Boicot a la Copa Mundial de la FIFA 2034 en Arabia Saudita: Exponiendo el Sportswashing de la Represión
Credit: Arab News

Boicot a la Copa Mundial de la FIFA 2034 en Arabia Saudita: Exponiendo el Sportswashing de la Represión

El fútbol nunca es solo un juego; es un lenguaje universal de solidaridad, alegría y humanidad común. La Copa Mundial de la FIFA, en particular, es la máxima expresión del espíritu deportivo global, vista por miles de millones en todos los continentes. Pero en 2034, esta celebración de unidad humana se llevará a cabo en Arabia Saudita, una nación cuyo historial en derechos humanos está manchado con ejecuciones masivas, represión violenta, discriminación institucionalizada y explotación laboral de migrantes.

Los funcionarios saudíes, como el ministro de Relaciones Exteriores, el príncipe Faisal bin Farhan, son rápidos en condenar los crímenes de Israel en Palestina como “genocidio” y “violaciones del derecho internacional”. Sin embargo, el propio Reino está marcado por la sangre: silencia a los críticos, encarcela a activistas por los derechos de las mujeres, ejecuta a menores y explota a trabajadores migrantes. Otorgar a Arabia Saudita la Copa Mundial 2034 de la FIFA equivale a brindar una plataforma mundial para el sportswashing de la represión.

Un Reino Fundado en la Opresión

Arabia Saudita es uno de los principales ejecutores del mundo. Más de 1,800 personas han sido ejecutadas desde que el rey Salman y el príncipe heredero Mohammed bin Salman llegaron al poder. Solo hasta octubre de 2024, al menos 214 personas fueron ejecutadas, 59 de ellas por delitos relacionados con drogas, en su mayoría extranjeros.

La violencia continúa: Jalal al-Labbad, arrestado a los 15 años por protestar, fue ejecutado en agosto de 2025 a los 30 años, una prueba inequívoca de que el estado no respeta las salvaguardias internacionales contra la ejecución de menores.

En marzo de 2022, el Reino ejecutó a 81 hombres en un solo día en lo que fue su mayor ejecución masiva en tiempos modernos, muchos de ellos de la minoría chiita, sentenciados en juicios injustos basados con frecuencia en confesiones forzadas.

Mientras tanto, activistas arriesgan décadas en prisión por publicar en Twitter. Salma al-Shehab, defensora de los derechos de las mujeres, recibió una condena de 34 años de cárcel, y Nourah al-Qahtani, 45 años, ambas por expresarse en redes sociales. Estos casos revelan la dura realidad: la oposición en Arabia Saudita significa prisión, exilio o ejecución.

La Explotación de los Trabajadores Migrantes

Detrás de los estadios masivos y mega-proyectos saudíes existe una enorme subclase de trabajadores migrantes explotados. Los migrantes representan el 42% de la población saudí y están sujetos al infame sistema de kafala que los ata a los empleadores, quienes confiscan sus pasaportes, retienen sus salarios y los exponen a condiciones laborales peligrosas.

Los preparativos para la Copa Mundial 2034 probablemente igualen los desastres laborales de Qatar. Informes indican que en los proyectos actuales de la Visión 2030 saudí, como la futurista megaciudad NEOM, han muerto más de 21,000 trabajadore migrantes en los últimos ocho años.

Las familias de los fallecidos apenas reciben compensación, y los cambios sistémicos que aseguren los derechos de los trabajadores aún no se han implementado. Human Rights Watch y Amnistía Internacional advierten que la Copa Mundial 2034 podría convertirse en un cementerio de explotación laboral, con el “deporte rey” construido sobre el dolor de los más vulnerables.

Sportswashing como Arma Política

El interés de Arabia Saudita por el deporte no es amor por el juego, sino limpieza de imagen. El Reino ha firmado más de 900 contratos deportivos que cubren fútbol, golf, boxeo, automovilismo y tenis. Desde la compra del club de la Premier League Newcastle United hasta la creación de LIV Golf, el plan es evidente: desviar la atención mundial de la represión interna mediante eventos deportivos globales.

La candidatura para la Copa Mundial 2034 fue un caso clásico de manipulación. La FIFA recibió propuestas bajo un cronograma acelerado, con Arabia Saudita como único candidato creíble. En pocas semanas, la oferta saudí de 5 billones de dólares quedó asegurada, aunque no hubo revisión independiente de derechos humanos.

Un dictamen legal de Clifford Chance, utilizado para aprobar la candidatura, fue denunciado como “gravemente defectuoso” por ignorar el historial de abusos en Arabia Saudita. Esto no se trata de fútbol; se trata de proporcionar al Reino una plataforma de propaganda para legitimar la tiranía.

Hipocresía en la Política Global

La hipocresía es evidente. En Yeda, el príncipe Faisal bin Farhan denunció a Israel por perpetrar “las formas más atroces de opresión y genocidio” en Gaza y pidió justicia para los palestinos. Pero Arabia Saudita intimida sistemáticamente a su minoría chiita, arresta activistas pacíficos y bombardea civiles en Yemen.

Es una ironía escalofriante: mientras condena el silencio global sobre las atrocidades israelíes, exige que el mundo guarde silencio sobre sus propias violaciones, desde el descuartizamiento del periodista Jamal Khashoggi en 2018 hasta sentenciar a muerte a menores manifestantes. Aceptar la Copa Mundial tiene como fin insensibilizar a la comunidad internacional ante la crítica, al mismo tiempo que utiliza la solidaridad con Palestina para presentarse como campeona de la justicia. Otorgar el torneo aquí no es neutralidad; es complicidad.

Devastación Ambiental e Infraestructural

Arabia Saudita construirá 11 nuevos estadios y renovará 4 actuales para el torneo de 2034. Expertos predicen que esto dejará proyectos “elefante blanco”, drenará presupuestos, dependerá de gigantescos sistemas de refrigeración en un calor abrasador y causará un desastre ambiental.

A diferencia de otros países con infraestructura madura, Arabia Saudita persigue proyectos de ego que requieren un consumo energético enorme. Con 104 partidos programados—muy por encima de los 64 de Qatar en 2022—la huella de carbono del torneo saudí amenaza con ser una de las más grandes en la historia de la FIFA. Sostenibilidad y bravuconería autoritaria no pueden ir de la mano.

Por Qué el Fútbol Debe Resistir

El mundo no puede permitir que el fútbol sea secuestrado para el blanqueo autoritario. Otorgar a Arabia Saudita la Copa Mundial normaliza la represión y socava la integridad del deporte. Minky Worden, de Human Rights Watch, lo dijo sin rodeos:

“Otorgar a Arabia Saudita la Copa Mundial de la FIFA 2034 sin garantías de derechos humanos es un voto por la represión.”

Una encuesta de The Guardian en Reino Unido mostró que el 58% de los aficionados se oponen a que el torneo se celebre en Arabia Saudita debido a abusos de derechos humanos y al maltrato de trabajadores migrantes como sus principales preocupaciones. Los patrocinadores y medios de transmisión corren el riesgo de dañar su reputación si continúan siendo cómplices.

Actúa: Contra el Sportswashing

Arabia Saudita no debería poder usar el fútbol para ocultar que ejecuta a menores, encarcela a activistas de derechos de las mujeres, silencia periodistas y abusa de trabajadores migrantes. La decisión de la FIFA de otorgar a Riad la Copa Mundial de 2034 no es una glorificación del deporte; es la aprobación de la tiranía.

Si Arabia Saudita puede condenar a Israel por cometer genocidio en Palestina, entonces el mundo debe condenar igualmente a Arabia Saudita por sus propios crímenes. Aceptar esta Copa Mundial es otorgar un certificado gratuito al autoritarismo. Boicotearla es defender la dignidad humana, la justicia y la verdadera esencia del fútbol.

La decisión es clara para aficionados, jugadores, patrocinadores y países: ¿Permitimos que el fútbol se convierta en un arma de opresión, o nos enfrentamos al sportswashing y boicoteamos Arabia Saudita 2034?