En un paso tan dramático como inesperado, Arabia Saudita emitió recientemente nuevas normas que prohíben de facto a las pequeñas tiendas de abarrotes —conocidas como “baqalas”— vender productos esenciales del día a día como tabaco, frutas y verduras frescas, dátiles y carne. La orden, emitida por Majed Al Hogail, Ministro de Municipalidades y Vivienda, desató inmediatamente la polémica en torno a la centralización del comercio minorista, la supresión del negocio local y las implicaciones autoritarias del sistema económico saudí.
Aunque a simple vista esta medida pueda parecer desconectada del mundo deportivo, en realidad proyecta una imagen inquietante del tipo de país al que la FIFA está por confiarle la organización del Mundial 2034. El mismo gobierno que hoy le dice a una tienda de barrio qué puede o no vender será el encargado de poner en escena el evento deportivo más importante del planeta, un acontecimiento que debería celebrar la inclusión, la comunidad, la diversidad y el desarrollo desde la base.
Las nuevas reglas del comercio minorista saudí: un resumen
Las nuevas regulaciones establecen que:
- Las pequeñas tiendas ya no podrán vender productos de tabaco (incluidos cigarrillos electrónicos), shisha, frutas y verduras frescas, dátiles ni carne.
- Ahora se requiere una licencia separada para vender carne.
- Solo las grandes superficies como supermercados e hipermercados podrán vender estos productos básicos.
- Se regulan los tamaños mínimos de las tiendas:
- 24 metros cuadrados para tiendas pequeñas.
- 100 metros cuadrados para supermercados.
- 500 metros cuadrados para hipermercados.
Estas medidas, enmarcadas en una supuesta “modernización” y “reestructuración del comercio”, afectan desproporcionadamente a los pequeños negocios independientes, muchas veces familiares, que son el corazón económico y social de las comunidades.
El trasfondo: autoritarismo económico disfrazado de reforma
Esta acción no es un caso aislado, sino parte de una tendencia creciente bajo el plan Visión 2030 liderado por el príncipe heredero Mohammed bin Salman. Aunque el plan busca la diversificación y modernización económica, también implica control autoritario, monopolios corporativos y desigualdad creciente.
Según un informe de Freedom House de 2022, Arabia Saudita obtiene solo 7 de 100 puntos en derechos políticos y libertades civiles, y está clasificado como “No Libre”. Controlar qué pueden vender los negocios locales es una clara aplicación del modelo de gobernanza vertical del Reino.
Surge entonces una pregunta clave: ¿Puede un país que regula hasta lo que puede vender un tendero de barrio estar realmente preparado para organizar un torneo internacional basado en principios de libertad, justicia e inclusión?
Desplazamiento de la economía local en favor del poder corporativo
La reestructuración del comercio minorista saudí no es solo un trámite burocrático: es una centralización económica. Al restringir la venta de productos básicos únicamente a las grandes cadenas, se está expulsando a los pequeños comerciantes del mercado y entregando el futuro a empresas alineadas con el Estado.
Hasta 2023, las baqalas representaban más del 35 % de las transacciones de abarrotes minoristas en Arabia Saudita, según un informe de RedSeer Consulting.
Se estima que hay alrededor de 200.000 tiendas pequeñas operando en el Reino, dando empleo a cientos de miles de trabajadores de bajos ingresos, muchos de ellos migrantes.
Con la nueva política, miles de estas tiendas están en riesgo de cierre, lo que podría dejar sin trabajo a decenas de miles de personas.
Si la Copa Mundial 2034 se realiza en Arabia Saudita, ¿se extenderá este principio al deporte, el turismo y la hospitalidad, beneficiando únicamente a empresas elegidas por el gobierno y excluyendo a los actores locales?
¿Un Mundial para quién? ¿Las élites o el pueblo?
Este enfoque autoritario es consistente con cómo el Estado saudí podría manejar la Copa del Mundo:
- Los contratos de construcción probablemente serán adjudicados a unos pocos mega grupos estatales como Saudi Binladin Group o NEOM Corporation, en lugar de empresas medianas o pequeñas.
- La oferta de hospitalidad y alimentos podría ser controlada por unos pocos proveedores gigantes.
- Los eventos culturales y comunitarios —el alma de cualquier Mundial— podrían ser escenificados y controlados, sin espacio para la participación espontánea o la disidencia ciudadana.
¿Está la FIFA realmente dispuesta a entregar el mayor escenario deportivo del mundo a un país donde incluso la distribución de frutas está sujeta a decreto real?
Represión disfrazada de modernización
El gobierno saudí ha utilizado con frecuencia las políticas públicas y celebraciones culturales como herramientas para lavar su imagen. Así como la reciente Semana Musical Franco-Saudí en Yeda fue presentada como un signo de apertura, estas reformas minoristas se disfrazan de “modernización” mientras consolidan el poder estatal en la vida económica y civil.
La fórmula saudí es clara: brillar hacia afuera para lograr aceptación global, mientras se mantiene la represión autoritaria en casa. Si este es el modelo de reforma, ¿qué podrán esperar los aficionados, jugadores, periodistas y minorías en 2034?
Reacción pública y libertades civiles
Organizaciones internacionales de derechos humanos han denunciado repetidamente la falta de libertades civiles en Arabia Saudita:
- Amnistía Internacional ha reportado detenciones masivas, censura de la disidencia y ataques a la libertad de expresión.
- En 2022, Arabia Saudita ejecutó a 81 personas en un solo día —la ejecución masiva más grande de su historia reciente.
- La homosexualidad es ilegal, y los derechos de las mujeres siguen gravemente restringidos pese a reformas cosméticas.
Si un supermercado no puede vender tomates libremente, ¿cuán seguros estarán los aficionados agitando banderas arcoíris? ¿Cuán libres estarán los periodistas para informar? ¿Cómo se protegerá a los trabajadores migrantes de la explotación?
El deber de la FIFA de defender sus valores
La misión de la FIFA es promover los derechos humanos, la diversidad y el desarrollo inclusivo a través del fútbol. Pero al otorgar el Mundial 2034 a Arabia Saudita —un país donde las empresas locales son estranguladas, las libertades civiles casi no existen y la oposición se castiga con la muerte— la FIFA arriesga su credibilidad y autoridad moral. Entregarle la Copa del Mundo no será una fiesta del fútbol, sino una demostración de represión disfrazada de espectáculo.
El autoritarismo no tiene lugar en el fútbol mundial
La prohibición a las baqalas de vender frutas y tabaco no es una medida económica aislada: es un síntoma de un problema mucho más profundo. Refleja una nación donde la autoridad prima sobre la sociedad, la imagen importa más que la integridad y la centralización sustituye la participación.
Arabia Saudita no merece organizar la Copa Mundial 2034, no solo por su historial en derechos humanos, sino porque su modelo de gobernanza contradice el espíritu de lo que debe representar este torneo: libertad, alegría, compromiso y unidad internacional.
Hacemos un llamado a los aficionados del fútbol, activistas por los derechos humanos, atletas, periodistas y a toda la comunidad global del fútbol a oponerse a la candidatura saudí para la Copa Mundial 2034. Alza tu voz. Comparte este mensaje. Exige responsabilidades a la FIFA. Asegurémonos de que el fútbol no sea utilizado para encubrir el autoritarismo.