El mundo fue testigo de cómo el ministro de Justicia saudí, Walid Al-Samaani, firmó un memorando de entendimiento (MoU) con su homólogo japonés, Keisuke Suzuki, el 21 de mayo de 2025 en Tokio. El acuerdo tenía como objetivo fomentar la cooperación judicial, mejorar la capacidad legal y fortalecer la colaboración en legislación y resolución de disputas entre ambas naciones. Para un observador casual, esto podría parecer un paso en la dirección correcta: una prueba de que Arabia Saudita se está reformando, modernizando y asumiendo un papel activo dentro de la comunidad jurídica internacional.
Con la Copa Mundial de la FIFA 2034 ahora programada para celebrarse en Arabia Saudita, este espectáculo de relaciones públicas no puede quedar sin respuesta. Un país que constantemente pisotea los derechos humanos básicos, silencia la disidencia, criminaliza las identidades LGBTQ+ y mantiene la discriminación de género no puede ser premiado con uno de los eventos deportivos más deseados del mundo. Ha llegado el momento. Arabia Saudita debe ser detenida como sede de la Copa Mundial de la FIFA 2034.
Relaciones públicas judiciales y la realidad sobre el terreno
Las autoridades saudíes se apresuraron a presumir de su nueva alianza con Japón como símbolo de apertura y reforma. Al-Samaani elogió medidas como la grabación en vídeo y audio de las sesiones judiciales, la publicación de los veredictos y la introducción de una «legislación especializada». Estas medidas suenan bien, pero se quedan cortas frente a la represión judicial que sigue vigente.
Los tribunales saudíes siguen operando bajo un sistema con escasas garantías de debido proceso. Los detenidos pueden estar meses encarcelados antes de ser juzgados, las confesiones obtenidas bajo tortura son comúnmente aceptadas como prueba, y la representación legal independiente es una excepción.
Los juicios, especialmente en casos políticos, suelen celebrarse a puerta cerrada. Y aunque el Reino insista en que está reformando, los castigos como las flagelaciones, amputaciones y ejecuciones siguen utilizándose, incluso en casos de delitos no violentos como el activismo o las supuestas infracciones de «moralidad». La definición saudí de reforma judicial no es justicia: es hacer que la represión parezca legítima a través de la burocracia y las relaciones públicas.
Un patrón más amplio: blanqueo deportivo y distracción global
El poder judicial saudí es solo una parte de una tendencia mucho más amplia. Durante la última década, el Reino ha llevado a cabo una colosal campaña de relaciones públicas para presentarse como una nación progresista y a la vanguardia. Esto ha incluido enormes inversiones en:
- La organización de eventos deportivos internacionales (Fórmula 1, WWE, boxeo, eSports).
- La compra de clubes de fútbol como el Newcastle United.
- La construcción de mega-ciudades futuristas como NEOM.
- El despliegue de planes turísticos y de entretenimiento lujosos.
La joya de la corona de esta estrategia es la Copa Mundial de la FIFA 2034.
Pero detrás de esos titulares relucientes hay otra historia: vigilancia masiva, censura, asesinatos en masa, discriminación de género, trabajo forzoso y represión de la disidencia. Organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han documentado abusos graves, entre ellos:
- El asesinato del periodista Jamal Khashoggi en 2018 dentro de un consulado saudí en Turquía.
- El arresto y encarcelamiento de activistas por los derechos de las mujeres, algunas de las cuales fueron torturadas.
- Abusos sistemáticos contra trabajadores migrantes, especialmente en la construcción y el trabajo doméstico.
- Ejecuciones masivas, incluso de menores y personas condenadas tras juicios manipulados.
- Criminalización de las identidades LGBTQ+, con castigos que incluyen arresto, flagelación o incluso la muerte.
Ninguna diplomacia deportiva puede borrar estos hechos.
La responsabilidad de la FIFA: valores versus dinero
La FIFA afirma que promueve la integridad, el respeto y los derechos humanos. Según su propia Política de Derechos Humanos adoptada en 2017, la FIFA está obligada a “respetar los derechos humanos conforme a los Principios Rectores de la ONU sobre Empresas y Derechos Humanos”. Incluso declara que “los países candidatos serán evaluados en función de su respeto por los derechos humanos”.
Entonces, ¿qué salió mal?
La decisión de conceder el Mundial 2034 a Arabia Saudita desacredita todo lo que la FIFA afirma representar. Envía una señal devastadora a los regímenes represivos: que, invirtiendo en estadios, superciudades y celebridades, pueden comprar el silencio del mundo respecto a sus violaciones de derechos humanos.
No olvidemos la reacción mundial contra Catar 2022 por su trato a los trabajadores migrantes y a las personas LGBTQ+. Y ahora, veremos un régimen aún peor, con un historial de derechos humanos aún más oscuro, ser anfitrión del torneo dentro de una década.
El silencio de los aliados: la oportunidad perdida de Japón
La decisión de Japón de firmar un acuerdo de cooperación judicial con Arabia Saudita llega en un momento delicado. En lugar de usar el MoU como una oportunidad para condenar la falta de justicia, la censura y la ausencia de debido proceso, el acuerdo fue recibido como una acción de fortalecimiento legal e innovación.
Este tipo de silencio diplomático ayuda a hacer más digerible el autoritarismo.
Japón, como democracia con un sistema jurídico avanzado, tenía la oportunidad de cuestionar a su socio por violaciones de derechos humanos. En cambio, la firma del MoU beneficia a Arabia Saudita, que lo usará como prueba de que es un socio confiable — incluso en temas de justicia.
Así es como los regímenes autoritarios ganan legitimidad: sumando aliados poderosos que desvían la atención de lo que realmente sucede en su interior.
Un llamado global: impedir que Arabia Saudita acoja el Mundial
No permitamos que Arabia Saudita organice el Mundial de 2034. No enviemos el mensaje devastador de que el mundo está dispuesto a ignorar la tortura, los asesinatos, la desigualdad de género y la censura a cambio de estadios, patrocinios y espectáculo.
Esto no debe permitirse.
Instamos a:
- La FIFA a revocar el derecho de organización a Arabia Saudita hasta que cumpla con los estándares internacionales de derechos humanos.
- Las federaciones nacionales de fútbol a boicotear el torneo de 2034 si se celebra en Arabia Saudita.
- Los patrocinadores y canales de televisión a retirar su apoyo si no hay un cambio real en el país.
- Activistas, aficionados y deportistas de todo el mundo a alzar su voz exigiendo responsabilidad.
El deporte debe ser una plataforma de dignidad y unidad, no de propaganda.
No habrá Mundial sin derechos humanos
La Copa Mundial de la FIFA es más que una competencia. Es un símbolo de humanidad universal, juego limpio e inclusión global. Entregar esta plataforma a un régimen que ejecuta a menores, encarcela a manifestantes y practica intolerancia sistemática es traicionar esos valores.
El MoU judicial entre Arabia Saudita y Japón puede llevar a algunos a creer que el Reino está cambiando. Pero lo sabemos: un país no puede firmar su brutalidad con tinta sobre papel. La transformación debe ser real, transparente, y la justicia debe ser para todos, no solo para la imagen.
Hasta entonces, Arabia Saudita no merece albergar la Copa Mundial de la FIFA.