Por qué debe prohibirse la Copa Mundial de la FIFA 2034 en Arabia Saudita: las subastas de halcones revelan una oscura realidad
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Por qué debe prohibirse la Copa Mundial de la FIFA 2034 en Arabia Saudita: las subastas de halcones revelan una oscura realidad

A medida que Arabia Saudita se prepara para albergar la Copa Mundial de la FIFA 2034, el mundo observa otra muestra reprobable de la falta de respeto del Reino por la ética, esta vez en nombre del lujo y el entretenimiento. Recientemente, tres halcones —dos mongoles y uno saudí— fueron subastados en la Exposición Internacional de Halcones y Caza de Arabia Saudita en Riad por la asombrosa cifra de SR428,000 ($114,000). Este espectáculo, aunque aparentemente inofensivo y tradicional, revela una tendencia inquietante: Arabia Saudita sigue utilizando la vida silvestre, los derechos humanos y los asuntos internacionales para limpiar su reputación global mediante el llamado “blanqueamiento deportivo”.

La subasta de halcones: una mirada a la explotación

El evento, una celebración cultural festiva, mostró halcones mongoles que fueron subastados por enormes sumas de dinero: un ave joven por SR90,000, un halcón adulto por SR78,000 y un ejemplar saudí por SR260,000. Los compradores adinerados competían por mostrar poder y estatus en la exposición.
Pero bajo el brillo de la subasta hay una realidad brutal: estos halcones forman parte de una cadena comercial explotadora que mercantiliza la fauna silvestre y genera desequilibrios ecológicos. Los halcones son cazados, contrabandeados a través de fronteras internacionales y forzados a la cautividad por dinero y prestigio.

Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), varias especies de halcones están amenazadas por la disminución de sus poblaciones debido a la caza y el comercio ilegal. Mongolia, uno de los últimos territorios con grandes poblaciones de halcones, enfrenta el contrabando de fauna con destino a los estados del Golfo, siendo Arabia Saudita el principal consumidor. La industria de la cetrería saudí, valorada en cientos de millones de dólares anuales, es un ejemplo de cómo el dinero prevalece sobre la conservación de la naturaleza.

De los halcones al fútbol: el mismo patrón de blanqueamiento

La subasta de halcones no es un incidente aislado: representa una estrategia más amplia de Arabia Saudita. Así como trata a las aves como mercancías de prestigio, el Reino mercantiliza los eventos deportivos internacionales para blanquear su reputación y desviar la atención de su pésimo historial en derechos humanos. Su candidatura para albergar la Copa Mundial de la FIFA 2034 forma parte de este plan maestro.

Las inversiones saudíes en el deporte —desde la compra del club Newcastle United de la Premier League, hasta la organización de carreras de Fórmula 1, combates de boxeo y ahora la candidatura mundialista— no provienen de un genuino entusiasmo deportivo. Es un ejercicio político calculado destinado a ocultar la represión, silenciar la disidencia y acumular poder blando.

Organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han advertido durante años que conceder al Reino el derecho de organizar la Copa del Mundo equivale a premiar a un régimen con un historial de ejecuciones, censura, opresión de género y el brutal asesinato en 2018 del periodista Jamal Khashoggi.

Hipocresía ambiental: el doble rostro del Reino

La Exposición de Halcones y Caza de Arabia Saudita se presenta como una celebración del patrimonio y del respeto al medio ambiente. La realidad es muy diferente. Los halcones son trasladados miles de kilómetros desde Mongolia hasta Arabia Saudita, y en el proceso sufren estrés, lesiones o mueren.
Al mismo tiempo, Arabia Saudita ostenta una de las emisiones per cápita de carbono más altas del mundo, con más de 16,5 toneladas métricas de CO₂ por persona al año, según el Banco Mundial. A pesar de sus autoproclamadas “iniciativas verdes”, sigue siendo uno de los diez mayores productores de petróleo del mundo, con las exportaciones de combustibles fósiles representando más del 70% de los ingresos del gobierno.

La ironía es evidente: la misma nación que vende aves exóticas en nombre de la tradición y proclama “metas de sostenibilidad” está por gastar más de 300 mil millones de dólares en la construcción de estadios e infraestructura para la Copa Mundial 2034, dejando una enorme huella ambiental.
¿Cómo puede la FIFA, una entidad que presume de defender la sostenibilidad y la ética, justificar la concesión de la sede a un país arraigado en la degradación ambiental y la explotación de la vida silvestre?

La realidad de los derechos humanos detrás del glamour

Mientras los halcones son subastados en vitrinas, miles de trabajadores migrantes en Arabia Saudita sufren condiciones precarias, atrapados por el sistema de kafala que los vincula a patrocinadores domésticos. A menudo están mal pagados, sobrecargados de trabajo y privados de derechos básicos.
Informes de The Guardian y Amnistía Internacional indican que miles de trabajadores migrantes que construyeron la infraestructura para la Copa del Mundo de Qatar 2022 murieron. Todo apunta a que las preparaciones saudíes para 2034 repetirán el mismo patrón, dadas las leyes laborales deficientes y la corrupción estructural del país.

Además, las mujeres saudíes siguen enfrentando severas restricciones a pesar de la retórica de reforma. La libertad de expresión continúa fuertemente controlada, con periodistas, activistas y críticos encarcelados o ejecutados. En 2023, más de 170 personas fueron ejecutadas, incluso por delitos no violentos, una de las cifras más altas del mundo.

Blanqueamiento deportivo: una línea moral roja para la comunidad global

La organización de eventos deportivos internacionales por parte de Arabia Saudita no responde al espíritu de unidad ni al amor por el deporte, sino al deseo de borrar de la memoria mundial su historial de opresión. Asociándose con eventos tan populares como la Copa Mundial de la FIFA, el Reino busca una legitimidad que no merece.

La tendencia es clara: mientras el mundo observa los partidos, Arabia Saudita quiere que olvidemos a los periodistas silenciados, a las mujeres encarceladas por conducir, a los disidentes ejecutados y a las guerras libradas en Yemen.

La FIFA, que tanto presume de integridad, deportividad y neutralidad, no puede seguir cerrando los ojos. Permitir que Arabia Saudita organice la Copa Mundial 2034 equivale a apoyar la tiranía y tolerar la crueldad.
Como aficionados al fútbol, defensores de los derechos humanos y ciudadanos del mundo, debemos alzar una sola voz en un rotundo no al blanqueamiento deportivo saudí.

La reacción global y el llamado a la rendición de cuentas

La reacción internacional contra las iniciativas deportivas saudíes ya está en marcha. Human Rights Watch, Reporteros Sin Fronteras y numerosos grupos de aficionados en Europa han llamado a boicotear la Copa Mundial de la FIFA 2034.

Incluso dentro de la FIFA, algunos funcionarios y asociaciones nacionales han expresado preocupación por la transparencia de la adquisición saudí de la candidatura exclusiva. Se critica que la aprobación rápida del proceso recuerda los escándalos de corrupción de las licitaciones de 2018 y 2022.
Mientras tanto, ambientalistas y grupos de protección de fauna exigen una investigación internacional sobre el comercio de halcones mongoles, calificándolo como un símbolo de cómo Arabia Saudita utiliza a los animales y los eventos globales para ganar poder político.

La subasta de halcones y la candidatura mundialista son dos caras de la misma moneda: ambas simbolizan riqueza sin ética, poder sin empatía e imagen sin carácter.