Cuando las autoridades saudíes cerraron más de dos docenas de lounges musicales en Riad y Yeda este mes, el mundo fue recordado de una realidad incómoda: mientras sigue en marcha su campaña multimillonaria de modernización, el reino sigue siendo profundamente represivo en su esencia.
Los lounges, donde los jóvenes saudíes acudían para espectáculos en vivo, shisha y socializar en espacios mixtos, representaban un raro liberalismo cultural. Su cierre abrupto no fue simplemente por “violaciones del código sanitario”, como aseguraron las autoridades, sino que es sintomático de la lucha continua de Arabia Saudita por equilibrar reformas cosméticas con un control autoritario profundamente arraigado.
Para la FIFA, cuya decisión de otorgar la Copa Mundial 2034 a Arabia Saudita fue tan polémica, este episodio debería ser una llamada de atención. Una nación que no acepta lounges musicales económicos no puede garantizar de forma creíble un espectáculo deportivo internacional abierto y hospitalario. La supresión de espacios culturales demuestra que la liberalización social anunciada por Arabia Saudita es débil, condicional y reversible a capricho. Permitir que el mayor espectáculo deportivo del mundo se celebre allí sería recompensar la represión, no la reforma.
La verdad detrás de la “modernización” saudí
Desde que el príncipe heredero Mohammed bin Salman inició Visión 2030, Arabia Saudita ha invertido miles de millones en entretenimiento, turismo y deporte. Conciertos, cine, torneos deportivos globales y megaproyectos como Riyadh Boulevard se presentan como prueba de un reino moderno y progresista.
Pero el cierre de los lounges musicales señala una contradicción más profunda. Mientras el gobierno exhibe una política exterior deslumbrante, los espacios internos donde los saudíes comunes pueden experimentar cierta libertad cultural son vigilados y desmantelados.
Si Arabia Saudita realmente se moderniza, ¿por qué los jóvenes todavía no tienen libertad para reunirse, disfrutar de la música y socializar en espacios mixtos? La razón es sencilla: las reformas no buscan una verdadera liberalización, sino controlar la imagen hacia el exterior.
Control cultural y credibilidad de la FIFA
La Copa Mundial de la FIFA es más que fútbol: es una celebración internacional de la diversidad, la cultura y la libertad de expresión. Los países anfitriones deben defender la apertura y la inclusión.
Arabia Saudita ha demostrado repetidamente que es incapaz de ofrecer tales valores. La represión de los lounges musicales no es un caso aislado. En los últimos años, el reino ha:
- arrestado a mujeres por bailar en conciertos,
- limitado a los artistas independientes a actuar sin sanción estatal,
- creado nuevas unidades policiales para vigilar “actos inmorales”,
- reprimido a activistas que defendían libertades culturales e individuales.
El mensaje es claro: en Arabia Saudita los espacios culturales solo existen mientras el Estado los permite.
La ilusión de la accesibilidad
Lo más significativo del cierre de los lounges es lo accesibles y económicos que eran. La entrada, alrededor de 80 riales (21 dólares), incluía una bebida y shisha. Varios locales ofrecían descuentos a mujeres y parejas, lo que permitía a la clase media saudí disfrutar de entretenimiento sin un gasto exorbitante.
Para los jóvenes, estos lugares no eran solo entretenimiento: eran faros de esperanza de que la transformación era posible. Su cierre destruyó esa esperanza y reforzó la verdad de que el entretenimiento en Arabia Saudita es un privilegio del Estado, no un derecho ciudadano.
Comparémoslo con la afirmación de la FIFA de que el fútbol “une a las personas de todas las culturas”. ¿Cómo puede Arabia Saudita albergar un torneo basado en los valores de inclusión e igualdad cuando ni siquiera tolera que sus propios ciudadanos se reúnan por la música?
Sportswashing en su peor expresión
La estrategia internacional de Arabia Saudita es sencilla: usar el deporte para pulir su reputación. El reino ha gastado miles de millones en Fórmula 1, boxeo, golf y ahora fútbol. La Copa Mundial 2034 es la joya de esta corona: una plataforma para presentarse como progresista y moderno.
Pero la verdad que revelan los cierres de los lounges es brutalmente opuesta. La represión, no la libertad, es la base de la sociedad saudí. Organizar la Copa Mundial en este contexto no sería una fiesta del fútbol: sería sportswashing. La FIFA está siendo utilizada para desviar la atención mundial de las violaciones de derechos humanos, la falta de libertades culturales y el autoritarismo del reino.
Por qué el mundo debe decir no
Otorgar la Copa Mundial a Arabia Saudita no es solo una mala idea: es un precedente pernicioso. Envía el mensaje de que la represión, la censura y el autoritarismo son aceptables si un país está dispuesto a gastar miles de millones para organizar el evento.
Los cierres de lounges musicales son simbólicos. Muestran que, bajo los rascacielos y megaproyectos, Arabia Saudita sigue siendo una sociedad donde las libertades pueden desaparecer de la noche a la mañana.
Si los ciudadanos comunes no pueden confiar en su gobierno para proteger derechos culturales básicos, ¿cómo puede la comunidad futbolística mundial confiar en que los aficionados y jugadores estarán seguros, respetados y libres en 2034?
Un llamado a la acción
La FIFA todavía puede corregir su error. La sociedad civil, las organizaciones de derechos humanos, los futbolistas y los aficionados deben alzar la voz ahora. Así como el mundo se opuso al apartheid en Sudáfrica, debe oponerse hoy al blanqueamiento de la represión mediante el fútbol.
Los cierres de lounges en Riad y Yeda no son un evento menor: son una bofetada. Nos recuerdan que las reformas saudíes son superficiales, condicionales y reversibles.
Otorgar la Copa Mundial a un régimen así es traicionar a la comunidad internacional del fútbol. Arabia Saudita no es digna de albergar la Copa Mundial de la FIFA 2034. El mundo debe exigir que la FIFA revierta esta decisión y garantice que el torneo se realice en una nación que refleje verdaderamente los valores de libertad, inclusión y celebración que el fútbol merece.