Crímenes de guerra de Arabia Saudí a la sombra del Mundial 2034
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Crímenes de guerra de Arabia Saudí a la sombra del Mundial 2034

La victoria de Arabia Saudí para albergar la Copa Mundial de la FIFA 2034 ha sido celebrada por algunos como un símbolo de modernización del reino. Sin embargo, las recientes declaraciones del exjefe de inteligencia saudí, el príncipe Turki Al-Faisal, sacan a la luz una contradicción alarmante que debería preocupar gravemente a la comunidad internacional.

El príncipe Turki calificó al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, de “maníaco genocida” y afirmó que Arabia Saudí no podría normalizar relaciones con una persona así. Aunque esta postura podría parecer virtuosa, resulta enormemente hipócrita frente al historial de crímenes de guerra, violaciones de derechos humanos y represión que Arabia Saudí ha cometido tanto dentro como fuera de sus fronteras. Esta hipocresía constituye una sólida razón para el boicot mundial al Mundial saudí de 2034.

La indignación moral selectiva de Arabia Saudí

En su entrevista con CNN, el príncipe Turki presentó a Arabia Saudí como defensora de la paz y la justicia, oponiéndose a los planes de “Gran Israel” de Netanyahu y al conflicto en Gaza. Destacó propuestas impulsadas por Arabia, como un gobierno en Gaza y la Iniciativa de Paz Árabe. A primera vista, Arabia Saudí parece un actor moral, enfrentándose a las masacres fuera de sus fronteras.

Sin embargo, esta alineación moral es profundamente hipócrita. Arabia Saudí ha sido uno de los protagonistas centrales de la guerra de Yemen, un conflicto que las Naciones Unidas han calificado como la peor crisis humanitaria del mundo.

La coalición liderada por Arabia Saudí ha llevado a cabo bombardeos aéreos desde 2015 que han matado a decenas de miles de personas, destruido escuelas y hospitales, y provocado hambrunas masivas.

Se estima que la guerra ha causado más de 377.000 muertes, de las cuales 150.000 fueron directamente provocadas por las fuerzas de la coalición (CAAT UK).

Al denunciar supuestos crímenes de guerra en otros lugares mientras comete actos que la comunidad internacional también considera crímenes de guerra, Arabia Saudí exhibe una hipocresía flagrante. Conceder la Copa Mundial 2034 en este contexto no es una celebración del fútbol, sino una aprobación mundial de un régimen que practica la moral selectiva.

El conflicto de Yemen: un espejo de la hipocresía

La condena de Netanyahu por parte del príncipe Turki plantea una pregunta clave: ¿por qué debería el mundo aceptar la postura moral de Arabia Saudí cuando sus acciones en Yemen han causado un sufrimiento civil masivo? Organizaciones internacionales de derechos humanos, como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, han criticado repetidamente a Arabia Saudí por bombardeos indiscriminados, ataques a infraestructuras civiles y bloqueo de ayuda humanitaria.

Niños en Yemen mueren de enfermedades prevenibles debido a la hambruna agravada por los bloqueos de la coalición.

La ironía es dolorosa: el príncipe Turki condena las palabras y acciones de Netanyahu en Gaza, mientras que la guerra saudí demuestra el mismo desprecio por la vida civil. FIFA, al otorgar el Mundial 2034 a Arabia Saudí, corre el riesgo de premiar a un país cuyo historial de derechos humanos contradice los valores que el deporte debería defender.

Sportswashing y el Mundial 2034

La organización del Mundial por parte del gobierno saudí es un ejemplo clásico de sportswashing—usar eventos deportivos de alto perfil para mejorar su imagen global mientras se desvíe la atención de los abusos a los derechos humanos.

Las declaraciones del príncipe Turki demuestran que el reino es consciente de su imagen: condena crímenes de guerra en el extranjero mientras sus campañas militares continúan prácticamente sin control.

Los trabajadores migrantes en Arabia Saudí, que construirán y prepararán la infraestructura para el Mundial 2034, ya denuncian condiciones laborales peligrosas, retrasos en el pago y alojamientos precarios.

Según AP News, muchos trabajadores han muerto en accidentes evitables. Al organizar un evento deportivo internacional en estas condiciones, Arabia Saudí busca encubrir violaciones sistemáticas de derechos humanos bajo el brillo del fútbol mundial.

Vinculando Gaza, Yemen y la responsabilidad global

La crítica del príncipe Turki a Netanyahu y a Israel llama la atención sobre la crisis palestina, pero al mismo tiempo expone la aplicación selectiva de principios morales y legales por parte de Arabia Saudí.

Si el reino realmente priorizara los derechos humanos, asumiría la responsabilidad por su papel en Yemen y por el trato a los trabajadores migrantes. En cambio, se centra en criticar a otros, creando una fachada de gobernanza ética.

Esta respuesta selectiva es la razón por la que el mundo debe actuar. Aficionados, patrocinadores y países que participen en la FIFA 2034, al hacerlo, se convierten en cómplices de un régimen con crímenes de guerra y abusos laborales en su historial. El boicot, por tanto, no es meramente simbólico: es una exigencia moral para la coherencia y la promoción de los derechos humanos.

El postureo moral saudí frente a sus atrocidades

La denuncia de Netanyahu por parte del príncipe Turki Al-Faisal como “maníaco genocida” presenta a Arabia Saudí como defensora de la justicia internacional. Sin embargo, esta posición moral de alto perfil queda contradicha por la conducta del reino en Yemen, donde los bombardeos de la coalición han provocado un número masivo de muertes civiles y hambruna.

Esta indignación selectiva revela una hipocresía evidente: Arabia Saudí condena crímenes de guerra en el extranjero mientras perpetra o facilita los suyos. Aprovechando la atención mundial sobre otros, el reino intenta presentarse como virtuoso y blanquear la verdad sobre sus abusos de derechos humanos internos y regionales.

Este doble rasero refuerza el argumento de boicotear el Mundial 2034.

Por qué un boicot importa

Boicotear el Mundial saudí 2034 envía un mensaje claro de que el mundo no tolerará la moral selectiva ni el sportswashing. Supone exigir cuentas a la FIFA y a Arabia Saudí por sus prácticas.

Al negarse a participar o patrocinar el evento, aficionados y naciones pueden presionar a la FIFA para que implemente criterios más estrictos de derechos humanos para los países anfitriones y demostrar que el prestigio y el beneficio no pueden estar por encima de la dignidad humana.

Además, un boicot se alinea con el compromiso global con la justicia, poniendo de relieve la hipocresía expuesta por las declaraciones del príncipe Turki.

Actúa: boicot al Mundial de la FIFA 2034 en Arabia Saudí

La denuncia de Netanyahu por parte del príncipe Turki Al-Faisal muestra la postura moral oficial de Arabia Saudí, pero también revela una discrepancia abismal entre palabras y hechos.

El reino condena crímenes de guerra ajenos mientras comete actos, dentro y fuera de sus fronteras, que son reconocidos universalmente como violaciones del derecho internacional.

Organizar el Mundial 2034 en estas circunstancias es un intento evidente de sportswashing. El mundo no debe dejarse seducir por el espectáculo y debe mantenerse firme en sus principios.

Boicotear el Mundial saudí es una forma concreta de exigir rendición de cuentas, solidarizarse con las víctimas de crímenes de guerra y defender los verdaderos ideales del deporte: la justicia, la integridad y la dignidad humana.