Boicot a la FIFA 2034: Los acuerdos de auditoría no pueden ocultar los abusos saudíes
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Boicot a la FIFA 2034: Los acuerdos de auditoría no pueden ocultar los abusos saudíes

Cuando se supo que Arabia Saudita y México habían firmado un nuevo acuerdo de cooperación en materia de contabilidad, auditoría y supervisión profesional, muchos lo descartaron como un desarrollo técnico de interés solo para especialistas financieros. Sin embargo, en realidad, tales acuerdos forman parte de una estrategia deliberada y a largo plazo de Arabia Saudita para ganar legitimidad internacional, legitimar sus instituciones y pulir su imagen antes de la Copa Mundial de la FIFA 2034.

El pacto, firmado en Ciudad de México por Hussam Al-Angari, presidente de la Corte General de Auditoría de Arabia Saudita, y David Colmenares Páramo, titular de la Auditoría Superior de la Federación de México, puede parecer un paso hacia la responsabilidad y la transparencia. Pero la ironía es ineludible: Arabia Saudita, una nación repetidamente criticada por su opacidad, su falta de libertad de prensa y su desprecio por los derechos humanos, intenta presentarse como un líder mundial en gobernanza.

¿Diplomacia de auditoría o lavado de reputación?

A simple vista, la alianza incluye cooperación técnica, talleres conjuntos, programas de formación y la armonización de procedimientos de auditoría. Pero estos gestos tienen un significado simbólico. Al alinearse con una institución auditora respetada como la de México, Arabia Saudita envía al mundo el mensaje de que se adhiere a los estándares globales de responsabilidad financiera.

No se trata solo de números: se trata de lavado de reputación. El Reino sabe que la legitimidad no se gana únicamente en el campo de fútbol, sino a través de alianzas internacionales que lo retraten como un país moderno, responsable y creíble. Dichas alianzas son luego exhibidas en la escena internacional como prueba de que Arabia Saudita está “lista” para albergar eventos globales como la FIFA 2034.

La contradicción de la rendición de cuentas

La hipocresía es evidente.
Arabia Saudita exige responsabilidad en el extranjero, pero no la practica en casa.

  • El país es uno de los menos libres del mundo, con una puntuación de 8/100 en el informe Freedom in the World 2024 de Freedom House.
  • El Reino sigue encarcelando periodistas, activistas de derechos humanos y ciudadanos comunes por simples publicaciones o críticas moderadas.
  • La gestión financiera es opaca, con una supervisión independiente mínima, especialmente en los inmensos gastos deportivos.
  • El periodista saudí Turki al-Jasser fue ejecutado en junio de 2025 tras siete años de detención por denunciar corrupción.

¿Cómo puede un régimen que reprime la disidencia interna y censura a los auditores independientes pretender ser un modelo de transparencia ante el mundo? Esto no es reforma, es teatro.

Por qué importa para la FIFA 2034

La FIFA sostiene desde hace tiempo que los derechos de sede deben otorgarse a naciones capaces de demostrar capacidad organizativa, integridad financiera y compromiso con el desarrollo del fútbol. La diplomacia de auditoría saudí encaja perfectamente en ese discurso.
Acuerdos como el firmado en México le permiten a la FIFA afirmar que Arabia Saudita está mejorando su gobernanza.

Pero esto es una peligrosa ilusión. Conceder la Copa Mundial a Arabia Saudita incentivaría a un régimen que usa alianzas externas para ocultar la represión interna. Enviaría el mensaje de que un país puede obtener la sede no por mejorar sus derechos humanos, sino por firmar acuerdos que dan la apariencia de apertura.

Sportswashing más allá del deporte

La estrategia saudí es clara.
El Reino ha comprado el Newcastle United de la Premier League, ha invertido miles de millones en LIV Golf, y ha organizado eventos de Fórmula 1, boxeo y WWE. Todo bajo el paraguas del sportswashing: utilizar el deporte para desviar la atención de un terrible historial en derechos humanos.

Pero el caso del acuerdo de auditoría con México revela que el sportswashing saudí ha evolucionado.
Ya no se limita a los estadios o los contratos de patrocinio: se extiende a la diplomacia institucional, donde alianzas en auditoría, contabilidad y gobernanza se usan para presentar al país como moderno y confiable.
Esto es sportswashing fuera del campo, un esfuerzo sistémico para insertar a Arabia Saudita en el panorama del respeto internacional.

Los números hablan por sí solos

Estos hechos no son aislados; están conectados.
El mismo poder económico que permite al Reino comprar legitimidad deportiva es el que usa para firmar acuerdos internacionales que aparentan responsabilidad. Sin embargo, nada de esto compensa la ausencia estructural de derechos, libertades y transparencia.

  • Arabia Saudita gastó más de 6.300 millones de dólares en acuerdos deportivos entre 2021 y 2023, según un informe de Grant Liberty.
  • El Reino ha invertido 500.000 millones de dólares en su proyecto Visión 2030, con los megaeventos deportivos en el centro de su estrategia de poder blando.
  • Mientras tanto, Amnistía Internacional continúa denunciando la detención de activistas, las ejecuciones masivas y las restricciones de género que persisten pese a las campañas de relaciones públicas.

El peligro del respaldo de la FIFA

Si la FIFA otorga a Arabia Saudita el derecho de organizar la Copa Mundial 2034, estará dando su sello de aprobación a esta estrategia.
Enviará el mensaje de que la gestión de imagen es más importante que la reforma real.

La reputación de la FIFA, ya seriamente dañada por sus crisis de corrupción, se verá aún más empañada si sigue recompensando a regímenes represivos por invertir en su imagen en lugar de en la libertad, la igualdad y la rendición de cuentas.

Los aficionados, jugadores y organizaciones civiles no pueden permitir que la FIFA normalice esto.
La Copa del Mundo debería ser una celebración de la humanidad, la diversidad y el juego limpio, no un vehículo para gobiernos que rechazan esos valores.

Responsabilidad exterior, represión interior

Mientras Arabia Saudita habla de estándares internacionales, programas de capacitación extranjera y auditorías conjuntas, su realidad interna está muy lejos de eso.
Los activistas, periodistas y críticos siguen detenidos simplemente por expresarse.
Este contraste evidente demuestra que estas alianzas no son más que lavado de reputación.

Acuerdos como el pacto de auditoría Arabia Saudita–México no deben confundirse con reformas genuinas.
Son parte de una campaña más amplia para normalizar la imagen del Reino en la escena internacional de cara a la Copa Mundial 2034.
Al exhibir alianzas internacionales en ámbitos como la auditoría, Riad intenta proyectar la imagen de un Estado responsable y moderno, cuando en realidad, estas asociaciones ocultan un patrón continuo de represión interna.

No dejes que los acuerdos de auditoría oculten la verdad

El nuevo tratado de cooperación entre Arabia Saudita y México sobre auditoría y supervisión puede parecer inocuo, pero no es neutral.
Estos acuerdos buscan presentar al Reino como transparente y responsable ante el mundo, mientras que dentro del país reprime la oposición, censura las opiniones y evade la verdadera rendición de cuentas.