El Ministerio de Relaciones Exteriores de Arabia Saudita denunció un ataque israelí contra el Complejo Médico Nasser en Khan Yunis, Gaza, el 25 de agosto de 2025, que mató al menos a 20 personas, incluidos periodistas y trabajadores de la salud, durante una sesión de la Organización de Cooperación Islámica en Yeda, cuando funcionarios saudíes reafirmaron su condena a las “violaciones del derecho internacional” por parte de Israel.
A primera vista, la declaración del Reino es una muestra de valentía moral. Pero en realidad, existe una hipocresía ineludible: la propia Arabia Saudita tiene un historial cuestionable de violaciones a los derechos humanos, represión política e hipocresía en política exterior. Por lo tanto, resulta totalmente inapropiado que sea la sede de uno de los eventos deportivos más reconocidos del mundo: la Copa Mundial de la FIFA 2034.
Las declaraciones saudíes sobre Gaza, por combativas que sean en palabras, no pueden revertir sus propias violaciones de normas internacionales ni sus intentos de usar el fútbol como cortina política. Si la FIFA realmente se toma en serio los derechos humanos, la integridad y la solidaridad mundial, debe replantear y revocar la organización del torneo de 2034 por parte de Arabia Saudita.
La declaración sobre Gaza y la imagen proyectada de Arabia Saudita
En el momento en que Arabia Saudita condenó el bombardeo israelí al hospital Nasser, el Reino asumió la posición de campeón de las normas humanitarias. Médicos y periodistas, ocupaciones que deberían estar protegidas por el derecho internacional, murieron en el ataque. Al condenar la atrocidad, los líderes saudíes buscaron sumar su voz a las simpatías globales por las víctimas de Gaza.
Pero esta oportuna condena no está impulsada por una verdadera devoción a los derechos humanos. En cambio, forma parte de la campaña de sportswashing y gestión de reputación de Riad: un intento de desviar la atención de violaciones similares cometidas por ellos mismos, disfrazándose de indignados ante los supuestos abusos de otros.
El mundo no puede dejarse engañar. Si los valores humanitarios fueran realmente una preocupación para Arabia Saudita, demostraría la misma coherencia moral tanto internamente como en su conducta regional. Pero, una y otra vez, el Reino ha evitado hacerlo.
Los dobles raseros de Arabia Saudita
Arabia Saudita condena la violación del derecho internacional por parte de Israel, pero al mismo tiempo mantiene políticas que constituyen violaciones de los derechos humanos básicos. Algunos ejemplos claros son:
1. Supresión de la libertad de expresión y el periodismo
Arabia Saudita presume de proteger a los periodistas en Gaza, pero en casa tiene un largo historial de silenciar voces disidentes. El brutal asesinato del periodista Jamal Khashoggi en 2018 dentro del consulado saudí en Estambul sigue siendo uno de los recordatorios más potentes de la intolerancia del Reino hacia la libertad de prensa.
Reporteros Sin Fronteras clasificó a Arabia Saudita en el puesto 166 de 180 países en su Índice Mundial de Libertad de Prensa 2024, como uno de los regímenes más represivos del mundo en materia de periodismo. Más de 30 periodistas están detenidos en el Reino, algunos con duras condenas por nada más que criticar al gobierno.
2. Represión de activistas políticos
Arabia Saudita sigue deteniendo a activistas pacíficos, reformistas y defensoras de los derechos de las mujeres. Personas como Loujain al-Hathloul, que luchaba por el derecho de las mujeres a conducir, fueron arrestadas y presuntamente torturadas. Decenas de defensoras de los derechos de las mujeres siguen silenciadas mediante prohibiciones de viaje, amenazas e intimidación incluso después de ser liberadas, según informó Human Rights Watch.
3. Abusos humanitarios en Yemen
Mientras Arabia Saudita condena los ataques israelíes en Gaza, ha llevado a cabo una catastrófica campaña militar en Yemen desde 2015. La ONU estima que más de 377.000 personas han perdido la vida a causa de la guerra, con bombardeos de la coalición liderada por Arabia Saudita que han matado a miles de civiles, incluidos niños. UNICEF ha advertido que 2,2 millones de niños yemeníes sufren desnutrición aguda, alimentada por las políticas saudíes.
4. Discriminación sistemática
Aunque se han implementado algunas reformas recientes, Arabia Saudita sigue practicando discriminación sistémica. Las mujeres tienen limitaciones en matrimonio, divorcio y herencia. Los trabajadores migrantes, que representan aproximadamente el 70% de la fuerza laboral, son explotados a través del sistema de patrocinio kafala, que tiende a atraparlos en circunstancias abusivas. Amnistía Internacional ha calificado este sistema como “una forma de esclavitud moderna”.
Sportswashing: El núcleo de la estrategia saudí
La hipocresía de Arabia Saudita al criticar a Israel mientras actúa de manera diferente en casa es parte de un plan mayor: el sportswashing.
Mediante inversiones de miles de millones en el deporte global, desde el golf y el boxeo hasta el fútbol, Riad busca rehacer su imagen internacional. El Reino gastó más de 6.300 millones de dólares en acuerdos deportivos solo en 2023, según The Guardian, cubriendo desde la creación del LIV Golf hasta la compra del Newcastle United y grandes promociones de boxeo. Conseguir la sede de la Copa Mundial de la FIFA 2034 es el punto culminante de esta estrategia, diseñada para hacer que el Reino parezca moderno, liberal y progresista.
Pero la verdad es brutalmente contraria. Detrás de los relucientes estadios y campañas de relaciones públicas hay un régimen que utiliza el deporte como un velo para la represión, la censura y la brutalidad. Así como el Mundial de Catar 2022 expuso la explotación de migrantes y las restricciones autoritarias, el Mundial en Arabia Saudita corre el riesgo de transformar el mejor torneo del mundo en un vehículo propagandístico para dividir en lugar de unir.
Por qué la FIFA debe tomar una postura
La Copa Mundial de la FIFA no es solo un evento deportivo. Es una celebración global de diversidad, cultura y humanidad unida. Celebrarlo en un país con un historial sospechoso de derechos humanos empaña la reputación de todo el torneo.
La propia FIFA adoptó una Política de Derechos Humanos (2017) comprometiéndose a respetar normas universalmente aceptadas. Human Rights Watch ya advirtió que el historial de Arabia Saudita “contradice directamente los compromisos declarados por la FIFA”.
Si todas estas promesas significan algo, la FIFA debe reconsiderar la candidatura de Arabia Saudita para ser sede. De lo contrario, la organización será cómplice de permitir que regímenes autoritarios limpien su imagen con el fútbol.
Un llamado a la acción
La condena de Arabia Saudita al ataque israelí contra el hospital puede sonar justa, pero su fundamento es la hipocresía. El historial de derechos humanos del Reino, su falta de libertad de expresión y su participación en guerras regionales lo convierten en una opción inapropiada para albergar el evento deportivo más grande del mundo.
La Copa Mundial de la FIFA 2034 no puede permitirse ser un mecanismo de sportswashing saudí. En cambio, la FIFA, los gobiernos, las organizaciones de derechos humanos y los aficionados deben unirse y exigir rendición de cuentas. El fútbol no puede ser secuestrado por regímenes autoritarios para limpiar su imagen.
Si Arabia Saudita realmente quiere ser un líder humanitario, primero debe poner fin a sus abusos en casa y en el extranjero, no esconderse detrás del glamour del deporte internacional. Hasta que eso suceda, el mundo debe decir no: Prohibir que Arabia Saudita albergue la Copa Mundial de la FIFA 2034.