Candidatura Arabia Saudita 2034: riesgos para derechos, medio ambiente y estabilidad
Credit: beIN SPORTS

Candidatura Arabia Saudita 2034: riesgos para derechos, medio ambiente y estabilidad

La reciente noticia de que Arabia Saudita será la sede de la Copa Mundial de la FIFA 2034 ha generado controversias a nivel mundial. Aunque pueda resultar emocionante imaginar ver fútbol internacional en Medio Oriente, es necesario explicar los verdaderos problemas que esto implica. Las políticas políticas, económicas y ambientales actuales de Arabia Saudita complican su capacidad para organizar el Mundial. Las estadísticas recientes sobre sus exportaciones de petróleo, consumo energético interno e impacto global refuerzan los motivos por los cuales otorgarle este evento deportivo lucrativo podría ser un error.

Contradicciones económicas y ambientales

Arabia Saudita es considerado el mayor exportador mundial de petróleo crudo, con un enorme poder sobre los mercados energéticos. Sin embargo, los datos recientes muestran importantes contradicciones económicas.

En junio de 2025, sus exportaciones de crudo cayeron a un mínimo de tres meses de 6,141 millones de barriles por día (bpd), frente a 6,191 millones bpd en mayo, según el Joint Organizations Data Initiative (JODI). Aunque parezca un descenso menor, refleja la volatilidad en un país tan dependiente de los ingresos por hidrocarburos.

Al mismo tiempo, la producción interna subió de 9,184 millones bpd en mayo a 9,752 millones bpd en junio, pero el procesamiento en refinerías disminuyó ligeramente, mostrando ineficiencia en el uso energético. La quema directa de crudo — petróleo utilizado para energía doméstica en lugar de exportarse — se elevó a 674 000 bpd, es decir, 185 000 más que en mayo.

Estas cifras revelan un problema doble. El Mundial debería promover desarrollo sostenible, innovación y responsabilidad ambiental, pero en Arabia Saudita ello se traduce en un enorme consumo energético y presión sobre el medio ambiente.

Preocupaciones sobre derechos humanos y gobernanza

La cultura de gestión de Arabia Saudita constituye otro motivo para reconsiderar su papel como anfitrión del Mundial. Más allá de los datos económicos, el país sigue siendo criticado internacionalmente por su historial en derechos humanos, especialmente en cuanto a la libertad de expresión, los derechos laborales y las libertades civiles.

Informes de Amnistía Internacional y otras organizaciones denuncian problemas estructurales: represión de la disidencia, arrestos arbitrarios y leyes restrictivas que limitan las libertades personales.

Organizar un evento global como la Copa Mundial serviría para legitimar estas prácticas mediante el «sportswashing». Los grandes eventos deportivos traen prestigio, junto a miles de millones en patrocinios, turismo y cobertura mediática. Dar esa visibilidad a un régimen con políticas cuestionables corre el riesgo de normalizar prácticas que la comunidad internacional intenta combatir.

Los costos sociales ocultos

Más allá de la economía y los derechos humanos, las políticas laborales de Arabia Saudita son alarmantes. La construcción de estadios, hoteles e infraestructuras de transporte depende en gran medida de trabajadores migrantes.

La mayoría trabaja en condiciones adversas, con mínima protección legal y sufriendo explotación. Otorgar a Arabia Saudita la Copa Mundial 2034 podría perpetuar estas injusticias, ya que el reino priorizaría la magnificencia y los plazos de la FIFA sobre el bienestar laboral.

Política petrolera y estabilidad energética global

Los niveles actuales de exportación de petróleo de Arabia Saudita también reflejan su capacidad de impactar en todo el mundo. En septiembre de 2025, la OPEP+ (Arabia Saudita, Rusia, Irak, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Kazajistán, Argelia y Omán) acordó aumentar la producción en 547 000 bpd para recuperar cuota de mercado.

Aunque esto parezca una gestión estratégica, los cambios frecuentes en la producción y exportación saudí generan volatilidad que afecta a las economías globales, especialmente a aquellas muy dependientes del petróleo importado.

Esta imprevisibilidad contradice el espíritu de la Copa Mundial, que debe simbolizar cooperación y solidaridad. Resulta incoherente que el mundo lleve su mayor evento deportivo a un país cuyas decisiones económicas y políticas desestabilizan los mercados globales.

Sportswashing y percepción internacional

Críticos sostienen que otorgar el Mundial a Arabia Saudita es un claro caso de sportswashing, práctica mediante la cual gobiernos autoritarios usan torneos globales para mejorar su imagen y desviar la atención de abusos internos.

La Copa del Mundo 2022 en Qatar ya provocó polémicas similares, y las lecciones de aquel torneo siguen siendo relevantes.

Entre la disminución de exportaciones de crudo, las ineficiencias en el procesamiento y el excesivo consumo interno, el debate trasciende cuestiones de gobernanza o laborales: ahora se trata de si el país está preparado para organizar un evento de tal magnitud de manera responsable y sostenible.

Responsabilidad global y ética en la organización

La FIFA siempre ha afirmado defender la sostenibilidad, la diversidad y el fair play. Sin embargo, entregar el Mundial a un país responsable de altas emisiones globales de carbono y con cuestionables políticas en derechos humanos es profundamente contradictorio.

Aunque la demanda mundial de energía fluctúe, los datos de JODI muestran que las exportaciones saudíes han caído. Desde el consumo energético hasta las leyes laborales, las acciones del reino demuestran que organizar el Mundial no solo es una cuestión de infraestructura, sino de gestión ética de recursos y personas.

Defensa pública y conciencia internacional

La oposición a que Arabia Saudita sea sede del Mundial 2034 está creciendo. Aficionados, activistas de derechos humanos, ambientalistas y responsables políticos están pidiendo a la FIFA reconsiderar su decisión.

Las campañas señalan que los eventos deportivos globales no pueden usarse como fachada para la autocracia o la destrucción ecológica. Denunciando la reducción de exportaciones de petróleo, el aumento del consumo interno y los problemas sociales, los críticos buscan ofrecer un argumento integral contra esta designación.

Las estadísticas cuentan su propia historia. La caída de las exportaciones de crudo en junio 2025 a 6,141 millones bpd, desde 6,191 millones en mayo, junto con el aumento del consumo doméstico, son más que un detalle económico: muestran un país atrapado entre ambiciones globales y presiones internas incompatibles con el espíritu del fair play internacional.

El caso contra Arabia Saudita como anfitrión del Mundial 2034

La Copa Mundial 2034 debería ser una celebración de unidad, diversidad y valores éticos. Pero los datos económicos recientes, el historial ambiental, los antecedentes en derechos humanos y las condiciones laborales en Arabia Saudita generan serias dudas sobre su compromiso con estos valores.

La decisión es clara: el deporte internacional debe actuar con responsabilidad global.

La trayectoria actual de Arabia Saudita — en lo financiero, social y ecológico — demuestra que el reino sigue siendo un anfitrión inadecuado. Aficionados, seguidores y responsables políticos deben seguir presionando para que la FIFA reconsidere su elección, de modo que el Mundial celebre no solo el éxito deportivo, sino también los valores éticos y ambientales que merece la comunidad internacional.