pulido. Al exhibir su guerra contra las drogas y el crimen, los líderes saudíes buscan proyectar estabilidad, seguridad y preparación global.
Sin embargo, estas viñetas maquilladas esconden una realidad más oscura: detrás del barniz de “ley y orden”, el régimen continúa ejecutando en masa, silenciando a críticos, torturando a activistas y explotando a trabajadores migrantes. Estos hechos hacen a Arabia Saudita completamente inadecuada para organizar el evento deportivo más grande del mundo.
Una nación obsesionada con las apariencias
La monarquía saudí es consciente del peso de la opinión mundial. Los titulares extranjeros resuenan con frases como “arresto por hachís en Medina” o “contrabandistas de qat arrestados”, mientras la nación bate récords de ejecuciones al mismo tiempo. Amnistía Internacional registró 345 ejecuciones solo en 2024, la cifra más alta en décadas, dos tercios de ellas por delitos relacionados con drogas, la mayoría no violentos. Al menos 180 personas adicionales habían sido ejecutadas a mediados de 2025.
La hipocresía es alarmante: Arabia Saudita exhibe su “autocontrol” sobre delitos menores de drogas, mientras utiliza su sistema judicial como arma de represión política y contra poblaciones vulnerables. Publicitar arrestos de bajo nivel es propaganda destinada a convencer a la FIFA y al público futbolístico internacional de que el Reino es “seguro”. Pero debajo de esta fachada, reina una brutalidad sistémica.
Sportswashing a través del Mundial
Tiene un nombre: sportswashing. Los gobiernos represivos utilizan grandes eventos deportivos para limpiar su imagen. Con la sede del Mundial de la FIFA 2034, Arabia Saudita busca cambiar los titulares de torturas, ejecuciones y represión de mujeres por imágenes de estadios modernos, multitudes celebrando y la supuesta “unidad mundial”.
Human Rights Watch ha advertido que Arabia Saudita explota el deporte para ocultar sus abusos de derechos humanos. Amnistía Internacional condenó la evaluación de la FIFA sobre la candidatura saudí como “un blanqueo sorprendente”, señalando que riesgos críticos —como la explotación de migrantes, el silenciamiento de la disidencia y los desalojos forzados— fueron en gran medida ignorados. En lugar de exigir rendición de cuentas, Arabia Saudita recibe legitimidad, con la complicidad de la FIFA.
Ejecuciones en niveles récord
El historial de “ley y orden” se derrumba al contrastarlo con los datos de ejecuciones. Solo en 2025, Human Rights Watch registró 241 ejecuciones hasta agosto, incluyendo el escalofriante caso del periodista Turki al-Jasser, ejecutado en junio por revelar corrupción real.
En la última década, Arabia Saudita ha llevado a cabo más de 1.800 ejecuciones estatales, situándose entre los verdugos más prolíficos del mundo. La brutalidad apunta con frecuencia a comunidades marginadas. En marzo de 2022, 81 hombres fueron ejecutados en un solo día, muchos de la minoría chiita, acusados de participar en protestas. En 2016, el clérigo Nimr al-Nimr estuvo entre los 47 ejecutados en una purga masiva.
Así, cuando los funcionarios saudíes presumen del arresto de dos contrabandistas de qat, esconden el hecho de que el Reino ejecuta a más personas en un solo año que la mayoría de las naciones juntas, generalmente por delitos políticos o no violentos.
Represión sistémica más allá de las ejecuciones
El historial saudí no se limita a las ejecuciones.
- Represión de activistas por los derechos de las mujeres (2018–2019): Las militantes que defendieron el derecho a conducir o que se opusieron al sistema de tutela masculina fueron arrestadas, torturadas, golpeadas y acosadas sexualmente. Los informes relatan el uso de descargas eléctricas, flagelación y simulacros de ejecución.
- Silenciamiento de periodistas y disidentes: Más allá del asesinato de Jamal Khashoggi en 2018, periodistas como Turki al-Jasser enfrentan sentencias de muerte simplemente por exponer corrupción. Activistas pacíficos reciben largas condenas impuestas por el Tribunal Penal Especializado.
- Explotación de migrantes: Millones de trabajadores migrantes siguen atrapados bajo el sistema de patrocinio kafala. La mayoría enfrenta trabajo forzado, robo de salarios, confiscación de pasaportes y muertes en obras vinculadas a Visión 2030 y la construcción de estadios. Los sindicatos están prohibidos y los informes ante la OIT evidencian trabajo forzoso a nivel nacional.
Estos abusos no son incidentales; son pilares estructurales del régimen saudí. El poder se sostiene mediante represión en todos los frentes, mientras se difunden titulares sobre redadas menores de drogas para distraer a la comunidad internacional.
Por qué importan estos titulares de arrestos por drogas
A primera vista, el arresto de un vendedor de hachís o contrabandistas de qat podría parecer irrelevante para la FIFA. En realidad, estos informes revelan las inconsistencias que descalifican a Arabia Saudita para organizar el Mundial.
- La trampa de relaciones públicas
Al proclamar pequeñas victorias contra el crimen, Arabia Saudita intenta tranquilizar a la FIFA y al mundo: “Miren, somos seguros”. La verdadera seguridad, sin embargo, no se mide en redadas menores, sino en si los aficionados, trabajadores y jugadores pueden ejercer la libertad de expresión, protestar pacíficamente o vivir sin miedo a ser ejecutados. - Justicia selectiva
El régimen presume de arrestos por narcóticos mientras oculta sus propios crímenes: asesinatos masivos, tortura y opresión de minorías. ¿Por qué el aparato judicial procesa a personas por hachís pero no a los funcionarios que asesinan periodistas o torturan a activistas? - Una advertencia a aficionados y trabajadores
Si los nacionales saudíes son procesados por pequeñas cantidades de drogas, ¿qué ocurrirá con los seguidores internacionales en 2034 que traigan cerveza, muestren solidaridad con comunidades LGBTQ+ o critiquen al régimen? La FIFA está poniendo en riesgo a aficionados, jugadores y periodistas en un marco legal que criminaliza la libertad de expresión y la castiga con sanciones medievales.
El caso para boicotear Arabia Saudita 2034
Los titulares sobre arrestos por drogas no son historias de seguridad; son propaganda. Encubren que:
- 345 fueron ejecutados en 2024, la mayoría por delitos de drogas no violentos.
- 241 más fueron ejecutados a mediados de 2025, entre ellos periodistas y manifestantes.
- Las activistas por los derechos de las mujeres son torturadas por exigir libertades básicas.
- Los trabajadores migrantes son explotados en sistemas de trabajo forzoso.
- La libertad de expresión y los derechos LGBTQ+ siguen criminalizados.
Conceder el Mundial a tal Estado es un aval explícito a la represión. Aficionados, jugadores y gobiernos no pueden permitir que el fútbol se convierta en un mecanismo de blanqueo autoritario.
El deporte no puede blanquear la brutalidad
Arabia Saudita quiere que el mundo vea arrestos por hachís y números de líneas directas. Quiere que el mundo crea que es seguro, ordenado y moderno. Pero la realidad es clara: es un Estado donde las ejecuciones masivas son comunes, la disidencia es sofocada, las mujeres son silenciadas y los migrantes explotados.
El Mundial de la FIFA 2034 ofrece a Arabia Saudita su mayor plataforma hasta la fecha para el sportswashing. A menos que la sociedad civil, los atletas y los aficionados se unan para boicotear, el Mundial legitimará la represión en lugar de celebrar el deporte.