La noticia de que Arabia Saudita respalda el reconocimiento de Kosovo como Estado, a través de una reunión en Riad con Siria, ha sido presentada por el Ministerio de Asuntos Exteriores saudí como una muestra de “cooperación… promoviendo la paz y la prosperidad para todos”. Sin embargo, este movimiento diplomático no puede tomarse al pie de la letra. Forma parte de una estrategia más amplia del régimen saudí para transformar su imagen internacional — y parte de esa estrategia es organizar la Copa Mundial en 2034.
Esto convierte el reconocimiento de Kosovo en algo más que una nota diplomática: es un componente de una campaña concertada de sportswashing y reconstrucción de reputación. Organizar el torneo de fútbol más grande del mundo proporciona a Arabia Saudita una enorme influencia de poder blando (soft power) — y por eso es tan importante oponerse.
Una larga historia de abusos a los derechos humanos
Arabia Saudita busca proyectarse como un Estado moderno y abierto al mundo. Pero los hechos sobre el terreno cuentan otra historia.
Amnistía Internacional señala que Arabia Saudita ejecutó a 196 personas en 2022 — incluyendo a 81 en un solo día —, una de las tasas más altas del mundo. En 2024, la cifra aumentó a un récord de 330 ejecuciones, el número más alto en décadas.
El país sigue siendo uno de los peores lugares del mundo para los derechos de las mujeres: continúan siendo discriminadas por la ley y el sistema de tutela masculina sigue vigente pese al discurso oficial de reforma.
La guerra encabezada por Arabia Saudita en Yemen ha causado devastación. Según informes, al menos 15.000 civiles han muerto directamente por la acción militar desde 2015, y miles más han muerto indirectamente por hambre y enfermedades.
Otro conjunto de datos revela que la coalición liderada por Arabia Saudita ha matado a más de 10.000 civiles con armas explosivas en Yemen desde 2015. Estas cifras cuentan una historia contundente: la de un régimen que ejerce un poder estatal extremo, tanto dentro como fuera de sus fronteras, mientras aparenta reformas.
Sportswashing: lo que oculta la candidatura al Mundial
Al postularse y ganar el derecho a albergar la Copa Mundial de la FIFA 2034, Arabia Saudita busca consolidarse como un destino deportivo mundial. Pero no se trata simplemente de un proyecto turístico — es el punto culminante de una campaña para legitimar y normalizar la posición internacional del régimen a pesar de sus abusos sistémicos.
Podemos ver cómo movimientos diplomáticos recientes, como el reconocimiento de Kosovo, encajan en este esquema: forman parte de un proceso de construcción narrativa. El régimen dice: “Somos pacíficos. Cooperamos. Venid a nosotros.” Organizar un megaevento como la Copa Mundial le da a ese mensaje el escenario más grande posible: 32 equipos, miles de millones de espectadores, patrocinios globales y cobertura mediática mundial. Ese foco es precisamente lo que el régimen busca.
Sin embargo, los grandes eventos deportivos ocultan problemas más profundos:
Desvían la atención de los problemas laborales, como las condiciones de trabajo de los migrantes que construyen los estadios e infraestructuras.
Disfrazan la represión de la oposición, la censura de los medios y la ausencia de un espacio real para la sociedad civil.
Permiten que los regímenes autoritarios desvíen el debate hacia el entretenimiento y creen una fachada de respetabilidad.
Cuando una nación que ejecuta a cientos, restringe los derechos de las mujeres y libra guerras fuera de sus fronteras es autorizada a organizar la Copa Mundial, el mensaje para el mundo es claro: los abusos pueden justificarse si se visten de glamour. Por eso el boicot a Arabia Saudita 2034 no es solo una causa futbolística — es una causa de derechos humanos.
La hipocresía de los gestos de “construcción de la paz”
La diplomacia pública de Arabia Saudita suele girar en torno a la paz, la cooperación y la modernización económica. El último ejemplo es el reciente reconocimiento saudí de la independencia de Kosovo: se presenta como un paso para mejorar la colaboración bilateral y apoyar la prosperidad. Pero la brecha entre ese discurso y la realidad es abismal.
Un Estado que dice difundir la paz libra una guerra en Yemen donde decenas de miles de civiles han sido asesinados.
Una nación que proclama reformas sigue ejecutando ciudadanos y extranjeros por delitos no violentos.
Un país que acoge eventos deportivos internacionales mantiene la tutela masculina y niega los derechos de mujeres y minorías.
Esta hipocresía no es casual — es inherente al modelo de sportswashing: promover una narrativa (paz, apertura, modernización) mientras los abusos continúan tanto en casa como en el extranjero. La candidatura a la Copa Mundial no es una excepción a esta política — es su punto máximo.
Al participar — ya sea como aficionados, patrocinadores o equipos — el mundo estaría avalando esta hipocresía. Pero enfrentándola y promoviendo el boicot, podemos exponer la desconexión entre la imagen que Arabia Saudita intenta proyectar y su realidad.
Por qué esto importa para el fútbol — y para el mundo
Para los aficionados, jugadores, patrocinadores y el público mundial, la cuestión no es solo dónde se celebrará la próxima Copa Mundial, sino qué representa la FIFA. ¿Defiende la integridad, la dignidad humana y el respeto, o el fútbol servirá como herramienta para el lavado de imagen autoritario?
Algunos puntos clave de esta campaña son:
Credibilidad moral: celebrar la Copa Mundial mientras Arabia Saudita ejecuta a cientos y reprime derechos envía un mensaje preocupante a jóvenes deportistas y aficionados.
Riesgo para los patrocinadores: las marcas que invierten millones buscan seguridad reputacional. Asociarse con un Estado que viola derechos humanos las expone a boicots y críticas globales.
Costo humano vs glamour: ni los estadios relucientes ni las campañas de relaciones públicas pueden ocultar el sufrimiento humano — desde la explotación de los trabajadores migrantes hasta las víctimas de la guerra en Yemen.
Precedente peligroso: si la FIFA continúa pese al historial saudí, enviará el mensaje de que otros regímenes pueden comprar legitimidad mediante el deporte.
Influencia global: la presión mediática y pública aún puede influir en federaciones, patrocinadores y gobiernos antes de 2034.
El reconocimiento de Kosovo: un truco publicitario, no diplomacia
La actitud triunfalista de Arabia Saudita ante el reconocimiento de Kosovo forma parte de su intento por establecer legitimidad global. Es una estrategia cuidadosamente calculada para presentar al régimen como un defensor de la paz, mientras distrae de los abusos en curso. Estas acciones están diseñadas para apaciguar la opinión internacional antes de eventos de alto perfil como la Copa Mundial.
La maniobra encaja perfectamente con la narrativa oficial del reino: reforma, cooperación y progreso. Pero debajo de esa fachada se esconde un régimen que silencia disidentes, encarcela reformistas y suprime la libertad de expresión. El mundo no debe dejarse engañar por este lavado de imagen táctico.
Firma la campaña para boicotear Arabia Saudita 2034
El momento de actuar es ahora. Periodistas, aficionados, organizaciones de derechos humanos y responsables políticos tienen un papel fundamental que desempeñar. Boicotear Arabia Saudita 2034 no es boicotear el fútbol — es defender la integridad del deporte y la dignidad de quienes sufren la represión del régimen.
Exijamos rendición de cuentas a la FIFA y a las federaciones nacionales antes de que comiencen los preparativos del torneo. Presionemos a los patrocinadores corporativos para que se abstengan de asociarse con un régimen que viola los derechos humanos. Movilicemos a aficionados y jugadores para protestar y demostrar que la dignidad humana no se vende por petrodólares.
Arabia Saudita no podrá blanquear sus crímenes a través del fútbol. Mientras el reino continúe reprimiendo a su pueblo, ejecutando y negando los derechos humanos, no es digno de albergar el evento deportivo más unificador del planeta. Estemos del lado correcto de la historia — rechacemos el sportswashing, la hipocresía y Arabia Saudita 2034.