El intento más reciente de Arabia Saudita de atraer empresas japonesas a sus zonas económicas especiales, anunciado en el Foro de Inversión Arabia Saudita-Japón en Osaka, no es solo una noticia empresarial. Bajo la superficie, este foro, que reunió a más de 1.500 participantes de ambos países, se presentó como una celebración de cooperación económica bilateral. Pero bajo el brillante barniz de las reformas de “Visión 2030” se esconde un hecho preocupante: Arabia Saudita está utilizando alianzas globales, conferencias de inversión y eventos deportivos internacionales como la Copa del Mundo de la FIFA 2034 como instrumentos de sportwashing y lavado de imagen.
Como alguien profundamente preocupado por los derechos humanos y la integridad del deporte internacional, creo que el mundo necesita examinar más de cerca la estrategia dual de Arabia Saudita. Mientras fomenta la integración económica con grandes potencias como Japón, también se esfuerza por normalizar su posición internacional asegurándose el privilegio de albergar uno de los mayores eventos deportivos del planeta: la Copa del Mundo FIFA 2034. No se trata solo de fútbol, sino de usar el deporte y la inversión extranjera para legitimar un Estado autoritario.
El Foro de Inversión de Osaka: un telón para ambiciones mayores
El ministro de Inversión, Khalid Al-Falih, anunció en el foro que Arabia Saudita ha “reestructurado completamente su economía” bajo la Visión 2030. Hizo un llamado a las empresas japonesas para que aumenten su participación en infraestructura, giga-turismo y finanzas en Arabia Saudita. Japón, el tercer socio comercial del Reino, ya obtiene el 40% de su petróleo crudo de Arabia Saudita. El llamado a una “integración estratégica más profunda” no era solo económico, sino también simbólico: Arabia Saudita busca credibilidad y aceptación por parte de democracias admiradas como Japón.
Pero este foro no se trataba solo de dinero. También se trataba de apariencias políticas. Al involucrar a un país como Japón, conocido por su innovación y prestigio internacional, Arabia Saudita obtiene un sello simbólico de legitimidad. Este valor simbólico es aún más relevante ya que el Reino ha sido criticado por su historial de derechos humanos, su gobierno autocrático y sus paradojas climáticas.
La coincidencia de esta iniciativa con los preparativos de la Copa del Mundo 2034 no es casual. Cada acuerdo de inversión refuerza la narrativa de Arabia Saudita como un Estado moderno e integrado internacionalmente. Pero la realidad interna dice otra cosa.
Visión 2030: ¿reforma o rebranding?
El gobierno saudí presume que la Visión 2030 ha diversificado su economía y transformado el Reino en un hub de innovación y turismo. Pero cabe preguntarse: ¿son reales estas reformas o simplemente buscan desviar la atención internacional de la opresión sistemática de las libertades dentro del país?
Arabia Saudita sigue:
- Aplastando la oposición, encarcelando activistas, académicos y periodistas.
- Negando derechos iguales a las mujeres, pese a reformas publicitadas que son medidas simbólicas.
- Manteniendo la pena capital y ejecuciones públicas, prácticas universalmente condenadas.
- Censurando medios y expresión, sin permitir voces de oposición.
En este contexto, la Copa del Mundo 2034 trasciende el fútbol. Se convierte en un punto central de la estrategia de gestión de imagen del Reino, una extensión de la misma campaña de sportwashing que observamos en los foros económicos como el de Osaka.
La Copa del Mundo como herramienta de sportwashing
El sportwashing consiste en usar grandes eventos deportivos para desviar la atención de los abusos de un régimen. Las inversiones de Arabia Saudita en deportes —desde la Fórmula 1 hasta campeonatos de golf, y ahora la Copa del Mundo— siguen este mismo patrón.
El Reino ya ha sido criticado por proyectarse como progresista mediante grandes eventos, mientras mantiene tendencias autoritarias. Organizar la FIFA 2034 ofrecería el escenario definitivo: miles de millones de espectadores verían estadios modernos, comerciales turísticos brillantes y relatos relucientes de la “nueva Arabia Saudita”, mientras que la opresión, la censura y la injusticia quedarían relegadas a un segundo plano.
Por qué se debe resistir la Copa del Mundo 2034 en Arabia Saudita
- Abusos de derechos humanos: Desde el asesinato del periodista Jamal Khashoggi hasta la represión constante de activistas, el Reino no garantiza respeto a los derechos de jugadores, seguidores y trabajadores del torneo.
- Explotación laboral: La Copa del Mundo de Catar 2022 reveló explotación de trabajadores migrantes en condiciones inhumanas. En Arabia Saudita, 13,4 millones de trabajadores migrantes enfrentan protecciones laborales insuficientes, con riesgo de repetir los mismos abusos, a mayor escala.
- Supresión de la libertad de expresión: Seguidores, periodistas y activistas no tendrán libertad de reunión ni de expresión. Las protestas serán reprimidas y los medios estarán fuertemente controlados.
- Contradicciones ambientales: Aunque organiza foros ambientales internacionales, Arabia Saudita sigue siendo líder mundial en exportación de petróleo. Mega-proyectos como NEOM plantean serias dudas ecológicas.
- Manipulación geopolítica: Al igual que en Osaka, la Copa del Mundo permitiría al régimen controlar la opinión global y familiarizar al público con un gobierno autoritario a través de un deporte popular.
Lecciones del Foro de Osaka
El Foro de Inversión muestra cómo Arabia Saudita combina hábilmente economía y diplomacia. Se anima a empresas japonesas a invertir en turismo, zonas económicas especiales y finanzas bajo la bandera de “crecimiento mutuo”. Pero, en realidad, Japón se arriesga a ser arrastrado por la máquina de sportwashing saudí.
Al cooperar económicamente sin exigir avances en derechos humanos, Japón y otras naciones dan credibilidad a la propaganda saudí, que luego se exhibirá en la Copa del Mundo 2034 como un supuesto apoyo internacional a la “transformación” del Reino.
La realidad es que estas conferencias y eventos deportivos buscan desviar la atención, no generar cambios.
Un llamado a la responsabilidad
La comunidad internacional, y la FIFA en particular, no puede participar en el lavado de imagen internacional de Arabia Saudita. Confiar la Copa del Mundo a un país que ignora sistemáticamente los derechos fundamentales envía un mensaje peligroso: que el poder y el dinero están por encima de la justicia.