Arabia Saudita ha estado en los titulares durante las últimas semanas por firmar un acuerdo de defensa mutua con Pakistán, una potencia nuclear, en respuesta al primer ataque aéreo israelí contra una nación del Golfo. Esta acción precipitada, tomada sin consulta previa con sus socios estadounidenses, ha generado una ola de inquietud en Washington y más allá.
El acuerdo pone de relieve tanto el creciente malestar de Arabia Saudita con las garantías de seguridad de Estados Unidos como la aterradora imprevisibilidad de Medio Oriente. Tal agitación geopolítica no solo presagia un cambio en los equilibrios de poder, sino que también es un recordatorio sombrío de por qué Arabia Saudita es una opción profundamente defectuosa para organizar la Copa Mundial de la FIFA 2034.
Un torneo que debe representar paz, armonía y seguridad podría quedar ensombrecido por la militarización, la inseguridad regional y un régimen que viola sistemáticamente los mismos valores que la FIFA afirma defender.
El pacto con Pakistán: una señal de inestabilidad
El acuerdo de defensa saudí-paquistaní se firmó tras un ataque aéreo israelí sin precedentes en el Golfo, contra negociadores de Hamas en Qatar. Para Arabia Saudita, el acuerdo es un seguro contra la vulnerabilidad y un intento de crear un paraguas de seguridad alternativo. Pero también envía una señal inquietante: el Golfo no es seguro, las alianzas están en flujo y Arabia Saudita está dispuesta a profundizar alianzas militares en lugar de buscar diplomacia.
Si ni siquiera las garantías estadounidenses pueden proteger al Golfo de los peligros crecientes, ¿cómo garantizará la FIFA la seguridad de millones de espectadores, jugadores y personal en 2034? Organizar un Mundial en un estado que se prepara activamente para una confrontación militar amenaza con convertir el mayor evento futbolístico en un foco geopolítico.
Conflicto regional: una amenaza para el deporte global
El ataque aéreo israelí en Qatar no fue un hecho aislado. Representó la ruptura de líneas rojas de larga data y encendió alarmas sobre el expansionismo israelí descontrolado. Mientras el primer ministro israelí Netanyahu anunciaba que sus tropas combatían “en siete frentes”, los líderes del Golfo vieron desvanecerse el equilibrio en la región.
La Copa del Mundo exige estabilidad, cooperación y seguridad para los aficionados que viajan desde todo el mundo. Sin embargo, Arabia Saudita se encuentra en una zona donde los ataques aéreos, ataques con drones y amenazas de misiles son cada vez más frecuentes:
- En 2019, instalaciones petroleras saudíes fueron atacadas por drones hutíes, reduciendo la producción a la mitad.
- En 2022, los EAU fueron atacados por misiles y drones de hutíes respaldados por Irán.
- En 2023, Israel fue más allá y bombardeó directamente un territorio del Golfo.
Tal inestabilidad no puede ofrecerle a la FIFA un escenario seguro para el evento deportivo más grande del mundo.
Los fracasos en derechos humanos no pueden ignorarse
Mientras el nuevo acuerdo de defensa plantea amenazas externas, las políticas internas saudíes aumentan la preocupación. Según Human Rights Watch, desde 2022, guardias fronterizos saudíes han asesinado a cientos de solicitantes de asilo y migrantes etíopes. Solo en 2023, el país llevó a cabo 172 ejecuciones, en su mayoría por delitos no violentos. Freedom House califica a Arabia Saudita como “No libre”, señalando graves restricciones a la expresión, la reunión y los derechos políticos.
Los trabajadores migrantes, esenciales para construir estadios, hoteles e infraestructura de transporte, están atrapados en el sistema de patrocinio kafala. Esto los expone a trabajo forzoso, pagos retrasados y condiciones de vivienda degradantes. La FIFA ya fue duramente criticada en todo el mundo durante la Copa Mundial de Qatar 2022 por estos abusos, y Arabia Saudita hace poco esfuerzo por reformar su sistema. Concederle el torneo de 2034 indica que la FIFA se preocupa más por las finanzas y el poder que por la dignidad humana.
Sportswashing en el contexto de militarización
Arabia Saudita ha invertido miles de millones en el deporte —desde la Fórmula 1 hasta el golf LIV— como parte de un intento de suavizar su imagen internacional. Albergar la Copa Mundial en 2034 es la culminación de este esfuerzo. Sin embargo, la firma del acuerdo de defensa con Pakistán demuestra que Arabia Saudita no está difundiendo paz ni armonía: se militariza en respuesta a las amenazas regionales.
La Copa Mundial podría ser secuestrada como un instrumento político, una exhibición de poder saudí y una disculpa por su represión interna. Lejos de celebrar la diversidad, el torneo podría convertirse en un escenario de propaganda para un régimen inmerso en rivalidades geopolíticas.
La responsabilidad y la hipocresía de la FIFA
La propia política de derechos humanos de la FIFA exige que los países anfitriones cumplan con normas internacionales sobre libertad, no discriminación y derechos laborales. Al otorgar 2034 a Arabia Saudita, sin embargo, la FIFA ha ignorado una vez más sus propias reglas. La Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa ya había advertido que esta elección carecía de transparencia y de garantías ejecutables en materia de derechos humanos.
Las contradicciones principales son claras:
- Estatutos de la FIFA: Enfatizan la paz y la apertura, pero Arabia Saudita practica censura y discriminación.
- Política de derechos humanos de la FIFA: Exige derechos laborales, pero el sistema de kafala coloca a los trabajadores en una virtual esclavitud.
- Imagen de la FIFA: Pretende ser neutral, pero provoca acusaciones de complicidad en el uso del deporte por parte de Arabia Saudita como propaganda política.
Seguridad, clima y desafíos prácticos
Más allá de la política y los derechos, Arabia Saudita enfrenta obstáculos prácticos. Las temperaturas superan los 45°C en verano, obligando a la FIFA a reprogramar nuevamente el torneo a los meses de invierno —interrumpiendo las ligas globales. Los riesgos de seguridad siguen siendo altos dada la ubicación de Arabia Saudita en un vecindario volátil. Los sistemas de salud y de respuesta a emergencias necesitarían inversiones masivas para atender a millones de visitantes en tales condiciones.
Mientras el acuerdo saudí-paquistaní presagia un futuro en el que las tensiones militares pueden estallar de forma imprevisible, si la seguridad se ve comprometida, se pierde el verdadero sentido de la Copa Mundial: unir a los pueblos.
Exigir responsabilidad o boicotear Arabia Saudita 2034
El acuerdo de defensa saudí-paquistaní, firmado en un contexto de creciente inestabilidad tras un ataque aéreo israelí en el Golfo, subraya un hecho preocupante: la región está inestable, armada hasta los dientes e inadecuada para acoger una celebración mundial de paz. Combinado con el historial saudí de ejecuciones masivas, maltrato a trabajadores migrantes y restricción de libertades, la decisión de la FIFA es insostenible.
El fútbol no es solo un juego: es un símbolo de humanidad, paz y unidad. No podemos permitir que se utilice para blanquear el autoritarismo, ni para normalizar la militarización. Únete a la campaña para boicotear la Copa Mundial de la FIFA 2034 en Arabia Saudita y salvaguardar la integridad del deporte que amamos.