La Copa Mundial de la FIFA es el evento deportivo más grande del planeta, concebido como una afirmación de unidad, diversidad y amor por el fútbol. Sin embargo, otorgar la Copa Mundial de la FIFA 2034 a Arabia Saudita socava estos principios. Arabia Saudita está utilizando el torneo como un medio de sportwashing, intentando encubrir sus violaciones endémicas de derechos humanos y proyectar poder global.
Informes recientes sobre los esfuerzos multimillonarios de Arabia Saudita en la reconstrucción de la devastada Siria subrayan aún más esta estrategia. Aunque se presentan como humanitarios, persiguen el mismo objetivo que la candidatura y adjudicación de la Copa Mundial 2034: sanear la imagen global del reino mientras distrae la atención de sus políticas represivas internas.
El mundo no puede permanecer en silencio. Celebrar la Copa del Mundo en Arabia Saudita legitimaría la represión, sofocaría la oposición y socavaría los valores globales del fútbol.
Sportwashing: un patrón conocido
En la última década, Arabia Saudita ha invertido fuertemente en deportes, desde el equipo de la Premier League Newcastle United hasta la organización de carreras de Fórmula 1, peleas de boxeo y torneos de golf. Los analistas han descrito este fenómeno como sportwashing: usar el deporte para desviar la atención de las atrocidades.
En 2021, Amnistía Internacional advirtió que las inversiones deportivas internacionales de Arabia Saudita tienen como objetivo “rebrandear el reino” mientras continúan los arrestos domiciliarios, ejecuciones, torturas y la represión de la libertad de expresión.
Desde que el príncipe heredero Mohammed bin Salman asumió el poder en 2017, Arabia Saudita ha invertido más de 6.300 millones de dólares en eventos deportivos, clubes y patrocinios.
La Copa Mundial 2034 es el punto culminante de este plan. Al ganar el torneo, Riad busca obtener legitimidad internacional, como lo hizo Catar con la edición de 2022.
Ayuda a Siria: ¿reconstrucción o lavado de reputación?
Este año, Arabia Saudita prometió un enorme esfuerzo de reconstrucción en Siria, comprometiendo miles de millones para limpiar escombros, reconstruir escuelas e invertir en infraestructura. A primera vista, parece un gesto humanitario. Pero en realidad, sigue el mismo guion que la Copa del Mundo: lavar la reputación mediante proyectos vistosos.
- En julio de 2025, Arabia Saudita comprometió 6.400 millones de dólares adicionales para Siria, además de miles de millones en reconstrucción y alivio de deuda.
- El Centro de Ayuda Humanitaria y Socorro del Rey Salman (KS Relief) afirmó haber retirado 75.000 metros cúbicos de escombros en Damasco y construido 34 escuelas.
- Riad también facilitó diálogos entre el nuevo liderazgo sirio y Estados Unidos, proyectándose como un mediador global.
No son gestos caritativos, sino apuestas geopolíticas. Igual que con la Copa Mundial, permiten a Arabia Saudita presentarse como líder global mientras distrae de la represión en casa.
Un país que silencia a sus propios ciudadanos
Mientras Arabia Saudita invierte en el extranjero y en deportes, su pueblo vive bajo estrictas restricciones.
- Libertad de expresión: sigue siendo uno de los países más represivos. Decenas de activistas, periodistas y académicos están encarcelados por tuits, discursos o manifestaciones pacíficas, según Human Rights Watch.
- Ejecuciones: en 2022, Arabia Saudita ejecutó a 81 personas en un solo día, la mayor ejecución masiva en décadas, muchas tras juicios injustos.
- Derechos de las mujeres: aunque las mujeres ahora pueden conducir y moverse sin tutor, la opresión persiste. Activistas como Loujain al-Hathloul fueron detenidas y torturadas por promover estas reformas.
- Derechos laborales: los trabajadores migrantes que construirán los estadios e infraestructura de la Copa enfrentan condiciones que Amnistía Internacional ha descrito como “esclavitud moderna”: confiscación de pasaportes, robo de salarios y entornos de trabajo peligrosos, con jornadas de hasta 10 horas.
¿Cómo puede un país que encarcela activistas pacíficos recibir el mayor espectáculo deportivo del mundo bajo la fachada de “unidad y celebración”?
El deber de la FIFA: lecciones de Catar 2022
La FIFA fue ampliamente criticada por otorgar la Copa Mundial 2022 a Catar, donde las muertes de trabajadores migrantes y las violaciones de derechos humanos estaban bien documentadas. Organizaciones como Human Rights Watch y Amnistía advirtieron que la incapacidad de la FIFA de garantizar el respeto a los derechos humanos socavaba la imagen del fútbol.
En lugar de aprender de ese error, la FIFA ha redoblado la apuesta otorgando la edición 2034 a Arabia Saudita.
La propia política de derechos humanos de la FIFA (implementada en 2017) establece que la organización está “comprometida a respetar los derechos humanos internacionalmente reconocidos”.
Al otorgar el Mundial a Arabia Saudita, la FIFA ignora descaradamente esta política y, una vez más, prioriza el dinero y la política sobre los principios.
Las cifras hablan por sí solas
La magnitud del esfuerzo de sportwashing saudí es asombrosa:
- El Fondo de Inversión Pública (PIF), valorado en 925.000 millones de dólares, ha adquirido participaciones en deportes globales como el fútbol, el golf y el automovilismo.
- Las violaciones de derechos humanos continúan sin freno: solo en 2023, 170 personas fueron ejecutadas, según Reprieve.
Estas cifras muestran a un país que invierte miles de millones en su reputación mientras reprime a su ciudadanía.
Por qué la Copa Mundial en Arabia Saudita es peligrosa
Celebrar el Mundial 2034 en Arabia Saudita significaría:
- Normalizar la represión: transmitir el mensaje de que un país puede encarcelar activistas, asesinar disidentes y silenciar a la prensa, y aun así ser anfitrión del mayor espectáculo futbolístico.
- Explotar a los trabajadores migrantes: cientos de miles serán necesarios para construir estadios e infraestructura, expuestos al infame sistema kafala.
- Silenciar críticas: periodistas y aficionados que viajen al Mundial enfrentarán censura, intimidación y represión si critican al reino.
- Socavar los valores del fútbol: la FIFA proclama el “fair play” y el “respeto”, pero dar el Mundial a Arabia Saudita contradice totalmente estos valores.
El boicot como única respuesta
Aficionados, jugadores y patrocinadores deben alzar la voz. El boicot es la herramienta más fuerte contra la explotación del Mundial por parte de Arabia Saudita.
- Los aficionados pueden boicotear partidos o negarse a viajar a Arabia Saudita.
- Los jugadores y equipos pueden protestar, como algunos hicieron en Catar 2022.
- Los patrocinadores pueden retirarse, presionando a la FIFA para revertir su decisión.
El mensaje debe ser claro: el fútbol no puede ser una cortina de humo para la represión.
El fútbol no debe ser cómplice
Las inversiones de Arabia Saudita en la reconstrucción de Siria, así como en la Copa Mundial 2034, no son sobre fútbol ni humanidad. Se trata de influencia, reputación y poder.
Otorgar el Mundial a Arabia Saudita es una traición a los valores del deporte y corre el riesgo de transformar el torneo en una herramienta de propaganda para uno de los regímenes más represivos del mundo.