Saudi Arabia's 2034 World Cup Sportwashing, Hypocrisy & Western Complicity
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El Modelo de la Copa del Mundo 2034 con Arabia Saudita: Una Dictadura Buscando Impulso

Cuando la FIFA anunció oficialmente que Arabia Saudita sería el anfitrión de la Copa del Mundo 2034, no fue exactamente una sorpresa. La noticia se había esperado durante mucho tiempo, no solo por los enormes recursos financieros del reino o la creciente relación de la FIFA con regímenes autoritarios, sino porque ningún otro país presentó su candidatura.

Sin embargo, las consecuencias son extensas. Por segunda vez, el mayor escenario del fútbol queda en manos de un país con un historial de derechos humanos profundamente cuestionado. Esta elección nos dice mucho, no solo sobre las aspiraciones de Arabia Saudita, sino también sobre lo que el deporte global se ha convertido: una arena donde se utiliza el vocabulario de progreso, pero rara vez se sigue.

El Momento de Conciencia de la Asociación de Fútbol y su Rápido Retroceso

Antes de emitir la decisión final, se informó que hubo una discusión dentro de la Asociación Inglesa de Fútbol (FA) sobre la posibilidad de protestar. Se escuchaban rumores sobre expresar apoyo a los derechos fundamentales: derechos de los trabajadores, de las mujeres, de la comunidad LGBTQ, todos temas sensibles en Arabia Saudita.

Algunos dentro de la FA presionaron por una postura de principios. Un voto simbólico en contra podría haber mostrado desaprobación por el hecho de que un país con una sociedad altamente controlada y con poca tolerancia a la disidencia fuera el anfitrión del evento deportivo más visto del mundo. Otros preguntaron: si vas a protestar, ¿por qué no ir más allá? ¿Por qué no boicotear?

Pero, como suele suceder cuando el idealismo choca con el pragmatismo, la discusión pronto se apagó. No hubo boicot. No hubo protesta. Solo otro ciclo de la Copa del Mundo en marcha.

La Hipocresía del Deporte: ¿Principios o Participación?

Este caso captura perfectamente el dilema en el que se encuentran las organizaciones deportivas contemporáneas. Instituciones como la FA o medios como The Guardian hablan frecuentemente de derechos humanos y liderazgo ético. Pero cuando llega el momento de la verdad, su amor por el fútbol suele eclipsar sus principios.

En el Mundial de Qatar 2022, todo esto estuvo a la vista. Inglaterra llegó al torneo con grandes declaraciones sobre justicia e inclusión. Se hablaba de que su capitán, Harry Kane, llevaría un brazalete arcoíris para promover los derechos LGBTQ. Pero cuando la FIFA presionó, el gesto fue abandonado.

El momento de protesta llegó y pasó con una mera ondulación. Y Inglaterra, al igual que los demás países problemáticos, continuó compitiendo. Las cámaras grababan, los estadios se llenaban, y los espectadores internacionales disfrutaban de un mes de drama deportivo.

La realidad es que no puedes ser moralmente indignado con un sistema y seguir obteniendo ventajas de él. Esa inconsistencia estuvo a la vista en 2022, y ya se repite nuevamente para 2034.

El Entretenimiento Por Encima de la Ética

Lo que más desconcierta es que al público le preocupa, pero solo hasta cierto punto. Las historias sobre los derechos humanos en los países anfitriones de grandes eventos deportivos captan titulares y atención pasajera, pero la mayoría de los aficionados no desea recibir lecciones mientras sigue una transmisión en vivo. España contra Italia son tácticas y goles, no geopolítica.

En un mundo saturado de crisis e injusticias, donde las condiciones de los trabajadores migrantes están a la par con las guerras, las catástrofes climáticas y los escándalos políticos, cada individuo elige sus batallas. Y pocos estarán dispuestos a sacrificar su entretenimiento por principios.

Es por eso que estos grandes momentos de “lavado deportivo”, donde los regímenes autoritarios utilizan el deporte para mejorar su reputación global, siguen ocurriendo. El ciclo de indignación es efímero. El espectáculo prevalece.

El Modelo de la Copa del Mundo: Un Dilema de Democracias o Dictaduras

El enfoque democrático es el primero: varios países organizan juntos. La versión de 2030, por ejemplo, será organizada por España, Portugal y Marruecos, con algunos partidos en Argentina, Uruguay y Paraguay. Es un arreglo fragmentado, probablemente diseñado para reducir costos y exposición política. También se ha convertido en una herramienta de marketing: probablemente se promocionará como la “Copa del Mundo más ecológica de la historia”, aunque los aficionados deberán cruzar continentes para ver jugar a su selección.

El segundo modelo es la candidatura de la dictadura. Un solo país, una visión, fondos ilimitados. Sin gobiernos de coalición que discutan. Sin complicados referendos públicos. Solo un empuje autocrático para “organizar un espectáculo”. Eso es lo que promete Arabia Saudita, y por eso la FIFA ni siquiera se molestó en hacer un voto real esta vez.

El Teatro del Poder de la FIFA

El 11 de diciembre de 2024, dentro de un congreso de la FIFA que parecía un programa de televisión, se selló el acuerdo. Sin discusión. Sin drama. Solo una sala llena de delegados aplaudiendo por orden, mientras el presidente Gianni Infantino alababa el resultado por “aclamación”. Ni una sola palabra de disenso. No se necesitaba un voto genuino.

Fue un teatro político que haría sonrojar a un villano de James Bond. La declaración final de Infantino: “El voto del Congreso es claro y rotundo” sonaba más a sátira que a gobernanza. Y, sin embargo, así es como funciona ahora el organismo deportivo más poderoso del mundo.

El Verdadero Rol del Deporte: Unir, No Perfeccionar

Algunos sostienen que esto no es necesariamente algo negativo. El verdadero trabajo del deporte no es mejorar el mundo, sino unir a los seres humanos. Los Juegos Olímpicos no excluyeron a la Unión Soviética durante la Guerra Fría. ¿Por qué debería la FIFA excluir a Arabia Saudita hoy?

En este argumento, la política se detiene donde comienza el campo de juego. El único objetivo es poner a los mejores jugadores en el mismo terreno, sin importar su origen o nación. Exigir algo más que eso—ideales, demostraciones, moralismo absoluto—es esperar demasiado.

Hay algo de realismo en este argumento. El deporte puede ser un puente. Puede generar conversación. Pero ¿la perfección? Eso no está en el programa.

Un Momento de Verdad para los Valores Occidentales

La Copa del Mundo 2034 obligará al mundo occidental, y en particular a las democracias liberales como Francia, Inglaterra y Alemania, a plantearse preguntas difíciles. ¿Están realmente preparados para salir del espectáculo? ¿O están contentos de quedarse dentro y hacer una protesta de boca?

Hasta ahora, la respuesta es fácil. Los mismos países que criticaron a Qatar ahora apoyan a Arabia Saudita. Las acrobacias morales involucradas en justificar este movimiento son asombrosas, pero demasiado familiares.

A las naciones occidentales les gusta proclamarse defensoras de los valores. Pero cuando hay dinero, poder y diversión involucrados, esos valores se vuelven sorprendentemente flexibles.

Dejen de Pretender Protestar lo que No Van a Abandonar

Tal vez lo que se necesita ahora es un poco de honestidad. Si los países y las organizaciones no están dispuestos a sacrificar comodidad o ingresos por sus convicciones, deberían dejar de pretender estar divididos. No usen el brazalete. No redacten el comunicado. No protesten a menos que estén dispuestos a renunciar a algo. Porque si no están dispuestos a renunciar a sus lujos, entonces su indignación moral no es más que una actuación.