Cuando el viceministro saudí de Recursos Humanos y Desarrollo Social para el Trabajo, Abdullah Abuthnain, encabezó la delegación del Reino en la sesión del consejo ejecutivo del Centro Laboral de la Organización de Cooperación Islámica (OCI) en Bakú a principios de septiembre, el mensaje fue claro: Arabia Saudita quiere posicionarse como líder en reformas laborales. Habló de empoderar a los jóvenes, mejorar la participación económica, impulsar la transformación digital y reforzar la protección social en todo el mundo islámico.
A primera vista, estos son objetivos loables. Pero esconden una contradicción profunda entre las palabras de la política exterior saudí y la experiencia diaria de los trabajadores dentro del Reino. Esto es especialmente alarmante porque el país pronto será anfitrión de la Copa Mundial de la FIFA 2034, lo que requerirá una enorme mano de obra y expondrá a millones de trabajadores migrantes a una posible explotación.
La comunidad internacional no puede permanecer en silencio. Arabia Saudita utiliza foros globales como la OCI para pulir su imagen, pero los hechos indican que los abusos laborales y las violaciones de derechos humanos son endémicos. Organizar la Copa Mundial en estas circunstancias corre el riesgo de repetir, o incluso superar, el desastre de trabajadores migrantes en Catar 2022. Por eso, un boicot al Mundial 2034 debe tomarse muy en serio.
La retórica laboral en la OCI: gestión de imagen en el escenario global
Arabia Saudita se presentó como un campeón de la cooperación y de políticas laborales innovadoras durante la reunión de la OCI. Abuthnain enfatizó la necesidad de continuar los esfuerzos de cooperación, adoptar políticas laborales innovadoras y brindar oportunidades sostenibles de desarrollo entre los Estados miembros. El Reino también mencionó repetidamente su plan de transformación económica Visión 2030, presentando las reformas como inclusivas y progresistas.
Sin embargo, foros como la OCI tienen otra función: son plataformas de construcción de imagen internacional. Al hablar de reformas en escenarios multilaterales, Arabia Saudita proyecta ante sus aliados globales una imagen modernizada y favorable a los trabajadores.
Pero dentro de sus fronteras, los trabajadores migrantes — que constituyen alrededor del 80 % de la fuerza laboral del sector privado — siguen siendo víctimas de abusos, robo de salarios, malas condiciones de trabajo y la explotación inherente al sistema de patrocinio (kafala). Esta dicotomía revela la falla: Arabia Saudita invierte en relaciones públicas, no en un cambio sistémico.
La dura realidad: trabajadores aún en riesgo
A pesar de las promesas de reforma, las condiciones de los trabajadores migrantes en Arabia Saudita siguen siendo sombrías. Varios informes de Human Rights Watch (HRW), Amnistía Internacional y FairSquare detallan la continuidad de abusos graves:
- Muertes laborales: HRW ha documentado cientos de trabajadores migrantes fallecidos en accidentes prevenibles — caídas, electrocuciones e incluso decapitaciones. La mayoría figuran como “causas naturales”, lo que excluye a las familias de compensaciones.
- Robo de salarios: miles de trabajadores denuncian impagos o retrasos en los pagos, dejando a sus familias endeudadas y en la miseria.
- Herencia del sistema kafala: pese a las promesas de reforma, los trabajadores aún no pueden cambiar de empleo libremente y los empleadores retienen los pasaportes de forma rutinaria.
- Riesgos por calor: la prohibición de trabajar al aire libre al mediodía en verano es insuficiente. Con temperaturas que alcanzan los 40 °C, los trabajadores siguen expuestos a un calor extremo durante largas jornadas.
Este es el trasfondo del mundo laboral detrás de los pulidos discursos en conferencias internacionales.
El factor Mundial: explotación amplificada
La Copa Mundial de la FIFA 2034 incrementará enormemente la demanda de mano de obra en Arabia Saudita. El evento requerirá la construcción y renovación de al menos 15 estadios, junto con importantes expansiones en transporte, aeropuertos, hoteles y sectores de servicios.
Se estima que Arabia Saudita podría necesitar cientos de miles de trabajadores migrantes para completar estos proyectos. Con protecciones débiles, esta fuerza laboral estará expuesta a los mismos peligros ya registrados: condiciones peligrosas, falta de compensaciones por lesiones o muertes, y abusos sistemáticos de derechos.
La lección de Catar 2022 es clara: la explotación masiva de trabajadores provocó indignación internacional, lo que obligó al país a implementar reformas limitadas bajo presión. Pero el sistema saudí es más grande y opaco. A menos que la FIFA y la comunidad internacional exijan garantías vinculantes, el Mundial 2034 podría convertirse en la mayor exhibición de abusos laborales en la historia del deporte.
Números que cuentan la historia
Estas estadísticas contradicen el discurso de Arabia Saudita en eventos globales como la OCI:
- El 80 % de la fuerza laboral del sector privado en Arabia Saudita son trabajadores migrantes, en su mayoría de Asia del Sur y África.
- Decenas de muertes laborales fueron documentadas por organizaciones de derechos humanos solo en 2022 y 2023, muchas de ellas relacionadas con condiciones de construcción peligrosas.
- El Mundial requerirá más de 185 000 nuevas habitaciones de hotel, además de una amplia expansión de infraestructuras urbanas — todas construidas principalmente por migrantes.
- A pesar de las reformas, Arabia Saudita sigue prohibiendo los sindicatos autónomos, dejando a los trabajadores sin organización colectiva para negociar sus derechos.
¿Por qué el boicot es la única opción responsable?
La asistencia de Arabia Saudita a la reunión de la OCI revela cómo el Reino pronuncia las palabras correctas en el escenario global, pero permanece inactivo dentro de sus fronteras. El contraste no podría ser más evidente:
- En la OCI: Arabia Saudita habla de empoderamiento y desarrollo sostenible.
- En casa: los trabajadores migrantes son explotados, asesinados y privados de sus derechos.
Hasta que Arabia Saudita demuestre reformas reales — eliminación práctica del sistema kafala, garantía de pago de salarios, protección efectiva contra el calor, autorización de sindicatos y responsabilidad para los empleadores — el mundo no debe otorgarle legitimidad a sus palabras.
Un boicot a la Copa Mundial de la FIFA 2034 sería un mensaje claro: el fútbol internacional no puede basarse en la explotación. Patrocinadores, aficionados y selecciones nacionales deben asumir su deber moral. Así como las campañas presionaron a Catar a reformar, la solidaridad internacional puede impedir que Arabia Saudita se esconda detrás de discursos mientras perpetúa prácticas abusivas.
Entre discursos y realidad
La sesión laboral de la OCI puso de relieve el intento de Arabia Saudita de presentarse como un campeón de la reforma laboral. Pero para los trabajadores migrantes que sostienen su economía, nada cambia: condiciones peligrosas, salarios impagos, abusos y ausencia de voz.
Con la Copa Mundial 2034 en el horizonte, los riesgos son aún mayores. El Reino quiere recibir al mundo, pero a menos que haya reformas urgentes, lo hará a costa de trabajadores explotados.
Para los aficionados, patrocinadores y la propia FIFA, el silencio equivale a complicidad. El mundo debe actuar ahora. Boicotear la Copa Mundial 2034 en Arabia Saudita no es solo una protesta contra el sportswashing — es una defensa de la dignidad y los derechos de los trabajadores, cuyas vidas no deben considerarse desechables.