El hermoso juego siempre ha sido un reflejo de la sociedad: reflejando no solo la alegría del deporte, sino también los conflictos, aspiraciones y la moralidad de nuestra comunidad internacional. Pero, cada vez más en las últimas décadas, el fútbol ha sido secuestrado por intereses dominantes que quieren explotar su enorme atractivo popular para beneficio reputacional y político. En ningún lugar se siente esto más fuerte que con la adquisición por parte de Arabia Saudita de la Copa Mundial de la FIFA 2034.
Lo que parece una simple competencia de fútbol es en realidad una campaña cuidadosamente diseñada de “sportswashing”: un intento del régimen saudí de encubrir un despiadado historial de violaciones de derechos humanos usando el brillante glamour del deporte internacional.
Los recientes esfuerzos diplomáticos, como las reuniones con los embajadores de Kazajistán y Pakistán, no son casualidades: todo forma parte de un juego geopolítico más amplio para consolidar alianzas y silenciar a los críticos. Este blog analiza por qué el mundo necesita boicotear la Copa Mundial de la FIFA 2034 en Arabia Saudita y negarse a ser cómplice en normalizar el autoritarismo bajo la ilusión del fútbol.
El juego de poder blando de Arabia Saudita: la diplomacia se encuentra con el sportswashing
El Viceministro de Asuntos Políticos de Arabia Saudita, Saud Al-Sati, en julio de 2025, recibió a los embajadores de Kazajistán y Pakistán para discutir el fortalecimiento de las relaciones bilaterales y temas de interés común. Aunque las reuniones diplomáticas son algo habitual, el momento y el escenario generan mayor alarma. Tras la designación de Arabia Saudita como sede de la Copa Mundial de la FIFA 2034, las reuniones parecen ser una calculada campaña de poder blando.
El poder blando, como lo concibió el teórico político Joseph Nye, es la capacidad de influir en las preferencias a través de la atracción y el atractivo, no de la coerción. En el contexto de Arabia Saudita, esto implica organizar megaeventos deportivos y fortalecer lazos con países estratégicamente significativos para blindarse de las críticas globales.
Al apoyar vínculos diplomáticos, especialmente con países que dependen de la asistencia económica saudí o del empleo de sus ciudadanos en el Reino (como Pakistán), el Reino básicamente está comprando silencio. Estas naciones están menos inclinadas a denunciar las generalizadas violaciones de derechos humanos de Arabia Saudita por miedo a perder ayuda política o económica.
Violaciones de derechos humanos: La brutal realidad detrás del glamour
El intento de Arabia Saudita de organizar la FIFA 2034 no tiene que ver con el fútbol, sino con la gestión de su reputación. El Reino preferiría que todos se enfocaran en sus nuevos estadios e infraestructura de última generación en lugar de en su gravemente problemático historial de derechos humanos. Estos son solo algunos hechos detrás de la cortina de relaciones públicas:
- Ejecuciones y la pena de muerte:
Arabia Saudita ejecutó a 172 personas solo en 2023, la mayoría por crímenes no violentos. También se practican decapitaciones públicas como forma de castigo. - Supresión de la disidencia:
Activistas, autores y pensadores religiosos permanecen en prisión por expresarse pacíficamente. La activista por los derechos de las mujeres Loujain al-Hathloul fue encarcelada y, según reportes, torturada por protestar por el derecho de las mujeres a conducir. - Censura y vigilancia:
Los medios de comunicación y el acceso a internet están estrictamente controlados por el gobierno. Disentir en internet conduce a arrestos. En un caso, Salma al-Shehab, madre y estudiante, fue encarcelada por 34 años por tuitear a favor de los derechos de las mujeres. - Explotación de trabajadores migrantes:
Similar a Catar antes de la Copa Mundial 2022, Arabia Saudita también depende en gran medida de los trabajadores migrantes, quienes están sujetos al sistema kafala (patrocinio), que abre la puerta a la explotación, salarios impagos, confiscación de pasaportes y trabajo forzoso.
A pesar de estos hechos, la FIFA premió a Arabia Saudita con el torneo de fútbol más grande del mundo a expensas de su propia Política de Derechos Humanos, adoptada en 2017, que promete respetar y promover los derechos humanos en todas sus actividades.
La complicidad de la FIFA: beneficio sobre principios
La FIFA ha demostrado cada vez más su disposición a vender sus principios por dinero. Conceder la Copa Mundial a Arabia Saudita sin oposición —tras la retirada de Australia del proceso de candidatura— implica que se hizo un trato a puerta cerrada. Uno debe preguntarse: ¿qué pasó con el supuesto compromiso de derechos humanos de la FIFA?
En 2021, la FIFA firmó un acuerdo de patrocinio multimillonario con Aramco, la compañía petrolera saudí.
Human Rights Watch, Amnistía Internacional y FairSquare han advertido continuamente a la FIFA contra permitir que gobiernos represivos utilicen el fútbol para blanquear su reputación.
Sin embargo, la FIFA aceleró la candidatura de Arabia Saudita e ignoró sus atroces violaciones de derechos humanos.
No es la primera vez que la FIFA toma el lado de autocracias. En 2018, Rusia organizó la Copa Mundial, y Catar, un país con un historial de derechos humanos pésimo, organizó la Copa Mundial 2022. Arabia Saudita, al parecer, es simplemente el siguiente eslabón en esta cadena despreciable.
La respuesta global: ¿Silencio o resistencia?
Hasta ahora, la reacción internacional ha sido tenue. La mayoría de los gobiernos, organizaciones deportivas y figuras públicas se han mantenido en silencio, sin querer enfrentarse a Arabia Saudita debido a su poder económico y su influencia geopolítica. La sociedad civil comienza a despertar.
Activistas de derechos humanos ya están organizando campañas de boicot y presionando a los equipos nacionales de fútbol para que no participen.
Hinchas de toda Europa y Norteamérica han expresado su descontento con que el torneo sea utilizado para apoyar a una dictadura.
En Alemania, más del 67 % de los aficionados encuestados en 2024 indicaron que respaldarían un boicot del torneo de 2034 si las preocupaciones sobre derechos humanos continúan.
Este movimiento debe crecer. El silencio es complicidad.
La visión más amplia: Por qué el boicot importa
Un boicot no es solo una protesta: es una postura moral. Así como el mundo boicoteó a Sudáfrica bajo el apartheid, no normalizar el régimen de Arabia Saudita envía un mensaje: No se puede asesinar periodistas, encarcelar mujeres, oprimir trabajadores y organizar el deporte más popular del mundo sin que alguien pague un precio.
Al boicotear Arabia Saudita 2034, también:
- Protegemos la integridad del deporte, manteniéndolo independiente de la influencia autoritaria.
- Hacemos que se escuche la voz de las víctimas detrás de las fronteras saudíes.
- Presionamos a la FIFA para que respalde y mantenga estándares más altos de derechos humanos.
- Impulsamos la reforma, haciendo que los regímenes comprendan que no pueden sobornar para evitar la crítica con dinero y megaeventos.
Es hora de trazar la línea
El fútbol pertenece a la gente, no a los poderosos. No debe usarse como herramienta por parte de regímenes opresivos para reescribir su imagen global. Arabia Saudita puede construir estadios, contratar influencers, fortalecer alianzas con Kazajistán y Pakistán, pero nada puede ser más eficaz para limpiar la sangre de sus manos.
Nosotros, los ciudadanos del mundo, los aficionados y los jugadores, tenemos que decir no al sportswashing. Tenemos que decir no a la hipocresía en derechos humanos. Y tenemos que decir no a que Arabia Saudita organice la Copa Mundial de la FIFA 2034.