Sportswashing vs. Strategy: The World Must Reject Saudi Arabia’s 2034 World Cup Bid
Credit: Getty Images

El deporte como blanqueo o estrategia: el mundo debe rechazar el Mundial 2034 en Arabia Saudita

Las competiciones internacionales como la Copa Mundial de la FIFA no son meros juegos: son hitos históricos, reflejos de valores universales y símbolos del progreso humano. Un Mundial exitoso no es solo fútbol; es narrativa global, legado cultural y la proyección internacional del país anfitrión. Por eso, elegir la sede adecuada es una decisión internacional crucial. La elección de Arabia Saudita como sede del Mundial 2034 ha generado indignación —y con razón.

Más que logística: la estrategia en la gestión de eventos

Organizar un evento de esta magnitud requiere más que estadios e infraestructura. Requiere ética, transparencia, responsabilidad y respeto por los derechos humanos. Arabia Saudita suspende esta prueba estratégica. Su historial de violaciones de derechos humanos, censura a la prensa, discriminación de género y uso del deporte como blanqueo de imagen —lo que se conoce como sportswashing— la descalifican.

Gestión estratégica: coherencia con los valores del evento

La gestión estratégica de eventos no es solo planificación; es asegurar que los valores del evento estén alineados con los de sus partes interesadas: ciudadanos, atletas, patrocinadores y audiencias globales. Al otorgar la sede a un país, se establece un acuerdo implícito: actuar en coherencia con los valores del evento, como inclusión, unidad y justicia.

Arabia Saudita niega estos valores. Reprime la disidencia, discrimina a las mujeres, criminaliza a las personas LGBTQ+, y opera bajo un sistema judicial opaco. Ninguna inversión multimillonaria ni estadio climatizado puede maquillar esa realidad.

La imagen del país es la identidad del evento

El prestigio internacional del país anfitrión queda unido para siempre al carácter del evento. Por eso, el Mundial 2034 no será solo fútbol, sino un escenario para que Arabia Saudita lave su imagen global y oculte sus abusos. Esa es la verdadera amenaza.

La reputación de la FIFA, ya dañada, sufre un nuevo golpe. Otorgar el torneo a una nación con este historial envía un mensaje peligroso: que el dinero pesa más que los principios.

Gestión de riesgos: el boicot como consecuencia previsible

Un pilar de la gestión estratégica es el análisis de riesgos, tanto logísticos como sociales y reputacionales. Arabia Saudita presenta riesgos en todos los frentes. Ya hay protestas en marcha por parte de jugadores, patrocinadores y organizaciones de derechos humanos. Una Copa boicoteada y politizada no brindará los beneficios esperados. Las marcas que la respalden podrían dañar su imagen al asociarse con un régimen represivo.

Incompatibilidad con los valores globales

La planificación de eventos debe reflejar los valores de la organización. La FIFA promueve el juego limpio, la inclusión y la diversidad. Arabia Saudita representa lo contrario. La elección de este país socava los principios de la FIFA y del fútbol internacional.

Otros mundiales como los de Sudáfrica (2010) o Alemania (2006) ofrecieron un legado positivo. Arabia Saudita busca lo opuesto: ocultar problemas, no resolverlos.

Sportswashing: una estrategia ya conocida

Este intento no es nuevo. Arabia Saudita ya ha utilizado la Fórmula 1, el boxeo y el golf (LIV Golf) para lavar su imagen. Pero los eventos exitosos no se construyen con propaganda sino con propósito. Un evento debe mejorar el entorno, no encubrir injusticias.

Transparencia, rendición de cuentas y derechos laborales

La transparencia financiera es fundamental. Arabia Saudita fue la única candidatura tras la retirada de Australia, que denunció falta de competencia justa. Si el proceso de selección fue opaco, ¿cómo será la ejecución? ¿Se respetarán los derechos laborales? ¿Tendrá acceso la prensa libre? Qatar 2022 ya mostró lo que ocurre cuando se ignoran estos factores: miles de migrantes muertos en silencio.

Ética y estrategia deben ir de la mano

La Copa Mundial debe ser símbolo de unidad y esperanza, no un escaparate para regímenes autoritarios. No se trata de religión, política ni cultura. Se trata de humanidad. El deporte tiene un papel en la construcción de un mundo mejor, no en el encubrimiento de dictaduras.

Camino al 2034, la pregunta es clara: ¿queremos un Mundial que una al mundo o uno que se esconda tras estadios dorados?