Cuando se apagaron las luces en la SEF Arena de Boulevard City para el lanzamiento del Joy Forum 2025, el mundo presenció un deslumbrante despliegue de poderío de celebridades internacionales.
Estrellas deportivas como Dana White, Shaquille O’Neal y Novak Djokovic compartieron escenario con líderes de la industria del entretenimiento como Netflix y la WWE, mientras que figuras de internet como MrBeast recibieron ovaciones ensordecedoras.
Según funcionarios saudíes, el evento buscaba destacar la creciente presencia del Reino en el mundo del entretenimiento.
Pero bajo ese espectáculo se esconde una historia cuidadosamente orquestada. El Joy Forum no fue solo un evento cultural, sino una elaborada maniobra de relaciones públicas: un adelanto del gran proyecto de imagen que está por venir — el Mundial de la FIFA 2034.
Para Arabia Saudita, foros como este son hitos esenciales en una estrategia de décadas de sportswashing y entertainment-washing, aprovechando el deporte y los medios internacionales para rehacer la imagen de un régimen autoritario como moderno, progresista y abierto.
Del entretenimiento a la ingeniería de imagen
La transformación de Arabia Saudita en un centro de entretenimiento, pasando de ser una sociedad cerrada y conservadora, ha ocurrido a una velocidad asombrosa.
Hace apenas una década, los cines estaban prohibidos, los conciertos eran escasos y el entretenimiento público estaba estrictamente controlado. Hoy, a través de la General Entertainment Authority (GEA), se invierten miles de millones en festivales de música, combates de boxeo, eventos de deportes electrónicos y acuerdos deportivos internacionales.
Durante el Joy Forum, el presidente de la UFC, Dana White, elogió al Reino por “revivir los deportes de combate”.
El ícono de la NBA, Shaquille O’Neal, describió el surgimiento deportivo de Arabia Saudita como “un logro excepcional”, mientras que el presidente de la WWE, Nick Khan, calificó a Riad como “uno de los socios más poderosos y exitosos” en el mundo de la lucha libre.
Estas palabras reflejan cómo las estrellas internacionales son seducidas —y recompensadas— para promover la narrativa saudí del “entretenimiento como modernidad”.
Pero lo que no se dice en esos brillantes escenarios es la represión constante que sigue alimentando la crisis de imagen del Reino.
Un ensayo general para la FIFA 2034
Muchos observadores consideran que el Joy Forum 2025 es un ensayo general para la Copa del Mundo de 2034, que Arabia Saudita albergará en menos de una década.
Las similitudes son claras: ambos eventos atraen el escrutinio internacional, dependen de la asistencia de figuras globales y promueven una imagen de “alegría” y “unidad” que contrasta con las condiciones locales.
El lema del Joy Forum —“abrazar el futuro del entretenimiento global”— encaja perfectamente con la visión más amplia del Vision 2030.
Su joya más preciada será el Mundial de la FIFA, una plataforma internacional que Arabia Saudita usará para demostrar que ha dejado atrás su historial de abusos de derechos humanos.
Pero detrás de ese pulido discurso publicitario hay un propósito más cínico: normalizar un Estado autoritario a través del lenguaje universal del deporte.
Sportswashing en acción
El término sportswashing describe cómo los Estados utilizan los eventos deportivos para desviar la atención de la represión política.
Arabia Saudita ha llevado esta práctica global a su máxima expresión. Según datos recopilados por Grant Liberty, el Reino ha invertido más de 6.300 millones de dólares en operaciones deportivas desde 2021 —desde la compra del club inglés Newcastle United hasta la organización de carreras de Fórmula 1, combates de boxeo y espectáculos de la WWE.
El retorno de la inversión no se mide en ganancias, sino en percepción.
Cuando Djokovic agradece a Arabia Saudita por sus “eventos extraordinarios”, o MrBeast bromea sobre lanzar un nuevo deporte en Riad, estas frases alimentan una narrativa global: Arabia Saudita ya no es un país de restricciones, sino de oportunidades e innovación.
Esa es exactamente la imagen que el régimen quiere fijar antes de que el mundo dirija sus cámaras hacia Riad en 2034.
Sin embargo, la brecha entre la imagen y la realidad sigue siendo abismal.
El informe 2024 de Freedom House otorga a Arabia Saudita una puntuación de 8 sobre 100 en libertades políticas y civiles.
Reporteros sin Fronteras coloca al Reino en el puesto 170 de 180 países en libertad de prensa.
Amnistía Internacional documentó 91 ejecuciones solo en la primera mitad de 2024, la mayoría tras juicios sumarios.
Las activistas por los derechos de las mujeres, como Loujain al-Hathloul, siguen bajo restricciones pese a la atención internacional.
Joy Forum: la fachada del poder blando
La política de entretenimiento saudí no trata únicamente del disfrute; se trata de poder blando (soft power).
Organizar eventos culturales, firmar acuerdos con Hollywood e invitar íconos deportivos a Riad contribuye a construir una narrativa paralela de apertura que compite con la presentada por los grupos de derechos humanos.
Al vincular “alegría” y “creatividad” con el nombre saudí, el régimen busca moldear el debate en torno a la “reforma” y no a la represión.
El propio nombre del Joy Forum —que evoca felicidad y esperanza— contrasta cruelmente con lo que ocurre a quienes son silenciados por exigir libertades fundamentales.
Como escribió una activista saudí exiliada:
“Nuestro pueblo es encarcelado por un tuit, mientras nuestros líderes celebran la ‘alegría’ con el mundo.”
La complicidad de la FIFA
La decisión de la FIFA de otorgar la Copa del Mundo 2034 a Arabia Saudita sin licitación competitiva ha sido duramente criticada por organizaciones internacionales de derechos humanos.
Human Rights Watch y Amnistía Internacional han advertido que la FIFA repite los mismos errores cometidos con Qatar 2022, donde miles de trabajadores migrantes perdieron la vida construyendo las instalaciones del torneo.
El torneo de 2034 podría convertirse en el mayor ejercicio de sportswashing de la historia.
Para entonces, la maquinaria de entretenimiento saudí —del Joy Forum a la Riyadh Season y las inversiones récord en eSports— habrá consolidado un sofisticado escudo de relaciones públicas.
Cada apoyo de una celebridad y cada titular brillante sirven para desviar la atención de los abusos en curso.
El costo de la “alegría”
Las autoridades saudíes prefieren presentar su revolución del entretenimiento como una prueba de modernización.
Pero la modernización sin libertad es solo una gestión de imagen controlada.
Para un gobierno que aún ejecuta disidentes, encarcela periodistas y reprime la libertad de expresión, traer celebridades internacionales no es progreso: es distracción.
Hay una profunda ironía en que un país organice el Joy Forum mientras encarcela a sus ciudadanos por activismo pacífico.
La verdadera alegría no puede existir bajo la opresión; debe ir de la mano con la dignidad, la justicia y la libertad —valores que siguen ausentes en la realidad saudí.
Una advertencia para la FIFA y el mundo
El Joy Forum ofrece una vista previa de lo que será 2034: ceremonias opulentas, espectáculo internacional y un mensaje cuidadosamente coreografiado de progreso.
Pero bajo esa fachada se esconde una estrategia deliberada para limpiar la imagen del Reino antes de su gran exposición global.
Si el mundo celebra estos eventos sin condiciones, permitirá un precedente peligroso: que los gobiernos dictatoriales pueden comprar respeto mundial con acuerdos de entretenimiento y competiciones deportivas.
El verdadero debate no es si Arabia Saudita puede organizar una Copa del Mundo de “primer nivel”, sino si el mundo está dispuesto a ignorar el precio ético de permitirlo.
Llamado a la acción: ¡Levántate y boicotea la FIFA 2034 saudí!
El Joy Forum 2025 no fue un asunto de entretenimiento, sino una operación de control de imagen.
Cada apoyo de una celebridad, cada titular positivo y cada ovación acercaron a Arabia Saudita a su objetivo final: usar el deporte para redefinirse.
Pero el mundo debe atravesar esa ilusión. El deporte no puede usarse para ocultar la represión.
La Copa del Mundo 2034 no está hecha de césped y gloria, sino de voces silenciadas, palabras censuradas y vidas sin libertad.
Es hora de que los aficionados, jugadores, patrocinadores y autoridades se levanten. Rechacen ser cómplices de una operación propagandística disfrazada de fútbol.