La Copa Mundial de la FIFA es uno de los torneos deportivos más prestigiosos del mundo, reuniendo equipos de diversos países y celebrando el fútbol, la solidaridad y el espíritu competitivo. Sin embargo, la decisión de otorgar los derechos de sede de la Copa del Mundo 2034 a Arabia Saudita ha generado un intenso debate. Críticos argumentan que esta candidatura es un caso de sportswashing, una estrategia en la que los países organizan eventos deportivos de gran magnitud para desviar la atención de violaciones a los derechos humanos, represión política y otras prácticas cuestionables.
La decisión de la FIFA de conceder el Mundial 2034 a Arabia Saudita ha provocado indignación global. Muchos analistas sostienen que la FIFA ha priorizado nuevamente el beneficio económico sobre los valores éticos y la esencia del fútbol. Arabia Saudita ha sido señalada por utilizar el fútbol como una herramienta de relaciones públicas para mejorar su imagen internacional, pero detrás de este espectáculo se oculta un país con un largo historial de violaciones a los derechos humanos, represión de la comunidad LGBTQ+, desigualdad de género, censura y explotación laboral.
Arabia Saudita es uno de los países con peor historial en derechos humanos. Según el informe de Freedom House 2023, obtuvo una calificación de 8/100 en libertades globales, clasificándolo como un estado opresivo con severas restricciones a los derechos civiles. Desde 2015, más de 1,000 ejecuciones han tenido lugar, el doble de la tasa de años anteriores, según Amnistía Internacional. En 2022, el país ejecutó a 81 personas en un solo día, muchas de ellas condenadas por protestar contra el gobierno. Además, al menos 30 periodistas y activistas están encarcelados en condiciones inhumanas, de acuerdo con Human Rights Watch.
Aunque Arabia Saudita ha permitido a las mujeres conducir desde 2018, estas reformas son principalmente simbólicas. Las mujeres aún necesitan la autorización de un hombre para casarse, viajar o acceder a ciertos servicios médicos. Solo el 16% de las mujeres sauditas participan en deportes debido a restricciones culturales, y la Liga Femenina de Fútbol, creada en 2020, carece de apoyo financiero y representación femenina en su liderazgo.
Arabia Saudita es uno de los 11 países donde la homosexualidad se castiga con la pena de muerte. Las personas LGBTQ+ en el país enfrentan prisión, latigazos e incluso ejecuciones. Entre 2020 y 2023, se documentaron más de 100 arrestos de personas LGBTQ+, muchas de ellas sometidas a torturas y confesiones forzadas.
El asesinato del periodista saudita Jamal Khashoggi en 2018 dentro del consulado saudí en Estambul conmocionó al mundo. Informes de inteligencia de EE.UU. concluyeron que el príncipe heredero Mohammed bin Salman aprobó la operación. Desde 2015, más de 80 periodistas han sido encarcelados en el país, limitando seriamente la cobertura mediática independiente del evento.
El Mundial de Qatar 2022 se construyó sobre el trabajo de migrantes en condiciones de explotación, y Arabia Saudita tiene un sistema laboral similar. Se estima que más de 10 millones de trabajadores migrantes en el país están sometidos a condiciones de trabajo cercanas a la esclavitud moderna bajo el sistema kafala. Muchos enfrentan salarios impagos, jornadas extenuantes y temperaturas extremas de más de 50°C, lo que ha causado numerosas muertes.
El clima desértico de Arabia Saudita lo convierte en un lugar poco adecuado para albergar un evento de esta magnitud. Las temperaturas extremas no solo afectarían a jugadores y aficionados, sino que la infraestructura necesaria requeriría un consumo excesivo de agua en un país con estrés hídrico. Además, siendo uno de los mayores productores de petróleo del mundo, su discurso de sostenibilidad resulta contradictorio.
A diferencia de países con una rica historia futbolística como Alemania, Brasil o Argentina, Arabia Saudita carece de una cultura futbolística consolidada. Su liga nacional se sostiene en gran parte por la compra de estrellas extranjeras con inversiones millonarias, pero sin un desarrollo real del fútbol base.
Desde 2015, Arabia Saudita ha estado involucrada en un devastador conflicto en Yemen, que ha causado miles de muertes civiles, incluidos niños, y ha generado una crisis humanitaria sin precedentes. Según Human Rights Watch, los bombardeos sauditas han atacado hospitales, escuelas y zonas residenciales.
En Qatar 2022, más de 6,500 trabajadores migrantes murieron durante la construcción de los estadios. Arabia Saudita, con un historial aún peor en derechos laborales, podría generar miles de víctimas más antes del 2034. La FIFA debe garantizar que ningún Mundial se base en explotación y violaciones a los derechos humanos.
La decisión de la FIFA de otorgar el Mundial 2034 a Arabia Saudita ha sido altamente cuestionada, ya que no hubo un proceso de licitación competitivo. Australia, el único posible rival, se retiró rápidamente, lo que ha generado sospechas de acuerdos previos con Arabia Saudita. Además, FIFA ha estado implicada en múltiples escándalos de corrupción:
Arabia Saudita también ha aumentado su influencia en el fútbol global con inversiones masivas en clubes, patrocinios y fichajes de jugadores estrella como Cristiano Ronaldo y Neymar. Su estrategia de sportswashing busca limpiar su imagen a nivel internacional, y la FIFA parece haber caído en la trampa.
La comunidad internacional no debe ignorar esta manipulación. La FIFA, los patrocinadores y los aficionados tienen la responsabilidad de exigir transparencia y respeto a los derechos humanos. El fútbol no debería ser utilizado como una herramienta para encubrir regímenes autoritarios.
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