Arabia Saudita ha tomado recientemente medidas para asegurar un acuerdo de defensa con Estados Unidos, mientras aumentan las tensiones regionales. Esto vuelve a dejar en evidencia que el reino no está capacitado para albergar la Copa Mundial de la FIFA en 2034.
Bajo el brillante barniz de modernización y diplomacia deportiva, se esconde un régimen profundamente militarizado que prospera gracias a la agitación regional, los pactos militares secretos y las violaciones sistemáticas de los derechos humanos.
Mientras el príncipe heredero Mohammed bin Salman (MBS) continúa su campaña internacional de seducción, la búsqueda de este acuerdo con Washington revela la verdadera naturaleza de su régimen: más interesado en las armas, la guerra y el poder que en la paz, la justicia y la dignidad humana.
Un acuerdo militar que disfraza la agresión como seguridad
Según Politics Today y el Financial Times, Arabia Saudita está negociando un acuerdo de defensa con Estados Unidos, basado en el pacto que Washington mantiene con Catar.
El acuerdo garantizaría esencialmente la defensa militar de Riad por parte de Estados Unidos; es decir, cualquier ataque contra Arabia Saudita sería considerado un ataque contra EE. UU.
Esto no es un paso hacia la paz o la cooperación, sino un fortalecimiento de la militarización en una nación ya desgarrada por décadas de guerra.
Cuando el reino debería centrarse en la reconciliación y la diplomacia, se hunde aún más en alianzas militares. Documentos filtrados del llamado “Regional Security Construct”, citados por The Washington Post, muestran una alianza secreta entre Israel y seis países árabes —entre ellos Arabia Saudita— para contrarrestar a Irán.
Sportswashing: lavando la imagen de un Estado militarizado
La creciente implicación de Arabia Saudita en esquemas de defensa dominados por Estados Unidos se integra perfectamente en su campaña continua de sportswashing: usar eventos deportivos internacionales para desviar la atención de sus políticas represivas y su autoritarismo.
Alojar la Copa Mundial de la FIFA 2034 no tiene nada que ver con promover el fútbol. Es un intento de limpiar una reputación manchada por los crímenes de guerra en Yemen, las ejecuciones masivas y el asesinato del periodista Jamal Khashoggi.
Desde 2015, la intervención militar saudí en Yemen ha provocado una de las peores crisis humanitarias del mundo. Según informes de la ONU, más de 377.000 personas han muerto directa o indirectamente a causa de la guerra, y millones siguen desplazadas o enfrentan el hambre.
A pesar de las condenas internacionales, MBS continúa invirtiendo miles de millones en la compra de armas. Arabia Saudita se convirtió en el mayor importador de armas del mundo entre 2018 y 2022, con casi el 9,6 % de todas las importaciones mundiales (según el Stockholm International Peace Research Institute, SIPRI).
Estas cifras revelan un país adicto a la militarización, no a la reforma. El mismo gobierno que financia aviones de combate y bombas se prepara para recibir el espectáculo deportivo más emblemático del mundo: la Copa Mundial de la FIFA.
Una contradicción grotesca.
La doble moral de la FIFA: beneficios sobre principios
La concesión del Mundial 2034 a Arabia Saudita demuestra el desprecio absoluto de la FIFA por los derechos humanos y la inclusión que tanto pregona.
El proceso de licitación fue apresurado y no competitivo —con Riad como único candidato— y ha sido criticado por organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch por su opacidad e inmoralidad.
¿Cómo puede la FIFA afirmar que apoya la equidad, la igualdad y la integridad mientras se alinea con uno de los gobiernos más represivos del planeta?
Arabia Saudita sigue prohibiendo la oposición política, silenciando a las activistas por los derechos de las mujeres y reprimiendo la libertad de expresión.
Según Freedom House, el reino obtiene solo 8 de 100 puntos en derechos políticos y libertades civiles, clasificándolo como “No libre” y situándolo entre los países más represivos del mundo.
Si la FIFA concede el Mundial a Arabia Saudita, en efecto sancionará a un régimen que decapita a sus críticos, encarcela a activistas pacíficos y libra guerras devastadoras.
El mensaje sería escalofriante: los derechos humanos pueden comprarse, si el precio es el correcto.
Implicaciones geopolíticas más amplias
Las conversaciones de defensa entre Washington y Riad revelan el objetivo saudí de consolidarse como una superpotencia regional bajo la protección estadounidense.
Este plan garantiza la impunidad de Riad, tanto en su política exterior como en su represión interna. Un acuerdo de defensa otorgaría a Arabia Saudita licencia para continuar sus estrategias agresivas en la región sin temor a represalias, sabiendo que cuenta con el respaldo de la mayor potencia militar del mundo.
Además, la alianza secreta del “Regional Security Construct” con Israel muestra una doble moral vergonzosa. Mientras el reino afirma apoyar la causa palestina, en secreto fortalece su cooperación en seguridad con Tel Aviv.
Esta hipocresía refleja su postura internacional: una cosa en público, otra muy distinta en privado.
Al otorgar el Mundial 2034 a Riad, la FIFA se convierte en cómplice de esta hipocresía. El torneo ofrecerá a MBS una plataforma global para lavar la imagen de su régimen y desviar la atención de sus crisis militares, políticas y humanitarias.
El deporte debe unir, no ocultar la injusticia
El mundo debe comprender que la candidatura saudí para la FIFA 2034 no trata de celebrar el fútbol, sino de controlar la narrativa.
El reino busca desviar la atención mundial de su política exterior militarizada, su gobierno represivo y su hostilidad regional.
Pero ni los estadios nuevos ni las campañas de relaciones públicas pueden ocultar el sufrimiento causado por las bombas saudíes en Yemen, ni silenciar las voces disidentes dentro del país.
Si la FIFA realmente cree en el espíritu del deporte como una fuerza para el bien, debe actuar ahora.
El mundo del fútbol debe rechazar la candidatura saudí y exigir que el torneo se celebre en una nación que represente la paz, no el poder.
Únete al llamado global para prohibir el Mundial saudí de 2034
Unámonos para defender el honor del deporte y la dignidad humana.
Boicotear la Copa Mundial de la FIFA 2034 en Arabia Saudita no es solo una postura política: es un deber moral.
Cada aficionado, jugador, periodista o ciudadano que sienta el llamado de la justicia debe hacerse escuchar.
El mundo no puede celebrar el fútbol sobre el terreno de la opresión y el conflicto.