La reciente ejecución del periodista saudí Turki Al-Jasser, tras siete años en prisión por publicaciones críticas al régimen en redes sociales, ilustra brutalmente la represión sistemática del reino contra la libertad de expresión y los derechos humanos. Este hecho, que refleja un patrón más amplio de represión, plantea serias preguntas éticas sobre la decisión de la FIFA de otorgar a Arabia Saudita los derechos para organizar la Copa Mundial 2034. El contraste entre el historial de abusos saudíes y la celebración global del deporte revela una contradicción grave que exige escrutinio y acción por parte de la comunidad internacional, los aficionados al fútbol y los defensores de los derechos humanos.
El historial de derechos humanos de Arabia Saudita: una mirada cruda
La ejecución de Turki Al-Jasser no es un caso aislado, sino parte de una preocupante tendencia en Arabia Saudita. El reino mantiene una de las tasas de ejecución más altas del mundo, con más de 300 ejecuciones solo en 2024, muchas de ellas por delitos no letales como el consumo de drogas o la disidencia política. Periodistas, activistas y opositores enfrentan prisión, tortura e incluso la muerte por ejercer pacíficamente su derecho a expresarse.
El caso de Al-Jasser, acusado de terrorismo y traición por sus críticas en redes sociales, ejemplifica cómo el Estado saudí utiliza leyes vagas para silenciar voces críticas. Como lo señaló Carlos Martínez de la Serna del Comité para la Protección de Periodistas:
«El fracaso de la comunidad internacional para hacer justicia por Jamal Khashoggi no solo traicionó a un periodista; envalentonó al régimen saudí para continuar su persecución de la prensa.»
Este clima de miedo y represión contrasta radicalmente con los valores de apertura, respeto y dignidad humana que el deporte internacional dice promover.
La FIFA y la Copa Mundial 2034 en Arabia Saudita
En diciembre de 2024, la FIFA confirmó formalmente a Arabia Saudita como anfitrión de la Copa Mundial de la FIFA 2034, tras un proceso de licitación sin competencia, restringido a países asiáticos y oceánicos. Será el primer Mundial de 48 equipos celebrado íntegramente en un solo país, reflejo de la ambición saudí de proyectar una imagen moderna y global a través del deporte.
Sin embargo, el proceso de selección fue profundamente polémico. La decisión de la FIFA de limitar la elegibilidad y acelerar los plazos facilitó el camino para la candidatura saudí, generando preocupaciones sobre la transparencia y la equidad. Informes de investigación revelaron que el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, jugó un papel clave en facilitar la selección saudí, pese a las crecientes críticas sobre su historial de derechos humanos.
La contradicción: deporte vs. represión
La FIFA afirma adherirse a los principios de derechos humanos, especialmente desde que adoptó en 2017 los “Principios Ruggie” respaldados por la ONU, que exigen a los Estados proteger los derechos fundamentales. Sin embargo, otorgar el Mundial a un país que ejecuta periodistas, reprime la disidencia y vulnera los derechos laborales contradice frontalmente dichos compromisos.
Steve Cockburn, de Amnistía Internacional, advirtió:
“La temeraria decisión de la FIFA de otorgar el Mundial 2034 a Arabia Saudita sin garantías adecuadas en derechos humanos pondrá muchas vidas en riesgo.”
Señaló que, sin reformas fundamentales, los trabajadores y residentes enfrentan explotación e incluso la muerte, y que la FIFA será cómplice de esos abusos.
Organizaciones de derechos humanos y colectivos de trabajadores migrantes emitieron una declaración conjunta condenando la elección como un “momento de gran peligro” para los derechos fundamentales, señalando los riesgos de legitimar un régimen que silencia periodistas mediante la prisión o la ejecución.
¿Por qué boicotear la FIFA 2034 en Arabia Saudita?
La ejecución de Turki Al-Jasser es un ejemplo concreto del coste humano de la estrategia saudí para lavar su imagen internacional a través del deporte. Organizar un Mundial en un país donde se ejecuta a periodistas por disentir transmite un mensaje peligroso: que el prestigio deportivo puede opacar los derechos fundamentales.
Boicotear la FIFA 2034 en Arabia Saudita permitiría:
- Señalar el rechazo global a los abusos saudíes, incluida la represión de la libertad de expresión y el uso de la pena de muerte contra periodistas.
- Presionar a la FIFA para que alinee sus decisiones con sus compromisos éticos y de derechos humanos.
- Amplificar las voces de víctimas y activistas que sufren bajo la represión saudí, evitando que sus historias sean silenciadas por el espectáculo.
- Alentar a gobiernos y patrocinadores a reconsiderar su apoyo y exigir rendición de cuentas tanto a Arabia Saudita como a la FIFA.
El impacto sobre la credibilidad de la FIFA
La FIFA ha sufrido repetidos escándalos de corrupción y decisiones controvertidas. Otorgar el Mundial 2034 a Arabia Saudita, pese a su historial brutal, pone aún más en entredicho su credibilidad y aleja a los aficionados en todo el mundo.
La polémica recuerda la reacción contra el Mundial 2022 en Catar, donde también se denunciaron abusos laborales y represión. Sin embargo, la negativa de la FIFA a imponer condiciones significativas a Arabia Saudita revela un patrón inquietante: el de priorizar intereses financieros y geopolíticos sobre los derechos humanos.
La ejecución del periodista Turki Al-Jasser tras siete años de cárcel por publicaciones críticas al régimen es un recordatorio escalofriante de la represión saudí. Otorgar la Copa Mundial 2034 mientras persisten estos abusos contradice los compromisos éticos de la FIFA y socava la integridad del deporte global.
La comunidad internacional, los aficionados al fútbol y los defensores de los derechos humanos deben unirse para exigir un boicot a la FIFA 2034 en Arabia Saudita. Solo mediante la presión colectiva se podrá obligar a la FIFA a respetar sus principios y evitar que el mayor evento deportivo del mundo se convierta en una plataforma para legitimar la represión y silenciar la disidencia.