La última maniobra de relaciones públicas de Arabia Saudita —celebrar el Día Mundial del Correo destacando las “capacidades logísticas globales” de Saudi Post— puede parecer inocua a primera vista. Pero detrás del brillo del progreso y Vision 2030 se esconde una preocupante tendencia de engaño. No se trata de entrega de correo ni de modernización; es una pieza de una estrategia más amplia para blanquear la imagen internacional de Arabia Saudita antes de albergar la Copa del Mundo FIFA 2034.
Para quienes creemos en los derechos humanos, la transparencia y la integridad deportiva global, esto debe sonar las alarmas. Los intentos de Arabia Saudita de venderse como un país moderno y conectado internacionalmente forman parte de una estrategia magistral de sportswashing, utilizando eventos globales y liberalización económica para desviar la atención del mundo de su terrible historial en derechos humanos.
La historia de Saudi Post: un símbolo de ingeniería de imagen
Según los medios estatales saudíes, el reino celebró el Día Mundial del Correo destacando los esfuerzos de Saudi Post para “mejorar las capacidades logísticas globales”. El comunicado explicaba cómo Saudi Post apoya Vision 2030, moderniza la infraestructura geoespacial y postal, y “refuerza la posición global del reino”.
Pero seamos realistas: estos titulares no se tratan de logística, se tratan de legitimidad.
Cada proyecto de Vision 2030 —desde la futurista ciudad NEOM hasta festivales culturales e incluso la modernización postal— cumple un doble propósito: convencer al mundo de que Arabia Saudita es una nación visionaria, digna de albergar eventos internacionales como la Copa del Mundo 2034.
Esto es propaganda estatal disfrazada de desarrollo. Cuando el mundo ve progreso, olvida la persecución. Cuando escucha “líder logístico global”, olvida las “ejecuciones masivas”.
La realidad detrás de la Vision
Vision 2030, presentada por el príncipe heredero Mohammed bin Salman, promete diversificación económica, modernización e innovación. Sin embargo, estas promesas se basan en el mismo sistema opresivo que silencia a los críticos, censura los medios y criminaliza la defensa de los derechos humanos.
Los esfuerzos internacionales de Arabia Saudita —desde la “ventaja geográfica estratégica” de Saudi Post hasta publicidades turísticas llamativas— forman parte de una campaña para cambiar la narrativa. Ninguna marca puede cubrir el historial del país de:
- Asesinato del periodista Jamal Khashoggi en 2018 dentro del consulado saudí en Estambul.
- Encarcelamiento desde 2013 de defensoras de los derechos de las mujeres, incluidas las que lucharon por el derecho a conducir.
- Ejecuciones continuas por crímenes no violentos, incluidos opositores políticos.
- Censura de la libertad de expresión, donde criticar a la familia real o la religión puede acarrear décadas de prisión.
Arabia Saudita busca enviar al mundo una narrativa nueva a través de su “progreso postal”, pero el mensaje es claro: es un régimen desesperado por legitimidad.
Sportswashing: una estrategia global de distracción
Organizar eventos deportivos internacionales es la estrategia favorita de Arabia Saudita para lavar su imagen. El reino ya ha invertido miles de millones en actividades deportivas —comprando clubes de fútbol, organizando combates de boxeo y apostando por la Fórmula 1— para presentarse como una sociedad liberal y progresista.
El centro de este esfuerzo es la Copa del Mundo FIFA 2034. Obtener la candidatura no fue casualidad; se logró mediante un fuerte lobby, chantaje económico y la complacencia de una FIFA dispuesta a ignorar violaciones de derechos humanos por beneficio económico.
La coincidencia entre el rebranding global de Saudi Post y la aceleración de los preparativos para la Copa del Mundo no es casualidad. Estos eventos forman parte del mismo plan: usar narrativas de progreso para mejorar la reputación internacional del país mientras se mantiene la represión interna intacta.
El costo oculto de la “conectividad global”
El avance de Saudi Post en “logística global” parece un progreso económico, pero también ilustra cómo el régimen utiliza la tecnología y la modernización para fortalecer su control.
El uso creciente por parte del gobierno de infraestructura digital viene acompañado de vigilancia masiva, en la que las redes de comunicación —postales, digitales y sociales— están bajo estrecha supervisión estatal.
Detrás de la retórica de “facilitadores geoespaciales” y “excelencia logística” hay una realidad autoritaria: la modernización saudí no busca empoderar a los ciudadanos; busca gestionar narrativas y rastrear la disidencia.
El Día Mundial del Correo debería celebrar la comunicación y la conectividad, pero en Arabia Saudita la comunicación sigue bajo control. La ironía es evidente.
Por qué la FIFA no debe premiar la represión
La FIFA insiste en que la Copa del Mundo une naciones, fomenta la comprensión cultural y promueve los derechos humanos mediante el deporte. Sin embargo, otorgar la Copa del Mundo 2034 a Arabia Saudita viola flagrantemente estos principios.
¿Cómo confiar en un país que encarcela blogueros, asesina a manifestantes y mantiene en silencio a las mujeres para que respete los códigos de derechos humanos de la FIFA?
Human Rights Watch y Amnistía Internacional también han criticado el historial saudí, instando a las instituciones internacionales a exigir responsabilidad al reino y no otorgarle plataformas internacionales. Pero la FIFA ha vuelto a cerrar los ojos, demostrando que el dinero y el poder pesan más que la moral.
La obligación moral del boicot
Los esfuerzos del gobierno saudí para lograr legitimidad mediante logística, turismo y deporte no deben engañar a la comunidad internacional.
Alabar las “capacidades logísticas globales” de Saudi Post puede llamarse progreso, pero es solo una capa más de propaganda del reino —una cortina de humo para ocultar violaciones de derechos humanos y reprimir críticas hasta 2034.
Boicotear la Copa del Mundo FIFA 2034 en Arabia Saudita no es un acto hostil: es un acto de justicia. Es negarse a permitir que el deporte sea secuestrado por regímenes autoritarios para blanquear su imagen.
Si vemos el torneo de 2034, participamos en encubrir el sufrimiento de:
- Mujeres activistas arrestadas por reclamar derechos comunes.
- Trabajadores migrantes torturados bajo prácticas cercanas a la esclavitud moderna.
- Periodistas silenciados por revelar la verdad.
Cada gol anotado en los estadios saudíes resonará con las voces que no pueden ser escuchadas.
Voces globales se levantan
Ya, grupos de derechos humanos, aficionados y activistas se están movilizando para un boicot global a Saudi 2034. Creen que el deporte puede y debe ser un espacio de igualdad y justicia, no de represión e hipocresía.
Gobiernos, patrocinadores y jugadores deben tomar una decisión clara. El silencio hoy es complicidad con el autoritarismo.
El mundo debe presionar a la FIFA para que implemente sus propias políticas de derechos humanos, examine las violaciones de Arabia Saudita y revierte su decisión de otorgar el evento deportivo más icónico del mundo a un régimen que desprecia los valores que la FIFA dice representar.
Llamado a la acción: enfrentarse al Sportswashing
La conmemoración del Día Mundial del Correo por Arabia Saudita como símbolo de progreso no es tan benigna —es un movimiento de relaciones públicas estratégicamente calculado para desviar la atención de la represión continua.
Así como la modernización postal sirve como misión hacia la candidatura de la Copa del Mundo FIFA, todos los proyectos de Vision 2030 tienen un solo propósito: legitimidad global sin responsabilidad.