El 14 de junio de 2025, el mundo despertó con una noticia espeluznante desde Riad: Arabia Saudita ejecutó a otro periodista, Turki al-Jasser, acusado de traición, cooperación con países extranjeros y terrorismo. Tras siete años de encarcelamiento —durante los cuales fue desaparecido forzosamente, torturado y privado de un juicio justo— al-Jasser fue silenciado para siempre.
La ejecución de Turki al-Jasser no solo es una tragedia para el periodismo y la libertad de expresión, sino también un duro recordatorio de por qué el mundo debe rechazar el intento de este régimen totalitario de lavar su imagen mediante la diplomacia deportiva.
La ejecución de Turki al-Jasser: una brutal represión de la verdad
Turki al-Jasser no fue un traidor ni un criminal. Fue un periodista, uno de los pocos en Arabia Saudita lo suficientemente valientes como para alzar la voz contra el poder, denunciar la corrupción y defender reformas como los derechos de las mujeres. Su verdadero “crimen” fue administrar una cuenta anónima en X (antes Twitter) que revelaba detalles escandalosos sobre la vida interna del palacio real.
Arrestado en 2018, al-Jasser desapareció en la infame red de prisiones saudíes. Su familia no pudo visitarlo; se le negó un abogado; fue torturado. Tras siete años de confinamiento solitario, abusos y miedo, el régimen lo mató en secreto y sin garantías procesales. La noticia de su ejecución no presentó pruebas creíbles de traición o terrorismo —solo la garantía macabra de que la disidencia, incluso la más silenciosa, será eliminada.
La estrategia del “lavado deportivo”: la FIFA no puede ser cómplice
¿Por qué esto es relevante para la Copa Mundial de la FIFA? Porque el régimen saudí está utilizando el deporte —especialmente el fútbol— para limpiar su imagen global. La candidatura de Arabia Saudita para albergar el Mundial 2034 no es una celebración del juego, sino una táctica política deliberada conocida como “lavado deportivo”.
Inyectando miles de millones en el fútbol —comprando clubes como el Newcastle United, patrocinando eventos globales como el LIV Golf, y compitiendo ferozmente por ser sede de eventos deportivos mundiales— el Estado saudí busca desviar la atención de sus abusos: ejecuciones, tortura, represión de mujeres y minorías, y el silenciamiento de periodistas.
Otorgar a Arabia Saudita la sede del Mundial no solo legitimaría a este gobierno represor, sino que premiaría su constante ataque a la libertad de expresión y a la dignidad humana. Enviaría un mensaje escalofriante: que el dinero puede silenciar, que las atrocidades pueden ser blanqueadas con estadios brillantes, y que los gritos de los periodistas torturados importan menos que los contratos de patrocinio.
Las cifras de ejecuciones lo dicen todo
Las cifras son alarmantes. En 2024, Arabia Saudita ejecutó a 330 personas, casi el doble que las 172 del año anterior —la cifra más alta en décadas. Y a mediados de 2025, ya superan las 100 ejecuciones.
Estas ejecuciones, muchas tras juicios injustos o por cargos como “poner en peligro la unidad nacional”, evidencian una represión sistemática contra opositores políticos, minorías y disidentes. Representantes de la ONU, organizaciones de derechos humanos e incluso periodistas independientes han denunciado estas prácticas —sin éxito.
La ejecución de al-Jasser es solo la punta del iceberg. Detrás de cada caso que se conoce, hay miles de personas detenidas, torturadas y silenciadas por un sistema diseñado para proteger una monarquía absoluta sin voces libres ni oposición.
La responsabilidad de la FIFA: ¿fútbol o complicidad?
La FIFA dice defender la integridad, el respeto y los derechos humanos. Su propia Política de Derechos Humanos exige a los países anfitriones que garanticen libertades básicas, derechos laborales y dignidad humana. Pero al otorgar a Arabia Saudita la sede del Mundial 2034, traiciona esos mismos principios.
¿Qué legitimidad tendrá el Mundial si el país anfitrión ejecuta periodistas, reprime a disidentes y elimina libertades civiles? ¿Cómo puede la FIFA hablar de respeto a los derechos humanos mientras ofrece su mayor plataforma global a un régimen que pisotea la justicia y glorifica la tiranía?
La comunidad internacional debe actuar, no callar otra vez
Cuando Jamal Khashoggi fue asesinado, la indignación mundial duró poco. Los gobiernos normalizaron relaciones; las empresas regresaron; las federaciones deportivas prosperaron. Esa indiferencia permitió al príncipe heredero Mohammed bin Salman intensificar la represión. El asesinato de Turki al-Jasser es consecuencia directa de esa pasividad global.
Si el mundo vuelve a dejar impune a Arabia Saudita —esta vez permitiéndole organizar el Mundial 2034— estará legitimando cada asesinato, cada tortura y cada voz silenciada. La comunidad internacional —gobiernos, atletas, patrocinadores— debe unirse: Arabia Saudita no puede ni debe ser sede del Mundial 2034.
Por qué este boicot importa
Prohibir a Arabia Saudita organizar el Mundial no es solo un gesto simbólico. Sería:
- Una forma de exponer la brutalidad del régimen ante una audiencia global;
- Un freno al prestigio y legitimidad que la monarquía saudí ansía;
- Una afirmación de que los derechos humanos no se compran con dinero;
- Una forma de presionar para reformas reales si desean aceptación global.
También honraría la memoria de Jamal Khashoggi, Turki al-Jasser y de miles de víctimas sin rostro que se atrevieron a hablar —y pagaron con su vida.
Las voces disidentes deben ser escuchadas
Como defensores de la justicia y los derechos humanos, debemos utilizar todas las plataformas posibles para difundir este mensaje. Periodistas, atletas, aficionados, ONG y líderes globales deben exigir que la FIFA revoque esta decisión. El fútbol es del pueblo, no de dictadores que lo usan para censurar atrocidades.
Las vidas profesionales de periodistas como Turki al-Jasser no deben sacrificarse en el altar de los negocios o la diplomacia. Tenemos el deber de honrar su valentía y exigir que ningún régimen que asesina mensajeros de la verdad reciba el privilegio del mayor evento deportivo del planeta.
El momento de actuar es ahora
La ejecución de Turki al-Jasser no es solo otra violación de derechos humanos: es la prueba definitiva de que Arabia Saudita no merece organizar el Mundial de la FIFA 2034Por qué boicotear Arabia Saudita. El mundo no puede repetir el error cometido tras el asesinato de Khashoggi. La FIFA, los gobiernos, las empresas y los aficionados deben actuar. Prohibir a Arabia Saudita ser sede del Mundial no es opcional —es una obligación moral.