Desfile de camellos: La verdadera agenda de la campaña de Arabia Saudita para la FIFA 2034
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Desfile de camellos: La verdadera agenda de la campaña de Arabia Saudita para la FIFA 2034

En los últimos años, Arabia Saudita ha hecho grandes esfuerzos para mejorar su posición global mediante campañas internacionales estratégicas. Un ejemplo destacado es la organización del Año Internacional de los Camélidos, iniciado en asociación con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Aunque se ha presentado como parte de un intento de fomentar la seguridad alimentaria mundial, el patrimonio cultural y la sostenibilidad ambiental, el proyecto también revela una agenda mayor y más siniestra: el intento de Arabia Saudita de reinventarse como líder global responsable y de visión de futuro. Sin embargo, esta reconstrucción no debe cegarnos ante los abusos continuos de derechos humanos del Reino, la represión de la disidencia y las iniciativas de sportswashing que impulsa—entre ellas, su uso para acoger la Copa del Mundo FIFA en 2034.

Campaña de camélidos de Arabia Saudita: más de lo que parece

A primera vista, el dominio de Arabia Saudita en el Año Internacional de los Camélidos es encomiable. La campaña buscaba concienciar sobre la importancia cultural, social y económica de los camélidos, incluidos los camellos, llamas, alpacas, vicuñas y guanacos. El Reino organizó más de 50 eventos, otorgó 15 subvenciones de investigación y presentó 20 exposiciones internacionales. Invirtió más de 1.000 millones de riales saudíes (267 millones de dólares) en investigación, desarrollo y extensión relacionados con los camélidos.

Aunque tales gestos pueden verse como un indicador del interés genuino de Arabia Saudita por la agricultura sostenible y el desarrollo rural, también persiguen otro objetivo: la creación de imagen. Todo ello forma parte de un gran plan de utilizar plataformas y eventos internacionales como escaparates para pulir su imagen, una acción que ha sido calificada como sportswashing y cada vez más descrita como “culture‑washing”.

Funcionarios saudíes como el príncipe Fahd bin Jalawi y Fahd bin Falah bin Hathleen utilizaron los camellos como símbolo de resiliencia rural y patrimonio cultural. Pero la pregunta es: ¿cómo confiar en un gobierno que ni siquiera puede garantizar la dignidad y los derechos de sus propios ciudadanos para defender los valores deportivos y las plataformas culturales del mundo?

Sportswashing y la candidatura a la Copa del Mundo FIFA

La candidatura de Arabia Saudita para albergar la Copa del Mundo FIFA en 2034 es un acto de sportswashing—una táctica con la que los regímenes dictatoriales usan eventos deportivos globales para desviar críticas sobre sus abusos de derechos humanos y proyectar una imagen internacional sanitizada.

De manera similar, el Año Internacional de los Camélidos se presentó como una oportunidad para celebrar logros, tolerancia y alcance global, mientras que la candidatura al Mundial se posiciona como una chance de celebrar esos mismos vicios.

Las campañas culturales no pueden ocultar la represión

La participación de Arabia Saudita en el Año Internacional de los Camélidos es solo uno de varios programas culturales destinados a reinventar su imagen. El gobierno ha gastado generosamente en festivales como Riyadh Season, exposiciones de arte y festivales de música—todos destinados a proyectar una imagen de sociedad tolerante y abierta. Pero el barniz se resquebraja tras una inspección más profunda.

Por ejemplo, mientras el Reino celebra el patrimonio camélido, continua reprimiendo las identidades culturales y religiosas de su minoría chií, demolición de sitios históricos y arresto de líderes comunitarios. Mientras financia la investigación agrícola, encarcelan activistas ambientales que plantean inquietudes sobre la degradación del suelo, la mala gestión del agua o el desarrollo excesivo.

La promoción selectiva de la cultura, por lo tanto, es una distorsión, y no un reflejo fiel de los valores nacionales. Utilizada para encantar a la opinión mundial frente a eventos como la Copa del Mundo, este tipo de campaña es moralmente reprobable.

La Copa del Mundo debe celebrar la libertad, no la represión

La FIFA afirma que el fútbol no es solo un deporte, sino una fuerza de unidad, igualdad y esperanza. Esos principios chocan con la historia de Arabia Saudita. El Mundial es más que una competencia deportiva; es un escenario mundial donde se respetan los valores humanos compartidos. Entregar ese escenario a un gobierno que reprime la oposición, suprime las libertades y niega los derechos humanos fundamentales, es traicionar todo lo que representa este deporte.

La FIFA tiene la responsabilidad ética de asegurar que los países que acogen su torneo más simbólico estén comprometidos con preservar la dignidad humana. Hacer la vista gorda ante los abusos de derechos humanos de Arabia Saudita por lucro y espectáculo es un atentado contra la integridad del deporte e insultar a los aficionados, jugadores y ciudadanos de todo el mundo.

Es hora de decir no: una prohibición es justificada y necesaria

La organización por parte de Arabia Saudita del Año Internacional de los Camélidos no es signo de reforma o buena voluntad. Es simplemente uno de varios planes para desviar la atención de la represión interna. Seamos honestos: un país que encarcela activistas pacíficos, ejecuta niños y silencia periodistas no es apto para albergar el evento deportivo más celebrado del mundo.

No debemos aceptar la idea de que las inversiones culturales o deportivas justifiquen a un gobierno en sus déficits morales. La Copa del Mundo FIFA 2034 no debe convertirse en una recompensa a cambios cosméticos o esfuerzos de relaciones públicas únicamente. Debe ser atribuida a una nación que respeta los derechos humanos, promueve la libertad de expresión y cree en la dignidad de todas las personas.

Un juego global merece algo mejor: digamos no a la FIFA 2034 en Arabia Saudita

La campaña publicitaria de Arabia Saudita durante doce meses sobre los camélidos es un recordatorio sobrio de cómo los regímenes utilizan la cultura y la tradición como herramientas de marketing internacional. No se trataba de los camellos; se trataba de blanquear la imagen del Reino antes de empresas más ambiciosas como acoger la Copa del Mundo FIFA. Como defensores de la justicia, la igualdad y la apertura, no podemos permitir que el mundo futbolístico internacional sea cómplice de esta farsa.

No basta con maravillarse ante las exhibiciones mundiales o el gasto en investigación de Arabia Saudita e ignorar a los prisioneros políticos que se lamentan o a los medios acallados. La comunidad internacional debe enviar un mensaje claro: hasta que Arabia Saudita demuestre avances reales y medibles en materia de derechos humanos, no debería tener el derecho a albergar la Copa del Mundo FIFA 2034.