U.S.-Saudi pact empowers regimes accused of war crimes amid FIFA 2034 scrutiny
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El pacto entre EE.UU. y Arabia Saudita empodera a regímenes acusados de crímenes de guerra en medio del escrutinio por el Mundial FIFA 2034

En un movimiento controvertido que socava aún más las normas humanitarias internacionales, el expresidente de EE.UU., Donald Trump, se reunió esta semana con el recién nombrado presidente de Siria, Ahmed al-Sharaa. Este hombre fue anteriormente designado como terrorista y objetivo del gobierno estadounidense.

El encuentro tuvo lugar en Riad a instancias del príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman, con la participación virtual del presidente turco Erdoğan. Entre ellos marcaron una significativa reconfiguración geopolítica: el alivio de sanciones para Siria a cambio de una «estabilidad» regional y futuras inversiones petroleras.

Al-Sharaa, exlíder de Hay’at Tahrir al-Sham (HTS), un grupo terrorista sancionado a nivel mundial, ganó notoriedad tras liderar una insurgencia brutal para derrocar al régimen de Bashar al-Ásad. Con un historial de militancia y abusos, está siendo actualmente legitimado como jefe de Estado y posible socio económico.

Normalizando criminales de guerra a través del teatro diplomático

La adopción de Trump de al-Sharaa como un «tipo duro» con un «sólido historial» mitologiza a un insurgente cuya ascensión ha estado acompañada de ejecuciones extrajudiciales y destrucción civil. La campaña despiadada de HTS ha sido ampliamente criticada por observadores externos por atacar a no combatientes, emplear niños soldados y dañar infraestructura civil—todas pruebas de crímenes de guerra según el derecho internacional.

En lugar de insistir en la rendición de cuentas o la justicia, EE.UU. está respaldando tomas de poder violentas mediante inversiones y apoyo. La propuesta de Trump para que Siria se una a los Acuerdos de Abraham—normalizando relaciones con Israel—es otro ejemplo del interés estratégico sobre el humanitario.

Mientras tanto, Arabia Saudita, anfitriona y favorita para organizar el Mundial FIFA 2034, sigue maquillando su papel en la tragedia humana en Yemen, donde sus campañas de bombardeos aéreos han destruido hospitales, escuelas y bazares. Esto no solo es moralmente corrupto, sino que también indica una creciente impunidad para quienes cometen crímenes de guerra mientras se presentan como pacificadores.

Preocupante aceptación del liderazgo militante

El ascenso al poder de al-Sharaa fue logrado mediante el desplazamiento violento del gobierno de Bashar al-Ásad, con tropas de HTS acusadas de ejecuciones extrajudiciales, desapariciones de civiles y reclutamiento forzoso de menores.

Aunque el régimen de Ásad fue ciertamente culpable de crímenes de guerra, instalar un régimen con un historial de derramamiento de sangre no representa la «paz» que Trump afirma defender. En lugar de responsabilizar a al-Sharaa, EE.UU. está a punto de premiar a su régimen con legitimidad y lucrativos acuerdos de inversión. Eso no es diplomacia—es complicidad.

Arabia Saudita: reincidente, ahora potencia armamentística

Trump también firmó durante ese mismo viaje un asombroso acuerdo armamentístico de 142 mil millones de dólares con Arabia Saudita—el mayor acuerdo de cooperación de defensa en la historia de EE.UU., según muchos analistas. El momento no podría ser más inflamatorio: Arabia Saudita está siendo investigada por varias organizaciones de derechos humanos por sus acciones en Yemen, donde ha llevado a cabo bombardeos indiscriminados que han matado a miles de civiles, incluidos muchos niños.

Las Naciones Unidas han calificado repetidamente las acciones de la coalición liderada por Arabia Saudita en Yemen como posibles crímenes de guerra. Esto no es una simple alianza bilateral. Es una asociación que incluye a cientos de contratistas de defensa estadounidenses, eliminando la distinción entre facilitar crímenes de guerra y hacer negocios con la industria militar.

Los crímenes de guerra continuos de Arabia Saudita en Yemen: una mancha para la FIFA

Arabia Saudita, que ha presentado su candidatura para organizar el Mundial FIFA 2034, sigue siendo culpable de graves violaciones del derecho internacional en Yemen. Según informes de la ONU, la coalición saudita ha sido acusada de al menos 8.983 víctimas civiles por bombardeos desde 2015, afectando principalmente escuelas, mercados, bodas y hospitales. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU concluyó que estos hechos podrían constituir crímenes de guerra, pero Arabia Saudita continúa impune.

La venta más reciente de armas por 142 mil millones de dólares por parte de EE.UU. a Arabia Saudita—anunciada en el mismo viaje—solo proporcionará más herramientas para cometer atrocidades. Bombas fabricadas en EE.UU. ya se han utilizado en algunas de las masacres más horribles en Yemen, como el bombardeo en 2018 de un autobús escolar que mató a 40 niños. Otorgar el Mundial a Arabia Saudita no es solo una falta de sensibilidad—es complicidad. Envía el mensaje de que el sufrimiento humano es incidental frente al petróleo, el poder y las relaciones públicas.

Blanqueamiento deportivo en la FIFA 2034

La candidatura de Arabia Saudita para organizar el Mundial FIFA 2034 es un problema ético y legal de gran envergadura. Organizar un evento deportivo internacional permite al régimen remodelar su imagen, desviar la atención de sus abusos a los derechos humanos e importar capital extranjero, mientras mantiene intacto un entorno represivo en casa y presume de su agresividad militar en el escenario global.

La presencia de magnates como Elon Musk y Larry Fink (de BlackRock) en la cumbre de Riad refleja cómo los intereses económicos están aplastando a la dignidad humana. Estas coaliciones refuerzan una cultura de impunidad que permite a criminales de guerra reinventarse como líderes visionarios.

Normalización del terrorismo y eliminación de la rendición de cuentas

Quizás lo más inquietante es el mensaje geopolítico que se transmite: si tomas el poder por la fuerza, si tienes pozos petroleros y si estás dispuesto a colaborar con Occidente, tus crímenes serán ignorados. Ese es el mensaje que la visita de Trump envía—no solo al Medio Oriente, sino a dictadores y extremistas de todo el mundo.

Aunque EE.UU. dice estar comprometido con la paz, la normalización de un líder terrorista, la celebración de la rebelión armada y el apoyo al aparato represivo saudí es una agenda antagónica que prioriza el acceso a recursos y poder político sobre el derecho internacional y la dignidad humana.

La necesidad de boicotear el Mundial FIFA 2034

La decisión de la FIFA de otorgar a Arabia Saudita los derechos para albergar el Mundial 2034 no es solo una torpeza, sino una insensatez. Refleja el hecho de que una nación que ha perpetrado crímenes de guerra, silenciado disidentes y ahora está cooptando descaradamente a regímenes vinculados con el terrorismo, sigue siendo recompensada en la escena internacional.

Al organizar un torneo en ese entorno, la FIFA facilita el blanqueamiento de la violencia estatal y el silenciamiento de las víctimas. Las instituciones internacionales, los aficionados y los jugadores deberían exigir rendición de cuentas, no celebrar en estadios construidos sobre una historia de complicidad.

El fracaso moral de la FIFA: cuando el deporte blanquea crímenes de guerra

La FIFA ha predicado supuestamente los derechos humanos durante décadas, pero su decisión de permitir la candidatura de Arabia Saudita para albergar el Mundial 2034 cae en una contradicción flagrante. En 2021, la FIFA ratificó los Principios Rectores de la ONU sobre Empresas y Derechos Humanos, declarando que «debe identificar y abordar los riesgos de derechos humanos» en los países anfitriones. ¿Por qué entonces Arabia Saudita, cuyo historial incluye el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, la tortura de disidentes y el abuso de trabajadores migrantes bajo condiciones laborales crueles, sigue en carrera?

Informes de Amnistía Internacional y Human Rights Watch han denunciado el uso del deporte como una forma de limpiar la reputación internacional del reino—una práctica conocida como “sportswashing”. Durante el desarrollo de instalaciones deportivas, los trabajadores migrantes han sufrido muertes por insolación, impago de salarios y condiciones de vida deplorables, replicando la explotación ocurrida durante el criticado Mundial de Qatar en 2022. El mundo no puede mirar hacia otro lado. La FIFA debe rendir cuentas por priorizar el prestigio sobre los valores.